PREFACIO
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En este libro se reúnen las conferencias que se dictaron en la Facultad de Ciencias de la UNAM el 18 de septiembre de 1991, en ocasión del bicentenario del nacimiento de Michael Faraday. Las conferencias, dirigidas a los estudiantes de ciencias, fueron motivadas por la personalidad de Faraday y la profunda trascendencia de sus descubrimientos en la física moderna. Durante la realización del Simposio Faraday nos sorprendió el interés mostrado por muchos de los estudiantes, quienes solicitaron copias impresas de las conferencias. El presente volumen constituye la respuesta a su petición.
El desarrollo de la ciencia, a través de la construcción de teorías y modelos del mundo físico, su comprobación e incluso el descubrimiento de nuevos fenómenos, es un acontecimiento social, logro de la humanidad entera, de permanente actualidad. La asimilación del nuevo conocimiento se realiza, primero, al ampliarse la visión de unos cuantos científicos y posteriormente, por la acumulación de múltiples comprobaciones, esta visión se extiende y pasa a formar parte del acervo de logros de la humanidad. En el inmenso cúmulo de contribuciones científicas encontramos gran diversidad en cuanto a su trascendencia y sólo en contadas ocasiones ha ocurrido, como en el caso de Faraday, que un solo individuo abra un nuevo campo del conocimiento o genere una nueva perspectiva.
Cervantes, Shakespeare, Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Mozart, Beethoven son personajes de tal magnitud dentro de la cultura universal que su obra sigue siendo estudiada y celebrada. Así, por ejemplo, es práctica común que en las universidades se den cursos sobre la trascendencia de Shakespeare o sobre sus antecedentes literarios. Sin embargo, difícilmente ocurre algo similar con respecto a los científicos; no es frecuente que se dediquen cursos al estudio de Newton, Maxwell, Einstein, etc., aunque debiera serlo. Es claro que si, por ejemplo, Shakespeare no hubiera existido, nadie sería capaz de escribir; tal como la conocemos, la tragedia de Hamlet. De manera similar, si Einstein no hubiera existido, nadie sería capaz de escribir La electrodinámica de los cuerpos en movimiento tal como la conocemos, aunque tarde o temprano, a partir de la fenomenología, esta teoría se construyera. Debemos reconocer, además, que la singularidad no sólo está en la irreproducibilidad de un determinado logro, sino también en las circunstancias, realidades y principios imperantes que rodearon al genio desde su infancia y que conformaron la visión de su mundo, conceptualmente cambiante, que finalmente adoptó, más o menos en forma consciente, para llevar a cabo sus creaciones, ya sea en humanidades o en ciencia.
Es necesario admitir que la cultura que nos permite reconocer y emocionarnos ante un poema de Pablo Neruda o una obra musical de Mozart y conocer la trayectoria de su vida, no es lo suficientemente amplia como para que sea común reconocer también la influencia de la ciencia y emocionarnos por ella. Así, no es usual que se reconozca explícitamente, por ejemplo, que en el conocimiento del universo el punto de vista heliocentrista de Copérnico obligó al ser humano a situarse a un lado, como un grano de polvo más del cosmos, con todas las consecuencias religiosas y culturales que ello implica. Y ya empequeñecido nada impide al hombre avanzar con su imaginación, su raciocinio y sus instrumentos, paso a paso, más allá de las fronteras del conocimiento de su época, más allá del Big Bang, los cuarks, etc. Una cultura que no incluya los esfuerzos de la ciencia por explicar los fenómenos naturales, más allá de la simple asociación de un nombre con un descubrimiento, permanecerá ineluctablemente anacrónica.
Hemos aprovechado el bicentenario de Michael Faraday para hablar y escribir sobre él con la idea de eliminar, al menos en una pequeña medida, el vacío cultural a su respecto. Faraday es una de esas personalidades que han dejado una huella imborrable tanto en el pensamiento científico más abstracto como en las realidades de nuestra vida diaria, hoy inconcebibles sin el uso de la energía eléctrica, sin ir más lejos.
En los escritos aquí reunidos tenemos inicialmente una reseña biográfica y a continuación capítulos que tratan algún aspecto particular de sus investigaciones en una secuencia más o menos cronológica. En ellos comprobamos que la amplitud de sus investigaciones fue enorme: en la química descubrió nuevos compuestos, en lo tocante a la electroquímica las leyes que permiten asociar la carga eléctrica a los átomos. En la termodinámica consiguió la licuefacción de varios gases y, en relación con los fenómenos eléctricos y magnéticos, su extensa investigación lo llevó desde la construcción del primer dispositivo que transforma la energía electromagnética en mecánica (el motor eléctrico), hasta la creación del concepto de campo que habría de sentar las bases de la física moderna.
GERARDO CARMONA. SARA MARÍA TERESA DE LA SELVA. PATRICIA GOLDSTEIN. Marzo de 1992.
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