PRÓLOGO

De Las mil y una noches existen múltiples versiones: para niños y para no tan niños. De sus cuentos se han filmado películas y puesto en escena ballets y obras de teatro. Son pocos por lo tanto, quienes no saben la manera que encontró Scherezada para salvar la vida. Sin embargo, al volver a leerla, ¿quién no ha pospuesto alguna obligación, algún deseo, o sólo el sueño por descubrir el desenlace de alguno de los cuentos?

Además del buen rato y del entretenimiento que Las mil y una noches procuran, al cerrar el libro el lector suele haber adquirido una visión de conjunto de la sociedad islámica: el oriente de los siglos IX y X, un imperio cultural unido en lo espiritual por La Meca y, políticamente, por la señorial Bagdad.

Es en este oriente poblado de genios y de efrits —un mundo tan imaginativo como exótico— en el que hemos decidido enmarcar nuestra explicación, pues creemos, que la descripción de las propiedades del carbono, de su comportamiento y de su reactividad puede ser tan evocadora como las aventuras de Simbad. De Las mil y una noches hemos rescatado únicamente el ambiente y, quizás, el estilo, transcribiendo fragmentos de la versión original traducida al español.

En nuestro texto son muchos los conceptos que damos por conocidos y que no lo eran en el siglo X. Los anacronismos abundan, pues sería absurdo tratar de desconocer la existencia de América o tratar de explicar la estructura del átomo con los conocimientos del siglo X.

Así todo, no faltará quien, como nosotros, disfrute los absurdos resultantes al hacer convivir el mundo científico del siglo XX con la magia y los hechizos que aparecen en los relatos de Scherezada. Si muchos autores han catapultado sus cuentos al futuro para transmitirnos supuestas contradicciones existentes en las teorías científicas, ¿por qué no atreverse a viajar al pasado montados en una alfombra de... carbón? Nuestros cuentos orientales están sembrados de acertijos, de átomos que se convierten en mercaderes y de las envidias que generan los átomos de carbono, sobre todo si se encuentran en forma de diamante. Así, poco a poco, van quedando descritas las propiedades del carbono en la química inorgánica, personaje principal de este libro.

Y si el lector, por terminar alguna de nuestras extravagantes historias, se va a la cama un poco más tarde, nos daremos por satisfechos, pues ¿cuántas veces no se habrá dormido, casi de inmediato, con un libro de química en la mano? Y si además lee Las mil y una noches, nos sentiremos colmados.

Sería ingrato no agradecer a Dora Pedroza Freyre y a Mary de Miguel Reyes su cuidadoso trabajo de mecanografía.

[Inicio][Anterior]Previo[Siguiente]