III. CR�NICAS

EL ARTE PERDIDO DE CUCHAREAR

La Jornada, 27 de de diciembre de 1993

Hace poco m�s de dos siglos, el gran cient�fico franc�s Charles Augustin Coulomb realiz� un experimento crucial para comprender el fen�meno de la electricidad. Con un aparato llamado balanza de torsi�n que �l mismo construy�, Coulomb midi� la repulsi�n entre dos cargas el�ctricas y demostr� que esa fuerza disminuye en proporci�n inversa al cuadrado de la distancia entre las cargas. En su �poca, el resultado obtenido pareci� muy plausible y fue aceptado sin demasiadas objeciones, no obstante lo precario de los datos experimentales. Algunas d�cadas despu�s, ya a mediados del siglo XIX, el resultado fue confirmado experimentalmente m�s all� de cualquier duda y la, ley de Coulomb pas� a formar parte del acervo de la f�sica.

El hecho de que Coulomb obtuviera experimentalmente la ley que lleva su nombre nunca fue puesto en duda, a pesar de que inform� s�lo de tres mediciones para sustentar sus resultados —hecho del que s�lo algunos historiadores est�n conscientes—. Sin embargo, el especialista en historia de la ciencia P. Heering tuvo recientemente la ocurrencia de reconstruir el aparato que Coulomb utiliz� (y describi� detalladamente) con el fin de repetir el experimento. Encontr� que, debido a la poca precisi�n del instrumento, era imposible obtener los resultados que Coulomb hab�a obtenido, por m�s cuidado que se pusiera.3 [Nota 3]

�Debemos concluir que el gran sabio franc�s recurri� a la conocida pr�ctica del "cuchareo" para ajustar sus resultados? La respuesta no es clara. El trabajo de Heering acaba de ser rese�ado en la revista Science, y otros historiadores de la ciencia se�alan que Coulomb bien pudo utilizar algunas t�cnicas, de las que nunca inform�, para obtener resultados confiables. Sin embargo, lo esencial es que Coulomb ten�a una idea intuitiva muy clara de lo que deber�a encontrar. En su �poca, se hab�a confirmado plenamente la ley de la gravitaci�n de Newton, que establece que dos cuerpos masivos se atraen con una fuerza que disminuye en proporci�n al cuadrado de la distancia que los separa. Si uno cree en cierta unidad de las leyes de la naturaleza, puede intuir que la fuerza el�ctrica obedece una ley similar a la gravitacional. No hay duda de que Coulomb esperaba encontrar el resultado que finalmente obtuvo. Quiz�s cuchare� un poco sus datos, pero su intuici�n no le fall�. As� se adelant� en varias d�cadas a sus colegas y pas� a la historia con una ley fundamental que lleva su nombre. Comentando el resultado de Heering en Science, la historiadora M. Trumpler se�ala atinadamente que "la habilidad para, tener una intuici�n profunda acerca de la naturaleza con s�lo unos cuantos datos es un arte que se est� perdiendo".

Desgraciadamente, la competencia que ha surgido en a�os recientes entre los cient�ficos de todas las disciplinas est� propiciando que la investigaci�n cient�fica se parezca cada vez m�s a una guerra de vendedores. Con tal de adelantarse a sus colegas, algunos cient�ficos recurren al cuchareo de datos y anuncian ante la prensa descubrimientos sensacionales basados en datos a�n sin confirmar, con la esperanza de atinarle a un premio gordo. Empero, les falta el talento que ten�an los sabios cl�sicos como Coulomb. Basta recordar algunos casos recientes como el de la fusi�n en fr�o, la quinta fuerza y cualquier descubrimiento relacionado con el virus del sida.

En todo caso, los cuchareadores obtienen una fama transitoria (y muchas citas a sus trabajos, aunque sea para refutarlos). En M�xico todav�a no hemos llegado a los excesos que se dan en el Primer Mundo, pero cada vez m�s los investigadores se ven forzados a trabajar para engrosar sus curricula y a competir entre ellos para obtener el reconocimiento de los administradores de la ciencia. La �nica ventaja de hacer ciencia en el Tercer Mundo era trabajar sin presiones, pero se est� perdiendo lamentablemente.

LA INVENCI�N DEL PROGRESO

La Jornada, 18 y 25 de julio de 1994

Cuando Galileo anunci� que hab�a descubierto con su telescopio ciertas manchas sobre la superficie del Sol, un distinguido te�logo lo refut�, seg�n se cuenta, en los siguientes t�rminos: "He analizado detenidamente los escritos de Arist�teles sobre el Sol y en ninguna parte he encontrado menci�n de tales manchas, por lo que debo concluir que son inexistentes." La an�cdota se presenta como una muestra de la estrechez de visi�n que imperaba en la �poca de Galileo. Pero, situada en su contexto, la reacci�n del buen te�logo es perfectamente comprensible. En esa �poca todav�a no se inventaba el progreso.

La llamada civilizaci�n occidental naci� en Grecia, de donde se expandi� por el Imperio romano. Cuando los cristianos se apoderaron de lo que restaba de ese imperio, destruyeron con sa�a todo lo que quedaba de esa antigua cultura, identificada con la de sus perseguidores. Pero algunos siglos despu�s se arrepintieron y la cultura griega, debidamente bautizada por Tom�s de Aquino, resurgi�, y la filosof�a de Arist�teles se volvi� art�culo de fe (de lo cual seguramente �l mismo se habr�a sorprendido).

Hasta la �poca de Galileo no hab�a raz�n alguna para suponer que el futuro pudiese ser mejor que el pasado. Muy por el contrario, los europeos estaban convencidos de que, despu�s del apogeo de la cultura griega, estaban viviendo una era degradada y que no faltaba mucho para el fin del mundo. Pruebas de ello eran las m�ltiples epidemias y guerras que azotaban Europa. El mundo, al igual que la materia viva, estaba destinada a la degeneraci�n y la �nica meta lejana que se vislumbraba para la humanidad era el Juicio Final. Incluso la edad del Universo se calculaba en unos cuantos miles de a�os y se pensaba que el Apocalipsis no estaba lejos. Los historiadores narran la histeria masiva que surgi� en Europa en el a�o 1000, cuando muchos hombres pensaron que �se ser�a el �ltimo a�o de la Tierra.

Empero, de esa cultura envejecida surgieron cient�ficos como Cop�rnico, Kepler, Galileo y muchos otros, que quisieron ver al mundo con ojos nuevos y trataron de comprenderlo a trav�s de la experiencia y la observaci�n. Ellos pensaban que no todo estaba dicho, que la verdad �ltima no se encontraba en los libros heredados de la antigua cultura griega, y que quedaban a�n muchas cosas que los fil�sofos de la antig�edad no se hab�an imaginado. La culminaci�n y s�ntesis de esa nueva visi�n del mundo fue la obra de Isaac Newton. En el a�o de 1686 apareci� el libro que habr�a de contribuir fundamentalmente a modificar el curso de la historia: los Principios matem�ticos de la filosof�a natural. El mundo, gracias a Newton, se revelaba por primera comprensible: era un mundo regido por las leyes matem�ticas de la mec�nica. Todo segu�a un inexorable orden l�gico y se pod�a comprender el curso de los astros resolviendo ecuaciones, no consultando libros antiguos.

La mec�nica de Newton no era contemplativa. A diferencia de los antiguos, que se conformaban con explicar la naturaleza pero no pretend�an modificarla, la nueva ciencia ofrec�a al hombre la posibilidad de cambiar su estado en la Tierra por algo mejor. El mundo no s�lo se volv�a comprensible, sino manejable. En lugar del Apocalipsis se vislumbraba una nueva Tierra Prometida, a la que se dirig�a la humanidad por el camino del Progreso. (Curiosamente, el mismo Isaac Newton no fue fan�tico del progreso. Metido a te�logo e historiador en sus a�os de vejez, calcul� que el Juicio Final deber�a ocurrir alrededor del a�o 2060.)

El nacimiento del progreso, tal como lo entendemos en la actualidad, puede situarse en la �poca de los Principios de Newton, y su desarrollo en el siglo XVIII. En Francia, esa �poca coincidi� con el Siglo de las Luces, que culmin� en la revoluci�n. El pol�mico Voltaire, quien visit� Inglaterra y estuvo presente en los funerales de Newton, llev� la semilla de la nueva ciencia a su patria, donde los sabios franceses la recibieron con entusiasmo y la cultivaron para darle una forma que a�n se utiliza en la actualidad.

[FNT 5]

Isaac Newton.

En la �poca de Newton, justamente, se fundaron la Royal Society en Inglaterra y la Academia de Ciencias en Francia. Por primera vez los sabios ocuparon un lugar importante en la sociedad; y no era para menos: ellos eran los portadores del progreso. As�, la cultura occidental dio un giro brusco al pasar del pesimismo de la Edad Media al optimismo de la era del progreso. La naturaleza, era una fuente inagotable de recursos puestos a la disposici�n de la humanidad para sostener su marcha triunfante hacia el para�so del progreso.

S�lo algunos esc�pticos se atrevieron a cuestionar las promesas de tanta felicidad. Uno de ellos fue Jonathan Swift, irland�s que vivi� en Londres durante los a�os en que el viejo Newton a�n presid�a la Royal Society como feudo suyo. En Los viajes de Gulliver, Swift se burla de la locura de los hombres para lo cual se sirve de las aventuras de un marino que conoce tierras supuestamente lejanas. En uno de sus viajes Gulliver visita extra�os pa�ses que viven la euforia del progreso. Casi tres siglos despu�s, Swift parece estarnos observando.

HISTORIA SECRETA DE LA BOMBA AT�MICA

Reforma, 6 de agosto de 1995

El 6 de agosto de 1945 un avi�n de los Estados Unidos de Am�rica arroj� una bomba at�mica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima; tres d�as despu�s le toc� el turno a la ciudad de Nagasaki. La segunda Guerra Mundial termin� en medio de una destrucci�n sin precedentes, lograda con un arma fabricada por centenares de cient�ficos y t�cnicos apoyados por el gobierno del presidente Roosevelt.

�C�mo pudieron tantos hombres de ciencia trabajar en un proyecto tan mort�fero? La respuesta es sencilla: contra todos ellos estaban convencidos de estar en una carrera con el gobierno nazi para la fabricaci�n de la bomba at�mica. Las sospechas ten�an s�lidos fundamentos, ya que el aparato cient�fico y tecnol�gico alem�n todav�a contaba con suficientes recursos, a pesar de la enorme sangr�a que sufri� por la persecusi�n de todos los cient�ficos jud�os. En particular, se sab�a que el programa nuclear del r�gimen nazi estaba bajo la direcci�n del gran f�sico Werner Heisenberg.

Al t�rmino de la guerra, los aliados descubrieron que sus temores hab�an sido infundados, pues los alemanes nunca intentaron construir un arma nuclear. Heisenberg hab�a desechado la idea por irrealizable y encaminado todos los esfuerzos alemanes a la construcci�n de un reactor nuclear, proyecto que se hubiera concretado de no ser por la situaci�n ca�tica que imperaba en Alemania al final de la guerra.

Se ha escrito mucho sobre la historia de la bomba nuclear desde el lado de los vencedores de la segunda Guerra Mundial, pero poco se sabe de lo que sucedi� en el campo de los nazis. Ahora la situaci�n se ha aclarado gracias a que en 1992 se abrieron los archivos del Servicio Secreto brit�nico relacionados con el programa nuclear alem�n, y a su publicaci�n en forma de libro (Operation epsilon, Berkeley, 1994). Parte de la breve historia que sigue est� basada, en estas revelaciones.

[FNT 6]

Otto Hahn y Lise Meitner.

La f�sica nuclear

A principios de los a�os treinta se descubri� que el n�cleo at�mico est� formado por dos tipos de part�culas, protones y neutrones, y que cada elemento qu�mico est� determinado por el n�mero de protones. Alterando este n�mero ser�a posible, entonces, transmutar un elemento en otro, tal como so�aban los alquimistas en la Edad Media. La t�cnica m�s prometedora para lograrlo consist�a en bombardear con neutrones los n�cleos at�micos con el fin de romperlos.

La primera transmutaci�n artificial de un elemento qu�mico fue lograda en Berl�n, a fines de 1938, por Otto Hahn y Fritz Strassmann, quienes encontraron que al bombardear el uranio con neutrones se obten�a un elemento m�s ligero, el berilio. Hahn comunic� su descubrimiento a su antigua colaboradora Lise Meitner, refugiada en Suecia por su ascendencia jud�a, y ella, junto con su sobrino Otto Frisch, interpretaron correctamente el proceso como una fisi�n nuclear. Esto suced�a a principios de 1939; en septiembre de ese mismo a�o Hitler invadi� Polonia y se inici� la segunda Guerra Mundial.

La reacci�n en cadena

En la naturaleza se encuentran dos tipos de uranio: el uranio 238, cuyo n�cleo consta de 92 protones y 146 neutrones, y el uranio 235, que tiene tres neutrones menos en su n�cleo. M�s del 99% del uranio que se encuentra en estado natural es uranio 238. Como lo demostraron Niels Bohr y John Wheeler justo antes de que empezara la guerra, s�lo el uranio 235, el m�s escaso, es fisionable.

Para fabricar una bomba at�mica se necesita una gran cantidad de uranio 235, el cual se puede obtener del uranio 238. Sin embargo, es muy dif�cil realizar esta separaci�n porque las propiedades qu�micas de los dos son id�nticas. Otra posibilidad consiste en utilizar plutonio, el elemento 94, que es un excelente material para una bomba at�mica porque se fisiona al igual que el uranio 235. El plutonio no se encuentra en estado natural, pero se puede producir artificialmente bombardeando el uranio 238 con neutrones. Para estar seguros de no equivocarse los aliados desarrollaron las dos opciones: a Hiroshima le toc� una bomba de uranio 235 y a Nagasaki una de plutonio.

Cuando un neutr�n le pega a un n�cleo de uranio 235 o de plutonio y lo rompe, se producen dos n�cleos m�s ligeros y, adem�s, dos o m�s neutrones libres. Estos �ltimos pueden pegar cada uno a otro n�cleo de uranio y repetir el proceso, generando as� una reacci�n en cadena en que cada vez m�s n�cleos de uranio se fisionan. La primera reacci�n en cadena del uranio tuvo lugar en la Universidad de Chicago en diciembre de 1942 y fue obra de Enrico Fermi, refugiado de Italia y establecido en los Estados Unidos desde 1939. A partir de ese momento la construcci�n de la bomba nuclear se redujo a un problema t�cnico.

[FNT 7]

Werner Heisenberg.

La masa cr�tica

Para que la reacci�n en cadena no se apague, se necesita que la cantidad de material fisionable sea superior a cierta masa cr�tica. Esto ya era conocido justo antes de que se iniciara la guerra, pero los c�lculos de la masa cr�tica para producir una explosi�n nuclear eran muy inciertos.

En 1940 Otto Frisch y Rudolf Peierls, refugiados en Inglaterra, llegaron a la conclusi�n de que una, explosi�n nuclear necesita s�lo unos cuantos kilogramos de uranio 235. Un resultado as� acab� de convencer a Churchill y Roosevelt de crear el proyecto Manhattan para la construcci�n de una bomba at�mica.

Al parecer, Heisenberg, al principio de la guerra, hab�a calculado la masa cr�tica y encontrado un valor de varias toneladas de uranio 235; en virtud de que es imposible reunir esa cantidad, habr�a concluido que fabricar una bomba de fisi�n ser�a un sue�o imposible.

Para dar una idea del valor correcto de la masa cr�tica, la bomba que se arroj� sobre Hiroshima conten�a 50 kilogramos de uranio 235. En el caso del plutonio, bastan unos 11 kilogramos para construir una bomba at�mica si se cuenta con la tecnolog�a adecuada.

Einstein y la bomba

Es conocida la historia de que Albert Einstein mand� un par de cartas al presidente Roosevelt en 1939 y 1940 urgi�ndole que apoyara la creaci�n de un programa nuclear para adelantarse a los nazis. La influencia de estas cartas se ha exagerado ampliamente; como mencionamos, Roosevelt tom� en serio la bomba at�mica s�lo a fines de 1942, cuando los ingleses lo convencieron de que no se trataba de una ilusi�n.

Al respecto valdr�a la pena aclarar el papel que tuvo Einstein en la fabricaci�n de la bomba at�mica, ya que en la mitolog�a popular se considera a este gran cient�fico como el responsable de la terrible arma. Aparte de las cartas a Roosevelt, la responsabilidad de Einstein no va m�s all� de haber descubierto la equivalencia entre masa y energ�a, lo cual explica la liberaci�n de energ�a en la fisi�n nuclear, pero no da ninguna indicaci�n de c�mo lograrla. En ese sentido, Galileo y Newton, fundadores de la f�sica, ser�an tan responsables como Einstein.

Y finalmente, no olvidemos que fue el gobierno de Harry Truman el cual decidi� bombardear Jap�n, sin pedirle su opini�n ni a Einstein ni a ning�n otro cient�fico.

Operaci�n �psilon

Hasta aqu� hemos descrito la situaci�n en el campo aliado. �Qu� pasaba mientras en el campo enemigo? En Alemania, el jefe del proyecto nuclear era Werner Heisenberg, uno de los f�sicos m�s importantes de este siglo, cofundador de la mec�nica cu�ntica, cuyo nombre es conocido aun fuera del �mbito de la f�sica por estar relacionado al "principio de incertidumbre" de profundas implicaciones f�sicas y filos�ficas.

�Realmente pudieron los nazis construir una bomba at�mica? Durante la guerra, con todas las comunicaciones cortadas, la respuesta a esta pregunta no era obvia. Despu�s del desembarco en Normandia, los aliados aprovecharon el avance en territorio nazi para apropiarse de documentos, equipos y personal t�cnico relacionados con ese proyecto. Para fines de noviembre de 1944 era bastante evidente que los alemanes hab�an optado �nicamente por la construcci�n de un reactor nuclear para generar energ�a controlable.

Para estar seguros de qu� tanto sab�an los f�sicos alemanes, los aliados montaron la llamada Operaci�n �psilon, que consisti� en secuestrar a diez notables cient�ficos alemanes relacionados con el programa nuclear y llevarlos a Inglaterra. Entre los diez se encontraban Werner Heisenberg y Otto Hahn. Todos ellos fueron alojados, incomunicados del resto del mundo, en una mansi�n en el pueblo de Farm Hall, cerca de Cambridge, de julio a diciembre de 1945. Obviamente en toda la mansi�n se hab�an escondido micr�fonos para grabar las conversaciones de los cient�ficos.

Al parecer, las grabaciones originales se han perdido, pero el Servicio Secreto brit�nico conserv� las transcripciones mecanografiadas. En 1992 ya no se les consider� secretas y fueron publicadas en forma de libro apenas el a�o pasado.

Uno puede preguntarse qu� tan aut�nticas puedan ser las conversaciones que tuvieron los alemanes, pues es dif�cil suponer que no sospecharan que los estar�an escuchando. Seguramente se cuidaron de no decir nada comprometedor, pero aun as� las conversaciones tienen gran inter�s y en momentos parecen genuinos desahogos.

La bomba

A los pocos d�as de la llegada a Farm Hall, la tarde del 6 de agosto, la BBC anunci� que una bomba at�mica hab�a sido arrojada sobre Hiroshima. En el informe de los ingleses se lee que Otto Hahn "qued� totalmente deshecho por la noticia [ ... ] dijo sentirse personalmente responsable por la muerte de cientos de miles de personas [ ... ] y consider� la posibilidad de suicidarse". Contin�a el informe narrando c�mo Hahn fue calmado con "grandes dosis de estimulante alcoh�lico" (�sic!), despu�s de lo cual baj� a cenar con sus colegas y les comunic� la noticia. La primera reacci�n de los cient�ficos alemanes fue de total incredulidad.

Sin embargo, al pasar los d�as y a medida que llegaban nuevas noticias, se hac�a cada vez m�s evidente que se trataba efectivamente de una bomba at�mica. Entonces Heisenberg decidi� revisar sus c�lculos e improvis� una conferencia para sus colegas el 14 de agosto. Ese d�a, pr�cticamente calculando de memoria y bas�ndose en algunos vagos indicios publicados en la prensa, Heisenberg reconstruye correctamente el proceso de fabricaci�n de la bomba at�mica y reduce sus c�lculos de la masa cr�tica a un valor situado entre 20 y 200 kilogramos. No deja de llamar la atenci�n que el mismo c�lculo lo hubiera podido hacer cinco a�os antes. El historiador Thomas Powers argumenta en su libro La guerra de Heisenberg, que el gran f�sico alem�n sab�a desde antes de iniciarse la guerra c�mo construir una bomba at�mica, pero fingi� ignorancia por razones morales. Es una l�stima que ese libro fuera escrito justo antes de que se hicieran p�blicas las transcripciones de Farm Hall, pues la conclusi�n del autor seguramente ser�a m�s matizada. La impresi�n general que dejan las transcripciones de las conversaciones es que los cient�ficos detenidos se debat�an entre sentimientos ambivalentes: estaban conscientes de los cr�menes de los nazis, pero no deseaban ver su patria humillada por sus vencedores.

Los no ingenuos yerran

�Por qu� se equivoc� Heisenberg al calcular por primera vez la masa cr�tica de una bomba at�mica? �Fue un error voluntario? En casos como �ste son tantos los mecanismos inconscientes que intervienen que esta clase de preguntas carece de sentido. Si Heisenberg crey� que era imposible construir una bomba at�mica, seguramente se sinti� aliviado del tremendo dilema que ser�a para �l comunicar o no su descubrimiento al gobierno de su pa�s. Sea lo que fuere, nunca antes hab�a dependido tan dr�sticamente la humanidad de lo que pas� en la mente de un solo hombre.

Heisenberg y sus colegas optaron por una soluci�n de compromiso: fabricar un reactor nuclear para el aprovechamiento pac�fico de esta colosal fuente de energ�a. De esta manera salvaban su orgullo de cient�ficos y beneficiaban a su patria y a la humanidad en general. Viendo las cosas a posteriori, y considerando la dif�cil situaci�n en la que se encontraban, tal parece que tomaron la decisi�n correcta.

Carl von Weizsacker, uno de los prisioneros de Farm Hall, dijo durante su detenci�n que la historia tomar� nota de que ellos, en Alemania bajo el r�gimen de Hitler, trabajaron en el desarrollo pac�fico de la energ�a nuclear, mientras que los estadunidenses y los ingleses desarrollaron una horrible arma de guerra. Creo que es de elemental justicia reconocer al menos este hecho.

Ep�logo

Los cient�ficos alemanes fueron liberados en diciembre de 1945 y se les permiti� regresar a su patria. Ir�nicamente, durante su detenci�n Otto Hahn se enter� de que le hab�an otorgado el Premio Nobel de Qu�mica (correspondiente a 1944) por su descubrimiento de la fisi�n nuclear. A su regreso, y hasta su muerte en 1968, desempe�� un papel decisivo en la restauraci�n de la ciencia alemana. Werner Heisenberg, despu�s de su liberaci�n, regres� a su patria y trabaj� en la Universidad de Munich, donde se mantuvo activo hasta su retiro en 1970. Muri� en 1976, llev�ndose el secreto de lo que fueron sus pensamientos ocultos durante la guerra.

CIEN A�OS DE RAYOS X

Reforma, 23 de noviembre de 1995

En noviembre de 1895, Wilhelm Roentgen, a la saz�n rector de la universidad alemana de W�rzburg, descubri� los rayos X —y demostr� de paso que las labores administrativas no son necesariamente incompatibles con el trabajo cient�fico. Por esa �poca estaba de moda entre los f�sicos experimentar con los fen�menos el�ctricos en tubos de alto vac�o; se sab�a que ciertos metales emiten rayos cat�dicos cuando se calientan y se les aplica, un voltaje el�ctrico (en 1897, J. J. Thomson demostr� que esos rayos eran en realidad part�culas, los llamados electrones, que se evaporan de la superficie del metal).

[FNT 8]

Wilhelm Roentgen.

El hecho es que el rector Roentgen descubri� que, al bombardear ciertos materiales con rayos cat�dicos, se produc�a una misteriosa radiaci�n, la cual se pod�a detectar sobre una pantalla fluorescente. Cierto d�a memorable de noviembre de 1895, Roentgen se atrevi� a poner su mano entre el tubo y la pantalla y apareci� la imagen de sus huesos. Tres d�as antes de la Navidad, decidido a dejar un testimonio gr�fico, imprimi� la primera radiograf�a de la historia: la mano de su esposa, completa con todas las falanges y el anillo de boda.

El descubrimiento fue anunciado oficialmente el 28 de diciembre de ese mismo a�o. Pocos d�as despu�s, la noticia lleg� al otro lado del Atl�ntico. En Nueva York, Nikola Tesla —el inventor del generador el�ctrico de corriente alterna y de la radio (antes que Marconi)— tambi�n hab�a estado experimentando con rayos cat�dicos, por lo menos desde 1891. Al parecer, ya hab�a logrado algunas radiograf�as, pero sin darse cuenta, todav�a de lo que ten�a entre manos; incluso, en cierta ocasi�n, tom� una fotograf�a en rayos X de su amigo Mark Twain, pero "s�lo" capt� la imagen de un tornillo de la c�mara. En marzo de 1895, el laboratorio de Tesla fue destruido totalmente por un incendio, y el genial inventor y el ilustre escritor perdieron la oportunidad de pasar a la historia como descubridor y padrino, respectivamente, de los rayos X.

Al recibir la noticia del descubrimiento, Tom�s Edison, Tesla y muchos otros cient�ficos estadounidenses empezaron a construir masivamente tubos de Roentgen. Los m�dicos se dieron cuenta de la enorme potencialidad del descubrimiento para explorar el cuerpo humano, y Edison, como buen empresario, se dedic� a fabricar aparatos para sacar radiograf�as. Y no faltaron los moralistas que se preocuparon porque esos rayos permitir�an ver a las damas a trav�s de sus ropas. Al principio se trat� de encontrar a estos rayos toda clase de usos m�gicos, sin tener conciencia de los peligros. Tesla lleg� a irradiarse la cabeza con rayos X para, "estimularse", por fortuna sin consecuencias aparentes (aunque su equilibrio mental siempre fue puesto en tela de juicio). En cuanto a Edison se da�o los ojos, y un ayudante suyo contrajo c�ncer de piel. Finalmente, el mismo Tesla se dio cuenta de los peligros de la radiaci�n y en 1897 propuso varias medidas de seguridad.

Tuvieron que pasar unos 15 a�os para que los f�sicos elucidaran definitivamente la naturaleza de los rayos X. Ahora sabemos que son una forma de luz (m�s precisamente radiaci�n electromagn�tica) muy energ�tica. Cuando los electrones arrojados con gran velocidad de un metal penetran la materia, se ven frenados por los n�cleos at�micos que encuentran a su paso y emiten energ�a en forma de rayos X. De hecho, hay muchas clases de radiaciones electromagn�ticas, desde las ondas de radio hasta los rayos gamma, de las cuales la luz visible, a la que nuestros ojos son sensibles, es s�lo una peque�a muestra.

En la actualidad estamos acostumbrados a las radiograf�as, pero podemos imaginar lo que debi� significar el descubrimiento de los rayos X en su momento. Nada menos que una nueva forma de radiaci�n que permit�a ver a trav�s de los cuerpos materiales. Ni a Julio Verne se le habr�a ocurrido algo semejante.

LA INVENCI�N DE LA RADIO

Reforma, 8 de febrero de 1996

En la d�cada de los a�os noventa del siglo pasado se dieron importantes avances cient�ficos y tecnol�gicos que anunciaban el siguiente siglo. En la feria mundial de Chicago de 1893 la estrella m�xima fue la electricidad; luego vinieron el cinemat�grafo, los rayos X, la radiactividad, etc�tera. Un lugar especial entre los grandes inventos lo ocupa la radio, pero su historia est� distorsionada por graves inexactitudes.

Ya en 1888 Heinrich Hertz hab�a demostrado la posibilidad de generar artificialmente ondas electromagn�ticas. La aplicaci�n de las ondas hertzianas a la transmisi�n de se�ales, sin necesidad de cables, se mostr� por primera vez en la primavera de 1893, en Saint Louis, EUA, ante una audiencia de la National Electric Light Association. El equipo utilizado consist�a esencialmente en un condensador y un tubo de vac�o, separados entre s� unos diez metros de distancia, sin ninguna conexi�n. Al pasar una corriente el�ctrica por el condensador, el tubo de vac�o se iluminaba instant�neamente. El hombre que hab�a construido ese dispositivo y lo presentaba al p�blico era Nikola Tesla, ingeniero el�ctrico, originario de Yugoslavia y radicado en los Estados Unidos.

La telegraf�a sin hilos naci� as� gracias al dise�o original de Tesla. Utilizando la misma tecnolog�a, Oliver Lodge logr�, al a�o siguiente, transmitir se�ales telegr�ficas sin cables a una distancia de 150 metros. En 1895, Guglielmo Marconi repiti� el experimento en Londres con un aparato muy similar al de Lodge. De hecho, todo el equipo con el que Marconi hab�a experimentado era una copia exacta del de Tesla, que para entonces era del dominio p�blico. Tesla fue un cient�fico muy peculiar. Inventor del generador de corriente multif�sica, ampliamente utilizado en la actualidad, promovi� el uso de la corriente el�ctrica alterna, al contrario de su rival Edison, que hab�a apostado todo su capital a la corriente directa. Alejado por completo de los medios acad�micos, Tesla muy bien pudo servir de modelo para el prototipo del genio loco de las pel�culas de Hollywood. Las fotos de la�poca lo muestran en su vasto laboratorio, sentado inmutable en medio de terror�ficos rayos y chispas generados por sus aparatos.

[FNT 9]

Nikola Tesla en su laboratorio de Colorado.

Tesla tambi�n invent� el control remoto de veh�culos por medio de ondas de radio. En 1898, ante un p�blico incr�dulo, dio la primera demostraci�n de un barco sumergible dirigido a distancia. Ten�a la esperanza de que la marina, de su patria de adopci�n se interesara en las importantes aplicaciones militares de su invento, pero el mundo a�n no estaba preparado para asimilar tal avance tecnol�gico. A principios de 1901, Tesla se embarc� en un ambicios�simo proyecto para construir una gigantesca estaci�n radiotransmisora. Por desgracia, sin el apoyo financiero necesario, el proyecto habr�a de terminar a�os m�s tarde en un estrepitoso fracaso. Mientras tanto, en diciembre de 1901, la prensa anunci� que Marconi hab�a logrado transmitir una se�al de radio a trav�s del Atl�ntico; no se mencionaba, sin embargo, que Marconi hab�a utilizado un aparato dise�ado y patentado por Tesla cuatro a�os antes.

Tesla demand� a Marconi por el plagio de la telegraf�a, sin hilos, pero sin �xito, debido a, los apoyos que el italiano hab�a conseguido en los medios financieros. La puntilla, se la dar�a el comit� del Premio Nobel de F�sica en 1909, al otorgar el preciado premio a Marconi y Carl Braun por "el desarrollo separado pero paralelo de la telegraf�a sin hilos".

El hombre que tanto contribuy� al desarrollo tecnol�gico del siglo XX muri� en enero de 1943 en la ciudad de Nueva York. En junio de ese mismo a�o, la Suprema Corte de EUA por fin dictamin�, contradiciendo al jurado del Premio Nobel, que la patente de Tesla del 2 de septiembre de 1897 anticipaba indiscutiblemente toda la tecnolog�a utilizada por Marconi para la telegraf�a sin hilos.

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