Aguascalientes después de la independencia

Aguascalientes después de la independencia


Goz� de una situaci�n privilegiada. Su numerosa poblaci�n se puso a trabajar y aprovechando este potencial humano logr� rehacer en pocos a�os su maltrecha econom�a. El viajero Ward, a su paso por Aguascalientes —1823—, nos describe la imagen de progreso que ya se respiraba en este Partido:

Esta r�pida recuperaci�n fue posible por lo poco que sufri� la regi�n durante los 10 a�os de guerra. Los cambios que se suscitaron no fueron tan dr�sticos como en otras partes. Aunque algunos espa�oles peninsulares fueron asesinados, una vez pasado el primer impulso revolucionario se respetaron sus vidas y sus bienes. Durante los primeros meses de revoluci�n muchos prefirieron abandonar la villa e irse a resguardar a lugares m�s seguros, pero pasadas las primeras violencias y reacciones antiespa�olas pudieron regresar y encargarse nuevamente de sus negocios. Despu�s, una vez consumada la independencia, algunos, los que no ten�an familia, decidieron dejar la Nueva Espa�a y regresar a su tierra, pero fueron los menos y no partieron catastr�ficamente sino traspasando ordenadamente sus negocios, sin resquebrajar la econom�a del lugar.

Su infraestructura rural no sufri�, y si bien durante los a�os de guerra no falt� el pillaje, la mano dura de las fuerzas realistas de la regi�n impidi� mayores destrozos. Tampoco socialmente se presentaron mayores enfrentamientos, sus �lites llegaron, como en el resto del pa�s, al acuerdo pol�tico sellado con el abrazo de Acatempan: bajo la euforia de la independencia creyeron que todo ser�a posible, aunque no tardaron en darse cuenta de que las diferentes concepciones de lo que deber�a ser nuestra patria ten�an puntos irreconciliables.

En todo este proceso, desde el desenlace final de la guerra de Independencia, los ayuntamientos tuvieron un papel determinante, no nada m�s aseguraron la transici�n sino que apuntalaron el nuevo sistema y cooperaron en la reorganizaci�n del nuevo gobierno. El de Aguascalientes se convirti� en el vocero de los diferentes intereses locales y por medio de un sistema electoral manipulable, tomaron asiento en el concejo municipal los representantes de los nuevos grupos de poder de la localidad, milicianos y comerciantes, y aunque legalmente el ayuntamiento no representaba sino a la ciudad, se volvi� cabeza y dirigente de todo el partido.

Muy pronto la �lite pol�tica de este partido, identificada m�s con los intereses locales que con el grupo radical que gobernaba el estado de Zacatecas, empez� a se�alar sus diferencias y los conflictos y enfrentamientos no tardaron en aparecer. El primero fue porque el ayuntamiento, bajo la influencia del cura interino, se resisti� a jurar en octubre de 1823 el Reglamento para el Gobierno Provisional del Estado de Zacatecas.

Un segundo enfrentamiento, en diciembre de 1824, tuvo como origen la organizaci�n de una Sociedad de Amigos. Este tipo de asociaciones, inspiradas en las fundadas en Europa desde finales del siglo XVIII, se presentaron al p�blico como promotoras de la cultura y la ilustraci�n, pero en el fondo llevaban finalidades pol�ticas y seg�n sus tendencias se identificaban con alguno de los grupos masones que funcionaban en M�xico. El conflicto surgi� cuando los radicales de Zacatecas planearon organizar una sociedad para fomentarla en todo el estado para que les sirviera como �rgano de cooptaci�n y como transmisora de las ideas pol�ticas que quer�a difundir. Aguascalientes, temiendo quiz�s la influencia perniciosa de los zacatecanos, decidi� fundar una asociaci�n propia, lo que Zacatecas tom� como una artera traici�n. Tras una serie de reproches y reclamos, la asociaci�n de Aguascalientes sucumbi� y Zacatecas pudo abrir en la capital de este partido una filial de la suya, que estuvo condenada al fracaso, ya que en 1827 apenas contaba con un pu�ado de miembros permanentes.

Los enfrentamientos entre los grupos pol�ticos de Zacatecas y Aguascalientes persistieron, las razones no faltaron porque se nutr�an de diferencias ideol�gicas irreconciliables. Zacatecas era dirigido por uno de los grupos m�s radicales del pa�s: anticlerical, federalista, enemigo de los fueros de las corporaciones, reformista en cuanto a las relaciones que deb�an establecerse entre el clero y el gobierno, promotor de la educaci�n como medio de integraci�n del ciudadano a la vida de la rep�blica, entre otras presupuestas que serían las banderas de los liberales a lo largo del siglo XIX mexicano.

Aguascalientes al principio se declar�, como en muchos lugares del pa�s, en favor de la instalaci�n de una monarqu�a constitucional. Al fracasar �sta por las imposiciones del emperador Iturbide, se dej� convencer por la corriente federalista, pero pronto se arrepinti� porque identific� el federalismo con el radicalismo de los pol�ticos zacatecanos. Cuando la tendencia nacional empez� a revertirse y el sistema centralista apareci� como una opci�n, Aguascalientes crey� que unirse a �l significar�a protegerse de los mandatos e imposiciones venidos de su capital, se afili� veladamente a este partido. Desde el Plan de Jalapa, en 1829, se empez� a decir que Aguascalientes jugaba contra Zacatecas en favor del centralismo.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente