Un día, inesperadamente, esta grandiosa civilización cayó con el crepúsculo. Morley, de la Institución Carnegie de los Estados Unidos, comenta que los arqueólogos han discutido si las ciudades fueron abandonadas repentinamente o si los habitantes prolongaron su residencia en ellas, viviendo en circunstancias más primitivas, "perdido el más fino aroma de su cultura". Morley considera que poco después de haberse erigido el último monolito en cada centro ceremonial, todos fueron abandonados y la gran mayoría de los habitantes se trasladó a otra parte.
¿De qué vivían los mayas? realizaban jornadas agrícolas sembrando maíz, calabaza y frijol, fundamentalmente, sin despreciar aves, antílopes y la gran variedad pesquera de ríos, lagunas y costa. La siembra se realizaba por el sistema de roza o milpa; para las faenas agrícolas contaban con el bastón plantador o palo con la punta endurecida al fuego, dependiendo, en el desarrollo de la acción, de las lluvias o de las inundaciones periódicas; el maíz nació en el Mayab constituyendo un elemento vital y símbolo de adoración.
Se ha considerado que, lejos de realizar prácticas agrícolas primitivas, usaban técnicas avanzadas; así se ha expresado el profesor B. L. Turner II de la Universidad de Oklahoma. Otros estudiosos también han encontrado terrazas a escala en laderas de cerros, o bien plataformas que hacían posible el cultivo en áreas inundables durante ciertas épocas del año, aprovechando la lluvia; según Turner, de esta manera se practicaba una agricultura intensiva capaz de sostener la vida de una población numerosa. Su conocimiento en esta materia los llevó a construir un sistema hidráulico a través de un largo canal que llegaba cerca del centro ceremonial de Edzná.
Ejercieron el comercio; por ejemplo, en Tixchel hacían diversas clases de cuchillos, anillos, devanadores y otros objetos utilizando carapachos de tortuga; también realizaban finos abanicos o mosqueadores de plumas. Xicalango fue centro comercial importante; los mexicanos, refiere Piña Chan, tenían una guarnición de gente armada en Xicalango que recolectaba los tributos para Moctezuma II, principalmente cacao; otro producto estimable en el comercio fue la sal, dedicándose a su explotación algunos grupos costeros de Campeche. Río Lagartos, Celestún, Sisal y El Real fueron salinas conocidas, de tal manera que José María Regil ha señalado: "[...] desde Río Lagartos hasta Punta Desconocida, la ciénaga deja entre ella y la playa una ceja de tierra cubierta de salinas: lo son en efecto del Río Lagartos, siguen de Chuburná y luego la de Celestún, entre ese puerto y el de Campeche". La intensa explotación de esas salinas cubría las necesidades de varios lugares y en consecuencia había tráfico considerable hacia Tabasco, Chiapas, Guatemala y Honduras.
Los mayas crearon y pusieron en práctica el número cero varias centurias antes de que los árabes introdujeran su uso en Europa. El cero estaba representado por un símbolo que semejaba el dibujo del ojo humano. Agustín Aragón y Leyva sostuvo que Europa llegó al conocimiento del cero hasta el siglo XI, mientras que los mayas lo inventaron hacia el siglo V; y no sólo su concepto y su símbolo, sino también su valor según su posición en las cifras, (es un valor efectivo que completa decenas a la derecha y convierte en décimos a un dígito cualquiera, si se coloca a la izquierda).
Por otra parte, fue notable el uso que hicieron de sus dos calendarios: el ritual o sacerdotal y el civil o astrológico. El primero les servía para llevar la cuenta del tiempo y fijar sus fiestas religiosas y vaticinios, y el segundo para anotar los hechos memorables y contar sus épocas y edades. El año del calendario ritual se llamaba Haab y era de 365 días; un ciclo de 52 años se llamaba Katún. Al respecto señala La Fay que durante la Edad Media europea, los mayas practicaban una astronomía tan precisa que su antiguo calendario era igual de perfecto que el que nosotros utilizamos actualmente; trazaban el curso de los cuerpos celestes y, ante el asombro de los fieles, los sacerdotes predecían los eclipses solares y lunares. Con sólo un error de 14 segundos por año calculaban el camino de Venus, planeta falaz que lo mismo es estrella de la mañana que del atardecer.
Los terrenos que cubre la geografía de Campeche se encuentran poblados de numerosas especies de árboles y arbustos, como la caoba y el palo de tinte, que los mayas conocieron con el nombre de ek; el guayacán, árbol de madera durísima, que años después los europeos aprendieron a usar para hacer barcos resistentes al oleaje; el canisté, el cedro, el ciricote, el zapote o árbol del chicle y demás. El henequén fue una fibra útil que los lugareños denominaron con el vocablo tsootquis que hoy deformado es sosquil; durante algún tiempo fue cultivo exclusivo de la región, hasta que en 1834 fueron sacados por el puerto de Campeche, subrepticiamente, algunos vástagos de la planta y transportados a la península de la Florida, donde prosperaron, y de ahí se propagó a otros muchos lugares.
En lo que se refiere a otras especies, el achiote lo empleaban como planta tintórea y preciado condimento de la cocina regional, pues ofrece un grato sabor y otorga un vivo color a los alimentos. El tabaco se cultivó e incorporó al herbolario medicinal; se abona esta versión con el conocimiento en su lengua de la voz xigar, que significa aspirar o chupar, verbo que utilizaban para designar el acto de aspirar el humo del tabaco al ser fumado. No se pueden olvidar los frutos como el zaramullo, el caimito y el marañón.
A todo lo que se comerciaba hay que agregar los objetos de concha de carey, de la que hacían collares y pulseras, El cacao y el chocolate son planta y bebida de origen maya; aunque sus nombres provienen del náhuatl cacáhuatl y xocóatl, la palabra maya con que se designaba al grano es cacau, derivada de la voz más antigua chacahuaa. Cacahuate es palabra de origen maya; los aztecas formaron su voz tlalcacáhuatl que significa cacao de tierra porque el cacahuate se saca de dentro de la tierra, mientras que el cacao es fruto aéreo. También en aquellas tierras se originó el chile; el nombre de su deidad cósmica, Zak Tzyiz, se deriva de ak = hierba y tzir =picar. Siguiendo esta relación, dice García Rivas:
En la antigüedad, en el encantado reino maya, en la tierra de los faisanes, los venados y los colibríes, el Ixmucane, como un dios alquimista, había mezclado y probado toda clase de alimentos, inventando hasta nueve atoles distintos, para descubrir en el maíz la sustancia que permitiría al género humano subsistir a pesar de los terremotos, las inundaciones o la erosión de las tierras taladas.
La caña de azúcar se producía en una región de Campeche, a tal grado que en 1549, poco tiempo después de la Conquista, Francisco de Montejo, el Adelantado, instaló un ingenio en Champotón.
Barbacoa es una palabra de origen maya y consiste, como en parecida forma se sigue haciendo en el Camino Real de Campeche, en lo siguiente: para el cocimiento a fuego indirecto, los mayas colocaban la carne de venado en el espacio interno de un hoyo cavado en la tierra a propósito, cuya base era llenada de brasas de leña, y sobre éstas colocaban planchas de piedras que se calentaban; sobre las piedras ponían la carne del animal y lo cubrían todo con hojas frescas y mantas.
Para relatar algún aspecto de la fauna, puede mencionarse que el guajolote o pavo de monte fue visto por la gente del Viejo Mundo, cuando Francisco Hernández de Córdoba llegó a Campeche y Champotón en 1517; seguramente también en esa u otra campaña posterior observaron el armadillo o huech y el oso hormiguero. Entre otros animales que se distinguieron por esos lomerios, se cuenta el jaguar o panthera onca, que es un felino de talla grande y constitución robusta, de coloración amarilla a ocre, con un patrón definido de rosetas negras y una mancha oscura en el centro; es el único felino americano capaz de rugir, ya que tiene el cartílago hioideo bien desarrollado.
Si bien es cierto que los españoles descubrieron poblaciones de origen maya, como Campeche y Champotón, en el litoral del Golfo de México, también lo es que la cultura de sus pobladores quedó inédita porque su búsqueda estaba orientada hacia las riquezas materiales y, al mismo tiempo, porque la mayoría de las ciudades había sido abandonada y cubierta por la selva, cuando no derrumbada por la fuerza del tiempo y el olvido. No fue sino hasta el siglo XIX que viajeros y arqueólogos descubrieron ciudades, templos y estelas. Un caso relativamente reciente es el de Cyrus Lundell, quien el 29 de diciembre de 1931, trabajando para las compañías chicleras, descubrió casualmente las ruinas de Calakmul; en marzo de 1932, en Chichén Itzá, se lo comentó al doctor Sylvanus G. Morley de la institución Carnegie, quien poco después diría:
Calakmul rebasa nuestras más vastas expectativas. Contiene una enorme cantidad de estelas, 103 en total, con esculturas de figuras y jeroglíficos, muchos más monumentos esculpidos que cualquier otra ciudad maya conocida [...] el sitio es de una extensión enorme y de la mayor importancia arqueológica.