ESTE LIBRO TIENE COMO OBJETIVO ofrecer una visi�n de conjunto de la historia del estado de Chihuahua. Puede servir de introducci�n general o bien de gu�a para escoger temas que merecen estudiarse con mayor profundidad.
El hilo conductor es el poblamiento, es decir, las diversas modalidades y etapas de la ocupaci�n social del espacio que ahora corresponde a Chihuahua. Esto lleva a destacar, sobre todo en los cap�tulos referentes al periodo colonial, la formaci�n de asentamientos y las expansiones sucesivas de los pobladores espa�oles, as� como las respuestas de los variados grupos ind�genas que habitaban en esa porci�n territorial. Centrar la atenci�n en este proceso social ha sido �til para intentar alejarse de una historia convencional, marcadamente pol�tica. Sin embargo, es muy probable que ese objetivo no haya sido alcanzado plenamente. El estado actual de la historiograf�a y la ya lejana pero perdurable formaci�n del autor en la antropolog�a pol�tica llevan a insistir en la pol�tica y en los pol�ticos, como es evidente en los cap�tulos referentes a los siglos XIX y XX.
El lector se dar� cuenta de que el libro se halla dividido en dos grandes partes, que corresponden, en t�rminos generales, al car�cter predominante de las disputas y conflictos entre grupos y facciones sociales. En un primer momento, esas disputas tienen un car�cter fundamentalmente territorial. Los espa�oles buscaban ocupar nuevos territorios para obtener riquezas e incorporar a los habitantes del continente americano a la civilizaci�n europea. En el norte de la Nueva Espa�a ese dominio econ�mico y cultural se impuso en un medio geogr�fico peculiar, habitado por un sinn�mero de grupos que durante siglos se resistieron de manera violenta al avance europeo. Esta resistencia ind�gena buscaba preservar las formas de organizaci�n social y la cultura de los diversos grupos que ocupaban y explotaban el territorio. M�s tarde, a partir del siglo XVIII, este enfrentamiento adquiri� otro cariz con la disputa entre la poblaci�n sedentaria y la poblaci�n n�mada (la apacher�a), que se prolong� hasta fines del siglo XIX. Al mismo tiempo, en esta centuria tuvo lugar una nueva guerra por el territorio, en este caso entre pa�ses. Los Estados Unidos no ocultaron su intenci�n de expandirse a costa del septentri�n novohispano y m�s tarde del norte de M�xico. Entre 1836 y 1853 esa nueva guerra tuvo su desenlace, desfavorable a nuestro pa�s. Esta nueva guerra fue simult�nea a la vieja guerra por el territorio, es decir; a la guerra sostenida entre ind�genas y espa�oles.
En un segundo momento las disputas adquieren otro car�cter, referido a pugnas clasistas, es decir, a conflictos derivados de la divisi�n social del trabajo, como los que surgen entre peones y terratenientes y entre obreros e industriales. En este segundo momento, los despojos agrarios, por ejemplo, ya no pueden explicarse en t�rminos del avance de la ocupaci�n espa�ola o mexicana a costa del territorio ind�gena sino justamente como resultado de las pugnas entre distintos grupos de la sociedad mexicana.
El parteaguas entre esos dos momentos puede ubicarse en la d�cada de 1880, cuando concluye la vieja guerra contra los apaches. Sin embargo, las pugnas clasistas est�n presentes desde el mismo siglo XVI aunque su l�gica se hace m�s evidente cuando cesan las grandes disputas territoriales. El tratamiento de estas pugnas ocupa los primeros cinco cap�tulos y concluye en el primer apartado del cap�tulo VI. De ah� en adelante la narraci�n se organiza sobre la base de los conflictos entre clases y facciones sociales.
Escribir la historia de una entidad federativa tiene muchos riesgos; por ejemplo, inventar que esa historia empieza y termina en los linderos de la divisi�n pol�tica que naci� en 1824. Para enfrentar esos riesgos se subrayan los v�nculos demogr�ficos y econ�micos con el septentri�n novohispano y m�s tarde con el norte de M�xico, en particular con Nuevo M�xico, Durango y Sonora. S�lo resta agradecer los comentarios cr�ticos de Am�rica Molina y Juan Manuel P�rez Zevallos.
Mayo de 1994
