División de las élites y guerra con los Estados Unidos


El r�gimen pol�tico colonial ten�a la virtud de resolver las divergencias entre grupos y sectores pol�ticos y econ�micos en el marco de la estructura pol�tica, es decir, sin llegar a la violencia. Al nacer el nuevo pa�s la estructura colonial fue destruida y hubo necesidad de edificar una nueva estructura pol�tica capaz de mantener unida a la naci�n y de preservar el orden p�blico. Como ya se ha visto, ese proceso se caracteriz� por las grandes divisiones y enfrentamientos que expresaban precisamente el desacuerdo de los diversos grupos pol�ticos sobre c�mo organizar al nuevo pa�s. Si la destituci�n del emperador Iturbide en 1822 hab�a sido pac�fica, y si el ascenso de Bustamante en 1829 hab�a provocado peque�os encuentros armados, la instauraci�n de la rep�blica centralista en 1835 hab�a provocado mucha m�s violencia armada. En Sonora, Coahuila, Zacatecas y Tamaulipas se suceder�an los enfrentamientos, y en la �ltima entidad incluso surgieron grupos que propugnaban la creaci�n de una nueva rep�blica, la del R�o Grande. Yucat�n se separ� del pa�s entre 1839 y 1848. El centralismo intentaba concentrar las decisiones pol�ticas fundamentales en el gobierno general, lo que significaba limitar grandemente el espacio pol�tico creado en torno a los gobiernos y congresos estatales. Tal espacio, como se dijo, hab�a dado entrada por primera vez a las �lites regionales al poder. Esas �lites fueron las que se opusieron firmemente a la instauraci�n centralista.

Si se compara con lugares como Sonora y Coahuila, puede decirse que en Chihuahua el establecimiento del centralismo no provoc� grandes divisiones ni enfrentamientos. Los pol�ticos chihuahuenses mostraban una gran obediencia al gobierno general y hasta presum�an de ello. Sin embargo, la divisi�n surgir�a en 1843, en ocasi�n de un intento del gobierno general de imponer a sus simpatizantes en el gobierno local para acrecentar el dominio de los militares santanistas.

A fines de 1842 el gobierno general orden� la remoci�n de Francisco Garc�a Conde, quien hab�a hecho un buen papel como gobernante, en especial en la pacificaci�n de los n�madas. Por esa raz�n, cuando se supo la noticia de su remoci�n, los vecinos principales de Chihuahua pidieron al supremo gobierno que rectificara su decisi�n. Pero el gobierno general no escuch� la voz local y nombr� como nuevo gobernador y comandante militar a un general originario de la ciudad de M�xico, Jos� Mariano Monterde.

En junio de 1843 el gobierno centralista expidi� las Bases Org�nicas, elaboradas por una asamblea nacional legislativa, cuyo fin era reorganizar la estructura gubernamental del pa�s. Estas disposiciones no alteraban la facultad presidencial de nombrar a los gobernadores de los departamentos, pero s� introduc�an la modificaci�n importante de que la asamblea departamental tendr�a facultades legislativas m�s amplias que las de la junta departamental, figura existente desde 1836. En octubre de 1843, en ocasi�n de las elecciones para diputados de la asamblea departamental, Monterde intent� manipular el procedimiento para favorecer a sus simpatizantes.

La reacci�n no se hizo esperar. Encabezados por un rico e influyente personaje de la ciudad de Chihuahua, �ngel Tr�as, a la saz�n senador por el estado, varios grupos se opusieron a las maniobras del gobernador Monterde. Denunciaron los vicios electorales y lograron que el Congreso General declarara nulas las elecciones, que tuvieron que repetirse. La respuesta de Monterde fue violenta. Confiado en el creciente poder�o de los militares en el gobierno general, Monterde aprehendi� al senador Tr�as y m�s tarde lo desterr� de Chihuahua. El a�o de 1844 transcurri� en medio de un enfrentamiento creciente entre el grupo de Tr�as y el grupo de Monterde. En enero de 1845, poco despu�s de que en la ciudad de M�xico los opositores de Santa Anna hab�an derrocado al pelele presidente Canalizo, Monterde fue removido. A pesar de su salida, el ex gobernador logr� dejar en su lugar a Luis Zuloaga, hermano mayor de F�lix, miembros de una familia sonorense radicada en Chihuahua desde tiempo atr�s. El grupo de Tr�as, que ya se denominaba a s� mismo "liberal", mantuvo su oposici�n al pelele de Monterde. Desgastada la negociaci�n pol�tica, los liberales optaron por las armas. Con una buena organizaci�n y con gran apoyo en diversas zonas del departamento, las tropas liberales sitiaron la ciudad capital en los primeros d�as de junio. Sin apoyo militar, pues el comandante militar hab�a abandonado poco antes la ciudad, el gobernador Zuloaga se vio obligado a renunciar. Esta violenta negociaci�n pol�tica era cosa in�dita en la breve historia estatal.

En agosto de 1845, a los 36 a�os, el ya general �ngel Tr�as asum�a por primera vez el cargo de gobernador, en medio de la algarab�a de ricos y pobres de Chihuahua. Ten�a una larga carrera pol�tica en el ayuntamiento de Chihuahua y tambi�n en las fuerzas locales que combat�an a los apaches, lo que le hab�a valido el ascenso en el escalaf�n militar. Hab�a estudiado en Europa, dominaba siete idiomas e incluso hab�a sido amigo del bar�n de Humboldt. Sus negocios eran el comercio y la ganader�a; era arrendatario de las haciendas de Encinillas y el Sauz, propiedad de la familia Coss�o. Junto con sus partidarios, muchos de ellos funcionarios y bur�cratas locales, abogados y empleados, Tr�as logr� expulsar del gobierno local al grupo pol�tico que prefer�a los intereses centralistas. Pero era la primera gran divisi�n pol�tica de las �lites chihuahuenses, en este caso con una gran participaci�n popular, por lo menos en la ciudad de Chihuahua.

Tr�as no dur� mucho en el gobierno local. Ante el ascenso del general Mariano Paredes y Arrillaga a la presidencia, hecho que logr� al derrocar a Jos� Joaqu�n Herrera en diciembre de 1845, Tr�as prefiri� renunciar antes que reconocer al nuevo mandatario. La ca�da de Paredes y Arrillaga en agosto de 1846 marc� el final del centralismo, pues sus sucesores restablecieron la Constituci�n Federal de 1824. Entonces Tr�as volvi� al poder local como gobernador constitucional para el periodo 1847-1849.

Al grupo pol�tico de Tr�as le correspondi� enfrentar la guerra contra los Estados Unidos a partir de 1846. Sin gran ayuda del gobierno central, lo que oblig� a Tr�as a gastar parte de su fortuna en la compra de pertrechos militares, las fuerzas chihuahuenses enfrentaron a las tropas invasoras en Temascalitos, no muy lejos de Paso del Norte, el 25 de diciembre de 1846; en febrero siguiente tuvo lugar la batalla de Sacramento. En ambas batallas los mexicanos fueron derrotados con facilidad por las tropas norteamericanas, al mando del coronel Doniphan. La desorganizaci�n y falta de armamento de las tropas locales ten�a el costo de la derrota. Los invasores ocuparon la capital el 2 de marzo y el gobierno local tuvo que refugiarse en Parral y m�s tarde en Guadalupe y Calvo. Sin embargo, las tropas extranjeras abandonaron el estado a mediados de mayo con rumbo a Coahuila, lo que permiti� al gobierno retornar a la capital. Eso dio un respiro a los chihuahuenses, mas no a los combatientes de otras regiones del pa�s: el 14 de septiembre de 1847 las tropas norteamericanas tomaban la ciudad de M�xico.

Sin embargo, la pesadilla no terminaba. A pesar de que el 2 de febrero de 1848 se firm� el Tratado de Guadalupe Hidalgo, que dio fin a la guerra, tropas norteamericanas comandadas por el brigadier Price cruzaron la frontera de Nuevo M�xico e invadieron de nueva cuenta el estado. El 8 de marzo ocuparon la capital; el gobernador Tr�as decidi� retirarse hacia el sur, hacia Rosales. El 16 de marzo los norteamericanos iniciaron sus ataques sobre esta plaza. Los chihuahuenses resistieron dos d�as, hasta que agotaron las municiones. Tr�as, Justiniani y otros jefes y oficiales fueron capturados. Los norteamericanos permanecieron en Rosales hasta el 9 de julio; el 24 de ese mismo mes abandonaron la ciudad de Chihuahua. A principios de agosto conclu�a la segunda invasi�n norteamericana. As� terminaba esta nueva clase de guerra por el territorio.

En el Tratado de Guadalupe Hidalgo se establec�a la nueva frontera entre los dos pa�ses: M�xico ced�a el vasto territorio formado por la Alta California y Nuevo M�xico y reconoc�a plenamente la incorporaci�n de Texas a la Uni�n Americana. M�xico recib�a, a cambio, 15 millones de pesos. Con el triunfo norteamericano se hizo realidad lo que algunos hab�an previsto desde fines del siglo XVIII, es decir, que si el septentri�n novohispano o mexicano no lograba poblarse y desarrollar una econom�a estable (agr�cola), el territorio ser�a usurpado por los norteamericanos, un pa�s que casi desde el momento de su nacimiento (1776) consider� como cosa natural su expansi�n territorial a costa de las posesiones mexicanas e inglesas (Canad�). Los mexicanos sab�an que las ideas sobre el "Destino Manifiesto" norteamericano no ten�an nada de fantas�a.

Despu�s de la guerra el pesimismo cundi� a lo largo de la rep�blica, y m�s todav�a por el estallido de la llamada "guerra de castas" en Yucat�n y en la Sierra Gorda, en Quer�taro. Adem�s, el norte mexicano entero se vio envuelto en una creciente violencia, propiciada por la intensificaci�n de los ataques de los n�madas, sabedores sin duda de la dif�cil situaci�n mexicana. Adem�s, el cambio de la frontera permiti� a los n�madas atacar en M�xico y huir hacia los Estados Unidos. En el Tratado de Guadalupe Hidalgo, en la cl�usula 11, se hab�a establecido el compromiso de los Estados Unidos de evitar el paso de los n�madas hacia M�xico y que, en caso de da�os, pagar�a indemnizaciones.

Para colmo, una epidemia de c�lera-morbus azot� Chihuahua en 1849, causando unas seis mil muertes en el estado. Uno de los muertos fue el general Francisco Garc�a Conde. Esta epidemia fue m�s grave que la de 1833. Como remate, los a�os de 1849 a 1851 ser�an sumamente secos, lo que hizo escasear las cosechas y elevar los precios de los alimentos. Ni la aparici�n del primer fot�grafo en la ciudad de Chihuahua, el franc�s Frazier en octubre de 1851, alcanz� a compensar el c�mulo de malas noticias. Ahora cabe preguntarse c�mo sobrevivi� el pa�s en esos a�os de enorme crisis.


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