A la prosperidad porfiriana


La econom�a mundial tuvo una recuperaci�n notable despu�s de la crisis de 1873 que afect� grandemente a Inglaterra y a los Estados Unidos. Los capitales, �vidos de ganancia, comenzaron a fluir nuevamente hacia �reas y ramas econ�micas diversas. El gobierno porfiriano, atento a esa evoluci�n econ�mica, no escatim� esfuerzos para atraer la atenci�n de capitalistas extranjeros, hecho con el que el porfiriato se anot� uno de sus �xitos m�s rotundos. El capital extranjero, en buena parte norteamericano, comenz� a llegar a M�xico a partir de 1880.

En Chihuahua los capitales extranjeros hallaron un grupo econ�mico que hab�a logrado consolidarse desde los a�os de 1870. Estos nuevos ricos no se opusieron al arribo de los capitalistas norteamericanos; m�s bien aprendieron a convivir con ellos y a sacar ventajas. Los miembros de la �lite terracista utilizaron sus contactos pol�ticos para fungir como intermediarios entre los capitalistas extranjeros y las autoridades gubernamentales. En algunos casos se asociaron con ellos, como en los ferrocarriles; en otros especularon y vendieron concesiones o derechos sobre minas, aguas y bosques. Los gobiernos federal y estatal, por su parte, se esmeraron en fomentar el arribo de esas inversiones; brindaron importantes exenciones fiscales y otras facilidades que a veces, en el caso de algunas compa��as extranjeras, se tradujeron en la inexistencia de alguna autoridad mexicana en sus propiedades.

As� surgieron las f�bricas de cerveza, los molinos de trigo se modernizaron, las haciendas de beneficio de metales se multiplicaron, las empacadoras de carne tambi�n aumentaron. Inversionistas extranjeros adquirieron las riqu�simas vetas de Batopilas, Santa Eulalia, del distrito de Parral, de Cusihuiriachic y de un sinf�n de peque�as minas de la zona serrana. Esa inversi�n extranjera trajo aparejado un enorme cambio tecnol�gico, consistente en perforadoras neum�ticas, bombas extractoras de agua, tranv�as para transportar mineral, moledores mec�nicos, electricidad y la refinaci�n mediante cianuro. Esas compa��as fueron en buena parte responsables de que el valor de la miner�a local aumentara notablemente: de poco menos de un mill�n de pesos en 1878 a m�s de 23 millones en 1908. El ferrocarril, construido tambi�n por compa��as extranjeras, facilit� el transporte de mercanc�as y de materias primas, as� como de gente, que comenz� a viajar a mayores distancias. El ferrocarril propici� tambi�n un aumento notable en el valor de la tierra, ya que hizo m�s atractiva y viable la explotaci�n agr�cola, ganadera y forestal. Los pueblos del noroeste, antes asolados por los apaches, comenzaron a sufrir los embates de grandes latifundistas. El caso de Namiquipa es elocuente.

Algunos latifundios, especialmente en el norte y noroeste del estado, fueron adquiridos por empresarios extranjeros. Destacaban el de la Mexico Northwestern Railway (1 000 000 de hect�reas), el de Bav�cora del periodista Randolph Hearst (350 000 hect�reas) y el de T. O.Riverside en los municipios de Guadalupe y Ojinaga (500 000 hect�reas). Por su parte, los terratenientes locales no se quedaron atr�s. El general Terrazas adquiri� casi 2 000 000 de hect�reas m�s entre 1874 y 1907, los Zuloaga llegaron a m�s de 600 000 en Bustillos y en Satev�, los Luj�n consolidaron su propiedad de Santa Gertrudis con casi 200 000 hect�reas. Estas adquisiciones ten�an que ver con dos fen�menos interesantes: primero, el auge ganadero, que signific� la apertura del mercado estadunidense a las exportaciones de ganado mexicano; y segundo, el esfuerzo gubernamental encaminado a privatizar los bald�os y promover as� su explotaci�n. Esta privatizaci�n se hizo a trav�s de las compa��as deslindadoras, seg�n la ley de 1883. El gobierno federal otorgaba el derecho a compa��as privadas para que deslindaran los terrenos bald�os (propiedad de la naci�n), que luego pod�an venderse a particulares con todos los derechos en firme. Como compensaci�n recib�an un tercio de los terrenos deslindados. Este trato contribuy� a que los grandes terratenientes se hicieran de nuevas extensiones de terreno, aunque en ocasiones crearon enormes conflictos, tanto con peque�os rancheros como con hacendados. Incluso Luis Terrazas sufri� a causa de la actividad de las deslindadoras. Los ejidos dotados por Teodoro de Croix en la zona de Galeana-Casas Grandes fueron invadidos por grandes terratenientes, lo que sembr� gran descontento. El arribo de los mormones al noroeste del estado en 1885, al que se opusieron vecinos y autoridades locales, fue parte de esa estrategia porfiriana.

Pero de manera simult�nea tambi�n hubo casos en los que las grandes propiedades se fraccionaron para dar lugar a mancomunidades o condue�azgos. Grupos de vecinos se un�an para adquirir porciones de esas propiedades y luego fraccionaban el terreno entre ellos. Un caso de ese tipo es el de la antigua hacienda jesuita de San Marcos, que dio lugar a compras por parte de vecinos de Saucillo, Meoqui y de algunos otros puntos. Este fraccionamiento de la gran propiedad tiene que relacionarse con el aumento notable en el n�mero de ranchos en distintas zonas de la entidad, por ejemplo, en los distritos de Guerrero y Benito Ju�rez (Cusihuiriachic). En este �ltimo, por ejemplo, los ranchos pasaron de 79 en 1893, a 297 en 1908. De la misma manera los ranchos ganaron poblaci�n a lo largo de la d�cada 1900-1910 a costa de ciudades y pueblos.

La ganader�a se consolid� entonces como la principal actividad econ�mica de la �lite local. Y ya no era la ganader�a tradicional de terrenos libres y de ganado suelto. Comenzaron a levantarse las cercas de alambre de p�as para precisar los linderos de las propiedades y se aumentaron las penas por abigeato. Tambi�n se introdujeron nuevas razas, por ejemplo, la Hereford. Se dec�a que en las propiedades de Terrazas hab�a m�s de 400 000 reses, 100 000 ovejas y 25 000 caballos. La exportaci�n de ganado vacuno, el gran negocio de la ganader�a norte�a, creci� enormidades: de 10 000 cabezas en 1887 a 310 000 en 1897. En contraste, la agricultura chihuahuense qued� en manos de una gran diversidad de peque�os productores: rancheros, aparceros, medieros, arrendatarios. Chihuahua no tuvo el henequ�n yucateco, el caf� chiapaneco, el garbanzo o el trigo sonorense, la ca�a o el arroz de Morelos ni el algod�n lagunero. En Chihuahua la ganader�a, y no la agricultura, daba sentido al latifundismo.

Este auge econ�mico, que comprend�a al conjunto de entidades norte�as, se vio acompa�ado de un importante movimiento demogr�fico por el cual estas entidades crecieron a ritmos m�s acelerados que el resto del pa�s. En Chihuahua se repiti� el gran crecimiento ocurrido entre 1790 y 1830: de 181 000 en 1877 a 405 000 en 1910. Se romp�a as� el periodo de lento crecimiento que hab�a caracterizado a la demograf�a local entre 1830 y 1880. Una parte de esta poblaci�n era originaria de Durango, Zacatecas y de entidades del centro del pa�s, y llegaba atra�da por los altos salarios que se pagaban en Chihuahua. Tambi�n deb�an contarse pobladores de otras nacionalidades como chinos, norteamericanos y espa�oles, entre otros.

El cuadro VI.2 muestra la magnitud del aumento de poblaci�n entre 1877 y 1910. Por ejemplo, el distrito de Parral pas� de 14 000 habitantes a casi 59 000. Pero ning�n crecimiento es tan notable como el de Galeana: de 4 225 a 23 259, un aumento de m�s de cinco veces. Esto muestra el repoblamiento del noroeste del estado, una vez concluida la vieja guerra contra los n�madas as� como el efecto de la inversi�n extranjera, incluido el arribo morm�n. En efecto, ya se vio que entre 1857 y 1880 la poblaci�n de las jurisdicciones situadas al norte de la ciudad de Chihuahua se mantuvo pr�cticamente estancada en 30 000 habitantes. En 1910 los habitantes de esa �rea hab�an aumentado hasta casi 79 000. El sur del estado, empero, segu�a siendo la porci�n m�s poblada, con m�s de la mitad de la poblaci�n total. Un ingrediente de este comportamiento demogr�fico fue sin duda el movimiento de la poblaci�n hacia el campo, no s�lo por el cese de las hostilidades con los n�madas, sino por el flujo de inversiones que abr�a nuevas oportunidades de trabajo. Un buen ejemplo de ello son los negocios forestales del norteamericano Greene, que hicieron nacer a Madera en 1906.

Este auge fue reconocido por las autoridades eclesi�sticas, quienes decidieron crear el obispado de Chihuahua en junio de 1891, con lo que concluy� la �ltima dependencia respecto de Durango, la capital de la vieja provincia de la Nueva Vizcaya. El primer obispo fue Jos� de Jes�s Ortiz. Uno de sus logros fue el retorno de los jesuitas, quienes rehicieron sus misiones en septiembre de 1900, ahora con cabecera en Sisoguichic. Para entonces ya hab�a una importante presencia protestante en algunas poblaciones del estado. Las primeras noticias de protestantes datan de 1882, con el arribo de Santiago D. Eaton. En 1886 y 1890 se fundaron las primeras escuelas protestantes en la capital: El Chihuahuense y El Palmore.


CUADRO VI.2.

Poblaci�n de Chihuahua en 1910
Cuadro que muestra la magnitud del aumento de poblaci�n entre 1877 y 1910, por el repoblamiento del noroeste del estado, una vez concluida la vieja guerra contra los n�madas y por el efecto de la inversi�n extranjera.

FUENTE: Tercer Censo de Poblaci�n de los Estados Unidos Mexicanos, M�xico, Direcci�n General de Estad�stica, 1918, II.

Las ciudades crecieron notablemente entre 1895 y 1910. Por ejemplo, Chihuahua pas� de 18 000 a 39 000 habitantes, Parral de 7 300 a 14 000 y Ciudad Ju�rez de 7 000 a casi 11 000. La infraestructura urbana mejor� sensiblemente. En 1881 se comenz� a construir el palacio de gobierno en la capital, a un costo de 390 000 pesos, y m�s tarde el Teatro de los H�roes, obra del arquitecto Jorge King. El abasto de agua recibi� mejoras mediante la construcci�n de la presa Chuv�scar, inaugurada en 1907. Por su parte, Paso del Norte (Ciudad Ju�rez desde 1888) se convirti� en una de las aduanas m�s importantes de esa zona del pa�s. La frontera con los Estados Unidos mostraba un gran dinamismo en los intercambios, y ello favorec�a el desarrollo comercial e incluso agr�cola del valle de Ju�rez. Ciudad Ju�rez comenzaba su despegue.

De la misma manera, Parral se vio beneficiada por el enorme movimiento econ�mico propiciado por la inversi�n extranjera en la miner�a local. Surgieron fundidoras y las excavaciones se hicieron con t�cnicas cada vez m�s complejas. Adem�s, Parral mantuvo su funci�n de centro comercial de primer orden en raz�n de los m�ltiples intercambios que realizaban ah� los habitantes de numerosas localidades serranas.

Varios elementos de la cotidianidad urbana contempor�nea llegaron en ese tiempo: el alumbrado p�blico en 1897, el cine en 1899 y el autom�vil en 1903. La supremac�a de la ciudad de Chihuahua era evidente en el n�mero de tel�fonos: en 1907 ten�a 375 aparatos, contra apenas 85 en Ciudad Ju�rez, 105 en Parral y 35 en Camargo.

La consolidaci�n de Chihuahua como la principal ciudad del estado y el florecimiento de Ciudad Ju�rez fueron hechos que fortalecieron el viejo camino de Chihuahua y Santa Fe. En ello influ�a decisivamente el trazo ferrocarrilero. Este trazo, a trav�s de Torre�n, Jim�nez, Camargo, Chihuahua y Ciudad Ju�rez, se constituy� en la columna vertebral del estado, dejando al margen al eje Parral-Cusihuiriachic-Casas Grandes. �ste, como se vio, fue la columna vertebral de la ocupaci�n espa�ola en los primeros siglos de dominaci�n europea.

Los ferrocarriles se multiplicaron. A la primera l�nea f�rrea, concluida en 1884 (que un�a a Ciudad Ju�rez y El Paso con la ciudad de M�xico), se sumaron m�s tarde las l�neas del noroeste que comunicaban a Ciudad Ju�rez y Chihuahua a trav�s de Casas Grandes y Tem�sachic; tambi�n se abri� comunicaci�n ferroviaria entre Chihuahua y Santa Eulalia, entre Escal�n y Sierra Mojada, en Coahuila; se construyeron las l�neas entre Estaci�n Conchos y Naica, Jim�nez y Parral (concluida en 1898), y entre Camargo y Boquilla. En 1903 se inaugur� el primer tramo del Ferrocarril Kansas City-M�xico y Oriente, que planeaba comunicar a Ojinaga con Topolobampo, en el Pac�fico. El Paso, Texas, estaba comunicado por ferrocarril desde mayo de 1881.


MAPA 5.
L�neas ferroviarias en 1910.

Mapa que muestra  las l�neas ferroviarias de 1910, creadas a partir de la consolidaci�n de Chihuahua como principal ciudad del estado y  del  florecimiento de Ciudad Ju�rez.

Sagaz pol�tico, Porfirio D�az no interfiri� con los negocios de su ac�rrimo enemigo, Luis Terrazas. Al contrario, parec�a clara su intenci�n de brindarle facilidades, con tal de que se olvidara de la pol�tica. En 1884, al t�rmino del periodo de Terrazas, D�az maniobr� para que uno de sus allegados, el general Carlos Pacheco, fuera elegido gobernador del estado. Para contrarrestar la influencia terracista, Pacheco se apoy� en un grupo pol�tico denominado "Papigochic", formado por l�deres de esa zona del estado. Desde entonces y durante ocho a�os los pachequistas controlaron el gobierno local, hecho que Terrazas aprovech� para incrementar sus negocios. Adem�s de comprar nuevas extensiones de tierra ganadera, Terrazas ampli� sus intereses bancarios tanto en el Banco Minero (fundado en 1882) como en las conexiones con capitalistas de La Laguna y Monterrey.

Durante el periodo 1886-1892 tuvieron lugar fuertes pugnas pol�ticas en raz�n de la debilidad de los gobernantes pachequistas. �stos, como Lauro Carrillo, no mostraban ni habilidad ni fortaleza para enfrentar las crecientes dificultades que se opon�an al modelo de desarrollo porfiriano en Chihuahua. Para colmo, el general Pacheco falleci� en 1891, dej�ndolos sin el apoyo del centro. Entre noviembre de este a�o y octubre de 1892 tuvo lugar la lucha de Tom�chic contra las fuerzas federales. Acusados de participar en robos, los tomochitecos fueron orillados a defenderse con las armas. La adoraci�n a Teresa Urrea, la Santa de Cabora, dio vigor a la resistencia de este peque�o poblado. El asedio infructuoso a una poblaci�n civil desacredit� a. las autoridades locales. Como trasfondo de este incidente, estaban los r�pidos cambios que se hab�an sucedido en los a�os anteriores, a saber, el fin de la guerra apache y su secuela de divisionismo entre los distintos grupos de poblaci�n; la avalancha de capitales extranjeros y el subsecuente acaparamiento de tierra y la tendencia manifiesta en la Constituci�n local de 1887 a la centralizaci�n pol�tica, mediante la creaci�n de las jefaturas pol�ticas, que disminu�an grandemente las facultades de los ayuntamientos. Las elecciones tambi�n evidenciaban la creciente injerencia del gobierno estatal, que insist�a en hacer triunfar a toda costa a candidatos impopulares, caciques algunos de ellos, provocando reacciones violentas, como la de Cusihuiriachic en 1886 y la de La Ascensi�n en 1892. En la d�cada de 1900 este proceso de centralizaci�n llegar�a m�s lejos a�n: las presidencias municipales electas desaparecer�an y ser�an sustituidas por jefes municipales y jefes de secci�n.

Esta centralizaci�n pol�tica ocurr�a tambi�n en el �mbito federal. Durante el Porfiriato se consolid� la tendencia presente desde d�cadas anteriores, consistente en sumar atribuciones al gobierno federal a costa de los gobiernos locales. Los terrenos bald�os se federalizaron definitivamente con las leyes de 1875 y de 1883; lo mismo ocurri� con la miner�a, los bancos y el agua durante la misma d�cada de 1880. As�, el centralismo tan combatido por los federalistas en las d�cadas anteriores se impon�a silenciosamente a costa de las facultades de los estados. En materia de bald�os, los diputados chihuahuenses intentaron preservar la jurisdicci�n del gobierno local, pero fue en vano. Los banqueros locales tuvieron que solicitar la ratificaci�n de sus concesiones ante el gobierno federal. La Casa de Moneda, reabierta desde 1832, fue cerrada en 1895 por orden de la Secretar�a de Hacienda.

Uno de los ramos que no cay� en manos del gobierno federal fue el de la educaci�n. Los gobernantes chihuahuenses mostraron en este tiempo gran inter�s por impulsar la educaci�n laica y gratuita. En estos a�os porfirianos se orden� a los terratenientes abrir escuelas en sus haciendas; se trajeron maestros de Xalapa y de la ciudad de M�xico; se formaron escuelas siguiendo el m�todo del pedagogo Enrique R�bsamen; se pension� a algunos estudiantes aventajados, que estudiaron incluso en la Escuela Nacional de Maestros; se adopt� el plan de estudios de la Escuela Nacional Preparatoria en el Instituto Cient�fico Literario; se crearon dependencias especificas; en tiempos del gobernador Creel se construy� un gran n�mero de escuelas, que llegaron a 226 oficiales y 110 subvencionadas. Desde 1882 se reglamentaron las carreras de abogac�a, notar�a, ingenier�a y profesor de educaci�n primaria. En 1884 se graduaban los primeros maestros, entre ellos algunas mujeres. En febrero de 1906 nac�a en Ciudad Ju�rez la escuela de agricultura de los hermanos Escobar.


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