Salinas y pesquer�as


Desde tiempos inmemoriales, los pobladores de la regi�n colimeca se dedicaron al beneficio de la sal, en particular en torno a la laguna de Cuyutl�n y tierras cercanas a Tecom�n. Las Relaciones geogr�ficas (1579-1581) de los pueblos comarcanos aluden con frecuencia a los tratos habidos entre ellos y los de Colima a prop�sito de la sal. Durante el siglo XVI, entre los tributos a pagar por los ind�genas tambi�n se mencionaba la sal.

Los espa�oles, al parecer, en un primer momento no se preocuparon por explotar las salinas, pero seg�n fue corriendo el siglo XVI y con �l el desarrollo de la miner�a, m�s y m�s vecinos de Colima fueron aplic�ndose a ellas. En los periodos de zafra —meses de abril a junio— era nombrado un teniente de alcalde que administraba justicia y coordinaba los intereses muchas veces contrarios de vecinos e ind�genas. Sintom�tico de este creciente inter�s es la merced para propios de "dos asientos de pesquer�a en la laguna o estero de Cuyutl�n", concedida a la Villa de Colima el 12 de abril de 1600 por el conde de Monterrey. Estas salinas constituyeron los �nicos propios que tuvo Colima durante cientos de a�os —situaci�n que perdur� hasta la �ltima d�cada del siglo XIX— y serv�an en especial "para sus peculiares agencias, urgencias y socorro a las necesidades que padece por los continuos temblores y temperamento calid�simo".

En los inventarios de 1622-1623 fueron declaradas en explotaci�n 13 salinas que daban anualmente una producci�n de 2 500 fanegas, cuyo precio sin embargo oscilaba con frecuencia entre un peso, dos e incluso m�s la fanega. Las inversiones de los vecinos en las salinas, empero, apenas significaban 1.3%, aunque resultaban altamente redituables.

Una actividad econ�mica que pudo ser importante y sin embargo poco se desarroll� en la regi�n fue la pesca, tanto de perlas como en general.

Las comunidades ind�genas pescaban en los r�os y su producto les serv�a para el trueque: "los naturales tratan unos con otros, ma�z por aj�, aj� por frijoles, frijoles por camarones de r�o, y no otras cosas", se dec�a entonces. Hubo pueblos que tuvieron que apelar porque se les obligaba a trabajar en las pesquer�as, indicio evidente de que algunos vecinos espa�oles las tuvieran y hay incluso noticias de que sacaban fuera de la provincia cargas de pescado salado.

A principios del siglo XVI la Villa de Colima y su provincia contaba con un centenar de vecinos y, a pesar de sentir el agobio por algunos ramos en crisis —la ganader�a era uno de ellos—, ten�an conciencia de su bonanza. El anciano Francisco Toscano Gorj�n as� la percib�a, expres�ndolo con belleza: "tan ennoblecida [es] esta provincia y de tan gran trato".

La alcald�a mayor de Colima viv�a ya en el siglo de la consolidaci�n con identidad y conciencia hist�rica de sus ra�ces. Ello le daba un rostro que habr�a de seguir tallando cotidianamente.


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