El ingeniero Salvador Sánchez Colín, también de Atlacomulco, inició su mandato el 16 de septiembre de 1951. Al presidente Miguel Alemán le quedaba sólo un año. De manera que Sánchez Colín coincidiría en cinco con la gestión del siguiente primer mandatario, Adolfo Ruiz Cortines, época de cierta austeridad y aun de intentos moralizantes. La austeridad se debía no tanto al carácter del presidente sino a las circunstancias de la economía nacional. Los empréstitos y la Guerra de Corea habían permitido un final salvable al régimen alemanista. Pero luego sobrevinieron problemas: disminución de exportaciones y aumento de importaciones. A tal grado que, en 1954, una vez más se tuvo que devaluar la moneda nacional.
A pesar de todo, el desarrollo del país, y en especial del Estado de México, siguió adelante, si bien en tono moderado. El sector privado contó con garantías, mientras que el gobierno siguió invirtiendo en comunicaciones, electrificación e irrigación. Tal desarrollo sostenido no se fincó, por parte del gobierno, sobre un incremento a los impuestos sino sobre nuevos empréstitos y la devaluación del peso. La incesante carestía tuvo un ligero equilibrio en nuevas fuentes de trabajo, en aumentos salariales —aunque leves— y en el control de precios sobre insumos de primera necesidad.