3. Final

3. Final


En los 5 000 �ltimos a�os el mundo, nuestro continente, nuestra regi�n, ha conocido cambios extraordinarios. Entramos de la prehistoria a la historia. Unos pocos hombres, dispersos, d�biles, han engendrado descendientes muy numerosos, muy capaces gracias a su n�mero, su organizaci�n y su t�cnica. Esos cambios se han acelerado de manera incre�ble en los �ltimos cien a�os. El mundo de hoy no lo podr�a reconocer el abuelo de nuestro abuelo. Reconocer�a el Sanguanguey y nada m�s. El pueblito de 15 000 habitantes que era su Tepic es una gran ciudad; los montes espesos han casi desaparecido, todo el valle est� cultivado, corren camiones y coches, los aviones atraviesan el cielo, que era de los p�jaros. Tepic queda a tres horas de Guadalajara, cuando se encontraba a cinco d�as, M�xico a 60 minutos en avi�n. Nayarit, M�xico del cual es parte, Am�rica y el mundo son duros para mucha gente, y especialmente para los pobres. Pero la situaci�n est� mejor, para m�s gente, que en ninguna �poca de nuestra historia. Las guerras entre las naciones ind�genas han terminado; no hay un Nu�o de Guzm�n para organizar grandes matanzas, no hay guerra civil ni extranjera; el hambre y la enfermedad no exterminan. Nuestras dificultades son interiores y nos llaman a un esfuerzo continuo para conseguir un ajuste social, para defender a los indefensos, para que todos tengan el m�nimo necesario para llevar una vida humana. A nuestra esperanza le toca afrontar el problema que nos corresponde ahora. El problema de la justicia.


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