Tuvo fama de buen orador. Sus contempor�neos le llamaron "Voz de Plata". Invitado por el Ayuntamiento de M�xico, en noviembre de 1794 predic� en las honras f�nebres de Hern�n Cort�s, y el 12 de diciembre de ese mismo a�o en la festividad de Nuestra Se�ora de Guadalupe, con asistencia del virrey arzobispo. En este �ltimo serm�n revel� su esp�ritu nacionalista, al hacer prehisp�nica la tradici�n guadalupana y al argumentar que la imagen no estaba estampada en la tilma de Juan Diego sino en la capa de Santo Tom�s. En el fondo no era negar la aparici�n sino hacerla m�s antigua. La intenci�n era destruir aquello de que el espa�ol m�s se ufanaba: el haber iniciado la predicaci�n del evangelio en Am�rica. Basado en Boturini, Sig�enza y otros, fray Servando argument� que Santo Tom�s, bajo el nombre de Quetzalc�atl, predic� en M�xico. Estas ideas antihispanistas, precursoras de la Independencia, le valieron el destierro. Enviado a Espa�a, se le priv� no s�lo de predicar, sino aun de ense�ar y de confesar y tambi�n le fue quitado el doctorado. Su vida en el destierro fue admirable. Se evadi� de las Caldas, donde hab�a sido recluido, pero, reaprehendido, fue preso en San Pablo de Burgos y m�s tarde en el convento de San Francisco, de la misma ciudad.