La crisis del sistema misional


Uno de los acontecimientos m�s trascendentes ocurridos entre 1700 y 1767 en la gobernaci�n de Sinaloa y Sonora fue lo que llamamos la crisis del sistema misional, o sea, una serie de transformaciones en la organizaci�n de las comunidades de misi�n que, unidas a otros cambios en las relaciones entre los misioneros y el sector de los colonos, dieron como resultado la progresiva desaparici�n del sistema de misiones a partir de 1767. El conflicto surgido entre los misioneros y los colonos por causa de los trabajadores ind�genas de repartimiento porque no eran suficientes para atender todas las unidades productivas, tanto las misionales como las de los colonos, creci� y se agrav� en la primera mitad del siglo XVIII y acab� por provocar la ruina del sistema misional.

En esta �poca la ca�da de la poblaci�n ind�gena lleg� a su punto m�nimo aunque tuvo una ligera recuperaci�n hacia 1760; por su parte, la poblaci�n de colonos creci� de manera sostenida. Estos cambios en la poblaci�n significaron que hubiera menos trabajadores ind�genas disponibles, m�s minas en operaci�n y m�s consumidores de alimentos en los reales mineros; las misiones, entonces, deb�an producir mayor cantidad de granos con menos trabajadores. Para resolver el problema, decidieron que los indios trabajaran cuatro d�as a la semana en los campos de la misi�n y s�lo dos en sus parcelas familiares. As� mitigaron sus dificultades pero provocaron la inconformidad de los indios. A todo esto hay que agregar que otra carga pesaba sobre las misiones de Sinaloa, Ostimuri y Sonora, la del abastecimiento de la Baja California. En efecto, en el a�o de 1697, los jesuitas iniciaron la evangelizaci�n de los ind�genas peninsulares, pero como en Baja California no fue posible el cultivo de la tierra, los productos agr�colas se enviaban desde el continente, a costa de las comunidades de los r�os Yaqui, Mayo y Fuerte, principalmente.

En el sector de los colonos la inconformidad tambi�n crec�a por los mismos motivos que en el periodo anterior, es decir, por las dificultades para obtener operarios ind�genas que laboraran en las minas. Entre 1700 y 1767 hubo tambi�n colonos que quisieron establecer ranchos agr�colas y ganaderos, pero los misioneros los frenaron. Por una parte, dispon�an de las mejores tierras y del agua para riego en cada comarca y, adem�s, estorbaban a los colonos que quer�an establecer su rancho cerca de las misiones, o bien los hac�a retirarse alegando que las tierras eran de la misi�n o llevaban a aquel sitio su ganado con el fin de impedir la labranza de la tierra.

En el a�o de 1722, los principales vecinos de Sonora y Ostimuri, junto con sus autoridades, celebraron una reuni�n en el real de San Juan Bautista de Sonora para examinar la situaci�n de las provincias y proponer soluciones a sus problemas. Los congregados consideraron que los misioneros jesuitas eran responsables de que los indios no trabajaran con los colonos y de que las minas estuvieran paralizadas. La soluci�n que propusieron fue la secularizaci�n de las misiones, es decir, el retiro de los jesuitas y la transformaci�n de los pueblos en parroquias, la distribuci�n de las tierras de las misiones entre indios y colonos y la libertad de los indios para trabajar con quien quisieran. Por estas fechas el conflicto estaba claramente definido y los colonos presionaban a las autoridades para resolverlo conforme a sus intereses, cosa a�n muy dif�cil, dado el poder econ�mico de las misiones y el considerable peso pol�tico de la Compa��a de Jes�s en el noroeste, en M�xico y en Madrid. Es preciso aclarar que esta crisis afect� a las misiones de las provincias de Sinaloa, Ostimuri y Sonora y no a las de Culiac�n, porque all� las circunstancias fueron diferentes; como ya lo hemos indicado, las misiones de Culiac�n no ten�an una poblaci�n considerable, ni aportaban tapisques ni produc�an de alimentos.

La rebeli�n de 1740

Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente