8. La soberan�a que despierta

8. La soberan�a que despierta


Al conocerse la noticia del cuartelazo en la ciudad de M�xico y los consecuentes asesinatos del presidente y del vicepresidente, los maderistas se agruparon en Huimanguillo. Los hermanos Aguirre Colorado, Isidro Cort�s, A�reo L. Calles, Aureliano y Pedro Colorado se percataron de la indecisi�n del gobernador Manuel Mestre Ghigliazza para desconocer al usurpador Victoriano Huerta.

El 25 de febrero de 1913, Mestre se manifest� al respecto, envi�ndole un telegrama que dec�a: "Un alto deber de patriotismo, que usted sabr� apreciar debidamente, me obliga a coadyuvar en mi puesto en la obra de paz nacional". A�os m�s tarde Mestre justificaba esa postura con el aislamiento en que se encontraba Tabasco y su distancia respecto del centro, adem�s de las dificultades que hubiera implicado el enfrentarse a las fuerzas federales. El 28 de abril el Congreso local reconoci� al gobierno de Huerta, con la excepci�n de varios futuros revolucionarios.

Con el asesinato de Madero tom� forma en Tabasco un nuevo movimiento con mayor articulaci�n y coherencia para acercarse a la nueva corriente pol�tica nacional que el coahuilense Venustiano Carranza articulaba. El 5 de abril se lanz� el grito de rebeli�n en C�rdenas en contra de Huerta. Ram�n Sosa Torres Rafael, Juan Guti�rrez y Fernando Aguirre Colorado, as� como Aureliano y Pedro Colorado, junto con A�reo L. Calles y Pedro Torruco, encabezaron a un grupo de 100 hombres a caballo que tomaron esa poblaci�n, y al d�a siguiente Huimanguillo.

Estos revolucionarios, a los que se unieron los hermanos Carlos y Alejandro Greene, lanzaron varios planes a partir del 8 de abril de 1913: en ellos desconoc�an al gobierno de Huerta, se pronunciaban contra la restauraci�n del porfirismo, en defensa de los principios del sufragio efectivo y la no reelecci�n, contra la servidumbre y por las garant�as individuales.

En el extremo sur del estado, surgi� un movimiento similar a partir de que, el 27 de febrero, lleg� a Balanc�n el vapor de r�o S�nchez M�rmol y los pasajeros compungidos contaron la infausta noticia del cuartelazo militar y de c�mo hab�an perdido la vida Madero y Pino Su�rez. El 16 de marzo, el coronel Luis Felipe Dom�nguez convoc� a sus amigos a una reuni�n en su rancho El Caracol. All�, los revolucionarios de la regi�n de los r�os acordaron levantarse en armas contra Victoriano Huerta.

Aun trataron de convencer al gobernador Mestre para que, en nombre de su vocaci�n maderista, se sumara a ese desconocimiento; pero la gesti�n fracas� y decidieron contactar al gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, quien hab�a desconocido al usurpador y hab�a asumido la direcci�n del movimiento en rebeld�a que se manifestaba en todo el pa�s. Entonces, Carranza le dio a Dom�nguez la responsabilidad de organizar a las fuerzas del estado.

Mientras se articulaban los dos brazos de la Revoluci�n en Tabasco, el doctor Mestre pidi� licencia a su cargo de gobernador el 25 de abril, y en su lugar fue designado el huertista Agust�n Valdez, quien al mando del 18� batall�n hab�a llegado a San Juan Bautista para restablecer el orden, debido a que el 31� batall�n se hab�a sublevado. As� pagaba el antiguo gobernador su indefinici�n frente a la ca�da de Madero, y a�n as� lleg� a la ciudad de M�xico a solicitar audiencia en el Palacio Nacional, donde dio la mano a Huerta el 9 de mayo de 1913; algo que incluso sus amigos m�s cercanos no le perdonaron.

El 24 de mayo se declar� constituido el Ej�rcito Constitucionalista del Occidente de la Chontalpa y se proclam� primer jefe a Pedro C. Colorado. �ste, junto con Carlos Greene y Aurelio Sosa, se fortaleci� y adquiri� un gran peso militar, y sobre todo pol�tico, en el estado.

En la regi�n de los R�os, por Tenosique, el n�cleo encabezado por Luis Felipe Dom�nguez (familiar de Belisario Dom�nguez) hab�a comenzado su actuaci�n; destacaban entre sus filas Pablo Gamas y varios agricultores chicleros, as� como las gentes de Pablo Marenco y Pedro S�nchez Magallanes, integrando la Brigada Usumacinta. Se completaba as� un proceso en el que los dos grupos m�s fuertes de Tabasco hicieron supuestamente a un lado sus diferencias y se unieron para luchar por una sola causa.

Los triunfos de los carrancistas por todo el pa�s, as� como el asedio a Veracruz por parte de tropas estadounidenses, pusieron fin al gobierno de Huerta. En Tabasco, la guerra continuaba y los revolucionarios adquir�an grandes victorias. El 20 de enero de 1914, en la Chontalpa, Carlos Greene y Ram�n Sosa Torres ocuparon la Barra de Santa Ana, guarnecida por 250 soldados federales. Y en los r�os, el general Dom�nguez tom� la plaza de Balanc�n el 26 de agosto. Fue un a�o decisivo para los revolucionarios, porque mientras Carranza firmaba los Tratados de Teoloyucan, pidi� a Dom�nguez que se dirigiera a San Juan Bautista para hacerse cargo del gobierno y de las operaciones militares, de acuerdo con el Plan de Guadalupe. El general Alberto Yarza, como nuevo gobernador huertista, estuvo de acuerdo en negociar, y el 1� de septiembre entreg� el gobierno del estado al cabecilla de la Brigada Usumacinta.

El mismo d�a salieron las autoridades depuestas y algunas familias pudientes que aprovecharon la ocasi�n para abandonar el estado. El testimonio de Andr�s Iduarte, Un ni�o en la Revoluci�n mexicana, dibuja los hechos:

El 2 de septiembre de 1914, luego de librar varios combates, los revolucionarios entraron en la capital de Tabasco. El pueblo vitore� a los generales Pedro C. Colorado, Carlos Greene, Ram�n Sosa Torres, Isidro Cort�s, Jos� Domingo Ram�rez Garrido, Ernesto Aguirre Colorado, A�reo L. Calles y dem�s miembros del ej�rcito de la Chontalpa. Los hechos han trascendido gracias a la pol�mica entre los generales Jos� Domingo Ram�rez Garrido y Mario J. Dom�nguez Vidal. Los revolucionarios fueron agasajados con arcos triunfales y varios festejos. Fue el general Dom�nguez quien firm� como gobernador militar del estado de Tabasco, de acuerdo con las promesas que hiciera la revoluci�n de la Chontalpa y de los R�os, el decreto de amortizaci�n de las deudas de los peones y el de la abolici�n de la servidumbre, y en el que se establec�an sanciones para los hacendados que violaran las disposiciones de los decretos del 18 y 19 de septiembre de 1914.

A la capital pudieron entrar juntos los dos grupos revolucionarios por decisi�n de Dom�nguez, quien llam� a los compa�eros en armas para compartir ese momento. Las pugnas internas, sin embargo, hab�an comenzado a hacer mella en el grupo. Los jefes de los R�os eran transigentes y con un sentido de justicia que imped�a cualquier exabrupto; asimismo, daban garant�as a los hacendados y a los comerciantes poderosos de la entidad. Su acci�n se circunscribi� a una porci�n reducida del territorio tabasque�o; la Brigada Usumacinta ten�a pocos hombres, y sus acciones no armadas no fueron tan determinantes en la ca�da de Huerta.

En cambio, los revolucionarios de la Chontalpa eran radicales y no pon�an freno ni al saqueo de sus tropas ni a sus acciones anticlericales. Eran poco caballerosos y hasta ignorantes. Por ejemplo, de los hermanos Greene se dec�a que Carlos ten�a "aspecto de peluquero [?] y es de una ignorancia aplastante; Alejandro es de torvos instintos". Sin embargo, fueron los de esa regi�n quienes realizaron las acciones militares de mayor envergadura, lo cual dio garant�as a Dom�nguez para negociar con los huertistas, que salieron tranquilos, con toda clase de garant�as; la capital fue recuperada sin mayor derramamiento de sangre.

Dom�nguez y Colorado declinaron su posible postulaci�n para el cargo de gobernador con el fin de evitar fricciones, as� que la responsabilidad recay� en Carlos Greene, mientras Sosa Torres era nombrado comandante militar, seg�n cuenta Alfonso Taracena en Mi vida en el v�rtigo de la Revoluci�n mexicana. Greene ocup� la gubernatura de octubre de 1914 a febrero de 1915, con lo que se lograba una alianza que pudo mantener unidos a los ej�rcitos de la Chontalpa y de los R�os. Al final se reconsider� el punto y Dom�nguez fungi� como gobernador, seguramente con la desaprobaci�n de los de la Chontalpa, que hab�an mostrado una gran disposici�n para la lucha y hab�an estado en la primera l�nea de fuego. Varios gobernadores se sucedieron como producto de las diferencias que se presentaban en el estado, las cuales no constitu�an solamente un problema tabasque�o.

Podr�a decirse que Dom�nguez tuvo una visi�n m�s conciliatoria de la Revoluci�n, en tanto que Greene escogi� una orientaci�n m�s acorde con la pr�ctica pol�tica que el momento exig�a. Las fuerzas internas continuaron en un precario equilibrio, con permanentes desacuerdos y ajustes, y ninguna parec�a tener el poder suficiente para imponerse a la otra. No obstante, Greene consigui� el apoyo del primer jefe gracias a su amistad con el yerno de �ste, C�ndido Aguilar. Quiz� la decisi�n fue consecuencia de las simpat�as y la cercan�a de Pedro C. Colorado con Carranza, mientras que algunos consideraban justa la postura de Francisco Villa. Los carrancistas decidieron participar en la campa�a en contra de Villa y fueron a combatirlo a El �bano, en Tamaulipas. Al regresar a Tabasco, Colorado fue asesinado, y sus colaboradores m�s cercanos apresados. La unidad y la tranquilidad en el estado hab�an durado muy poco tiempo.

Carranza, conocedor de la situaci�n y ante la muerte de uno de sus jefes m�s incondicionales, decidi� enviar a Tabasco al general Francisco J. M�gica, quien al mando de 700 hombres desembarc� en el puerto de Dos Bocas. Era el mes de septiembre de 1915 cuando el coronel Aquileo Ju�rez entreg� el mando al enviado del constitucionalismo. Pero la decisi�n no fue del agrado de ninguno de los dos bandos, de modo que ambos propusieron a Carranza en la ciudad de M�xico que destituyera a M�gica, el cual fue retirado despu�s de dos meses y le sustituy� Dom�nguez; pero las pugnas entre los dos grupos de la Revoluci�n en Tabasco no se resolvieron, y M�gica regres� para proseguir su labor del 24 de febrero al 13 de septiembre de 1916. M�s adelante sali� para intervenir en los debates de la nueva Constituci�n en Quer�taro.

Durante sus dos cortas administraciones M�gica, demostr� su inflexibilidad para resolver problemas. Restituy� a la capital su antiguo nombre de Villahermosa y aplic� los preceptos derivados de las Leyes de Reforma. Devolvi� el car�cter civil a los cementerios e inici� las reivindicaciones que prometi� la Revoluci�n. Por ejemplo, decidi� el primer reparto agrario el 13 de mayo de 1916 y puso fin al litigio entre la Compa��a Agr�cola Tabasque�a y los demandantes de tierra de la Villa de Jonuta. De esa manera entreg� a los vecinos una porci�n de la isla de la Hacienda El Chinal, m�s meritorio a�n porque lo hizo en desacuerdo con Carranza, quien hizo todo lo posible por que las propiedades fueran devueltas a sus due�os.

Adem�s, M�gica mand� perseguir a las fuerzas de Gil Morales, responsable de la muerte de Pedro C. Colorado, hasta que las derrot� cerca de Palenque e hizo fusilar a los sobrevivientes. Sin embargo, los alzamientos continuaron, pese a todos los esfuerzos de recomposici�n pol�tica. Los felicistas asediaron Teapa y luego fueron perseguidos hasta Chiapas por m�s de 100 combatientes de la Brigada Usumacinta; pero volvieron al ataque sobre Pichucalco, hasta que el 28 de abril de 1917 F�lix D�az design� gobernador y comandante militar a Fernando Villar. El carrancista Salvador Alvarado lleg� a Tabasco el 2 de septiembre de 1917 a dirigir la campa�a en contra de los felicistas, para la cual busc� el apoyo del para entonces general Carlos Greene.

Se iniciaba as� la transici�n hacia una nueva etapa que asegurara una relaci�n m�s expedita entre Tabasco y el resto del pa�s. Las diferencias personales se supeditaron a las pol�ticas, los localismos respondieron a una sola intenci�n pol�tica de orientaci�n nacional; se pretendi�, en suma, que a la violencia se antepusiera la raz�n.


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