10. La ca�da

10. La ca�da


Cuando el general L�zaro C�rdenas ocup� la presidencia el 30 de noviembre de 1934, nadie pudo prever que en menos de un a�o �ste se deslindar�a de las posturas del Jefe M�ximo, que hab�a marcado con su sello los �ltimos a�os de la pol�tica en M�xico. Entre quienes no captaron el cambio que se operaba se encontraba Tom�s Garrido Canabal. Con la probable intenci�n de neutralizar su fuerza en Tabasco, el nuevo presidente lo nombr� secretario de Agricultura, y como tal debi� trasladarse a la ciudad de M�xico para poder asumir el cargo.

Garrido lleg� a M�xico acompa�ado de un nutrido contingente de j�venes Camisas Rojas que el d�a previo a la toma de posesi�n viajaron a Cuernavaca para desfilar frente a la finca del general Calles. Todo parece indicar que el antecedente inmediato de la formaci�n de los Camisas Rojas fue la sesi�n del 10 de noviembre de 1931 del Partido Socialista Radical Tabasque�o, cuando los estudiantes Carlos A. Madrazo y Antonio Ocampo recomendaron la creaci�n de un n�cleo de J�venes Revolucionarios Radicales. El mismo Madrazo, siguiendo esa consigna, convoc� cuatro d�as despu�s a los j�venes del Instituto Ju�rez a organizar el Bloque Juvenil Revolucionario, creado al a�o siguiente, en 1932.

El grupo que pronto ser�a conocido como los Camisas Rojas —usaban la prenda de ese color y pantal�n negro como uniforme— se convirti� r�pidamente en un promotor ideol�gico excepcional del garridismo. Los j�venes organizados as� encontraron en el liderazgo de Garrido un motivo para la movilizaci�n y fueron los m�s entusiastas divulgadores de sus ideas en su segundo periodo de gobierno. Alan M. Kirsher, en su libro Tom�s Garrido Canabal y el movimiento de los Camisas Rojas, dice que Alfonso Bates Caparroso fue el principal organizador del grupo, cuya fama trascendi� pronto las fronteras estatales porque Madrazo, como presidente de la sociedad de alumnos de la Escuela Nacional Preparatoria, extendi� en 1933 la organizaci�n hasta la ciudad de M�xico.

El bloque lleg� a aglutinar a un n�mero elevado de asociados, e incluso Druso, el hijo mayor de Garrido, lleg� a portar el uniforme. Los Camisas Rojas se estructuraron como los ejecutores de las consignas del l�der del sureste; denunciaban actividades religiosas clandestinas y fiestas donde se beb�a alcohol. El grupo m�s distinguido, probablemente el de los mayores, lleg� a actuar como brazo paramilitar y, en todo caso, policiaco.

Pero el bloque estaba destinado a convertirse en el tal�n de Aquiles de Garrido, porque ser�a el detonador de los conflictos que originaron su ca�da. Cuando fue nombrado secretario de Agricultura se dec�a que era la prenda del callismo en el nuevo gabinete; pero poco importa esto; pese a las cr�ticas, Garrido continuaba manejando el estado a su antojo; prueba de ello fue la imposici�n de su t�o Manuel Lastra Ortiz como gobernador, antes de que partiera a la ciudad de M�xico, a donde lleg� el 28 de noviembre. Desde luego, los Camisas Rojas iniciaron inmediatamente sus pr�cticas, y el 12 de diciembre, frente a su local de Tacuba, realizaron una asamblea cultural para hablar en contra del fetichismo de la religi�n, que termin� en un fuerte zafarrancho.

Desde luego, esas pr�cticas ten�an a�n menos sentido fuera de Tabasco y, pese a todo, continuaron realiz�ndolas hasta el domingo 30 de diciembre. En esa fecha, la "cultural" fue realizada frente a la parroquia de San Juan Bautista, en Coyoac�n. Cuando los fieles salieron de misa se enfrentaron con los garridistas, y en la confusi�n murieron varias personas. Un joven de los Camisas Rojas, que llegaba retrasado al acto, al ver la confusi�n, trat� de abordar un tranv�a, pero el conductor cerr� la puerta y la multitud enardecida lo linch�.

El delegado de Coyoac�n era el conocido garridista Homero Margalli, quien hab�a ofrecido todas las garant�as a los Camisas Rojas, aunque �stos fueron aprehendidos en la misma delegaci�n; todo parece indicar que quedaron libres cuando el presidente C�rdenas habl� con Garrido y lo presion� para que controlara a su gente y la mandara de regreso a Tabasco. Trinidad Malpica afirm� que Garrido estuvo dispuesto a renunciar, pero que C�rdenas no acept�. Se consideraba por otra parte que los diarios La Prensa y El Universal, donde los partidarios de Garrido hab�an encontrado trabajo, eran responsables del ambiente antigarridista que privaba en la ciudad de M�xico.

Pero como nada lograba contenerlos, dieron su propia versi�n de los hechos en el diario Juventud Roja, que dirig�a el joven Madrazo. Veinte mil ejemplares de esta publicaci�n fueron lanzados en Coyoac�n desde los aviones de Garrido, El Guacamayo y El Rojinegro. Por otra parte, se realizaron grandes manifestaciones estudiantiles, porque simplemente los universitarios no quer�an a los Camisas Rojas en la ciudad de M�xico. El presidente tuvo que intervenir, y despu�s de culpar a los clericales de tantos problemas, su gobierno estableci� algunas medidas que se interpretaron como de apoyo a los garridistas, cuyas actividades no cesaron, aunque s� disminuyeron en intensidad.

Se lleg� as� a junio de 1935, cuando la injerencia de Calles en los asuntos de la pol�tica orill� al presidente a tomar una decisi�n definitiva. El d�a 12 Calles critic� la orientaci�n pol�tica del gobierno cardenista y el presidente lo refut� dos d�as despu�s, aunque al mismo tiempo decid�a sobre la manera de salvar su gobierno y evitar una renuncia vergonzosa como la de Ortiz Rubio. El d�a 16, el gabinete en pleno renunci� a petici�n del presidente y Garrido abandon� la secretar�a de Agricultura. El compromiso del presidente con Calles se disolvi�, y C�rdenas reforz� su posici�n con un gabinete m�s af�n.

Un mes despu�s, el 13 de julio, los enemigos de siempre de Garrido se reunieron en la casa del licenciado Rodulfo Brito Foucher y organizaron una expedici�n, que los diarios llamaron "punitiva", para reconquistar Tabasco. Todos los enemigos, antiguos y recientes, confluyeron en una acci�n en la que el gobierno, lejos de dejar manos libres a los interesados, intervino mediante algunos de sus miembros, como el general Francisco J. M�gica, quien, pese a su conocimiento de Tabasco y a los apoyos que brind� a Garrido en los primeros a�os, decidi� dar a los antigarridistas toda la protecci�n de la secretar�a de Comunicaciones y Obras P�blicas.

El 15 se enfrentaron en Villahermosa los "punitivos" con los partidarios de Garrido, y como resultado de ello hubo varios muertos que enlutaron a los tabasque�os de dentro y de fuera del estado. El escenario fue la calle Ju�rez, en pleno centro de la ciudad. Irresponsabilidad o provocaci�n, lo cierto era que el gobierno central no pod�a permanecer impasible, y el 23 de julio desconoci� los poderes del estado de Tabasco y nombr� como gobernador interino a A�reo L. Calles. En medio de continuas manifestaciones y sepelios multitudinarios, pues entre los muertos se encontraba un hermano de Brito Foucher y con la presencia de los estudiantes universitarios de la ciudad de M�xico, el poder de Garrido se eclipsaba.

Los numerosos enemigos que Garrido hab�a dejado en su camino coincidieron en ese momento. Como consta en la Direcci�n General de Gobierno, la Agrupaci�n Revolucionaria Tabasque�a escribi� a C�rdenas, que viajaba en el tren presidencial, para transmitirle los rumores de que hab�a inter�s en asesinarlo para restaurar el callismo; esa organizaci�n se�alaba adem�s que combatir�a hasta "acabar con el callismo que representa Tom�s Garrido Canabal y sus secuaces". El mensaje estaba firmado por su primo hermano Jos� Domingo Ram�rez Garrido, a quien derrot� en las primeras elecciones en las que particip�. Y como si no hubiera pasado el tiempo, Ram�rez todav�a hizo esfuerzos para lanzar su candidatura por la gubernatura de Tabasco.

Al d�a siguiente de que C�rdenas recibi� el mensaje, el 10 de agosto, el hombre que mantuvo en jaque a Tabasco durante m�s de 15 a�os, y a quien se le consideraba responsable de la violencia que signific� el derramamiento de tanta sangre, sali� del pa�s en un supuesto "exilio voluntario" para cumplir una misi�n agr�cola que le encomend� el presidente. Pero esa deferencia dur� apenas unos meses, porque el 26 de diciembre de 1935 el general Eduardo Hay, secretario de Relaciones Exteriores, comunic� a Garrido que, debido a las erogaciones que deb�an hacerse por concepto de los compromisos derivados del Plan Sexenal, el presidente le pidi� hacerle extensivo que esa secretar�a no pod�a seguir manteniendo "la Comisi�n que usted desempe�a". Esta decisi�n hac�a a�n m�s expl�cito el hecho de que el l�der del sureste sal�a expulsado por una sociedad que hab�a cambiado, de lo cual no logr� darse cuenta a tiempo.


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