LINGÜÍSTICA, GRAMÁTICA Y EDUCACIÓN PRIMARIA


I

El análisis del Plan de Estudios de la Licenciatura en Educación Primaria, y el lugar que en él ocupan las disciplinas lingüísticas, me llevaron a formular las reflexiones que siguen.

La bien fundamentada hipótesis de Noam Chomsky sobre el carácter innato de la capacidad lingüística podría parecer argumento válido para poner en entredicho la necesidad y el sentido de la enseñanza de la lengua materna en los programas de educación elemental. Ante la evidencia de que cualquier niño normal es capaz de expresarse, podría antojarse superfluo dedicar muchas horas de la semana escolar a la práctica de la lengua materna. Son, empero, múltiples y de gran peso las razones que obligan no sólo a mantener sino a fortalecer este aspecto de la educación. Si resulta inobjetable la lúcida argumentación chomskiana, debemos aceptar igualmente que en la práctica se puede establecer una amplísima escala en lo concerniente al dominio de la lengua oral y escrita por parte de los sujetos de una misma comunidad cultural. No por emotivas son menos ciertas las muchas veces citadas palabras de Pedro Salinas en El defensor: "No habrá ser humano completo, es decir que se conozca y se dé a conocer, sin un grado avanzado de posesión de su lengua. Porque el individuo se posee a sí mismo, se conoce expresando lo que lleva dentro, y esa expresión sólo se cumple por el medio del lenguaje".

Con independencia de su carácter eminentemente social, la lengua es el instrumento indispensable para la adquisición, por parte del educando, de todos los demás conocimientos. No debe concebirse, por tanto, como una asignatura más del currículo escolar, pues, a mi ver, está indefectiblemente presente en las otras materias y su dominio condiciona en gran medida todos los demás aprendizajes. No parece, pues, hiperbólico hablar del lenguaje como cimiento de la educación.

Aunque todos sabemos que el lenguaje es una función natural del hombre, tampoco ignoramos que existen dificultades para desarrollar la habilidad de hablar (y escribir) de manera clara y precisa, lo que, en gran medida, equivale a desarrollar la claridad y precisión del pensamiento. La escuela debe brindar al alumno la oportunidad de una ejercitación del lenguaje que, a diferencia de la que tiene cotidianamente en el seno de la familia, sea sistemática, planificada, que conduzca al niño a integrarse con adecuación a los papeles de la sociedad en que vive.

Hasta hace poco había en México, en los planes de estudio de la escuela primaria y secundaria, una tácita identificación entre lengua española (castellano o lengua nacional) y gramática; es decir, el contenido de la asignatura se caracterizaba por una abrumadora y, en gran medida, inútil información gramatical, casi siempre de índole dogmática y memorista. Por fortuna disponemos ahora no sólo de planes de estudio que señalan con claridad objetivos "tendientes a modificar la conducta y no únicamente a informarlo, sino que también contamos con nuevos libros de texto, gratuitos, que, redactados por especialistas, facilitan enormemente el logro de los objetivos propuestos.

Son seis las metas que se formulan para la enseñanza del lenguaje en la escuela primaria: 1) enriquecimiento de la capacidad de expresión oral; 2) incremento de la aptitud para comprender la lengua; 3) desarrollo de la habilidad para estructurar el pensamiento a través de la lengua; 4) comprensión, por medio del análisis, del funcionamiento del lenguaje en general y de la lengua española en particular; 5) adquisición y utilización de la lectura y la escritura; 6) desarrollo de la sensibilidad y creatividad estéticas a través del lenguaje.

Bien visto, sólo el punto 4) hace referencia explícita a contenidos gramaticales, pero, lo que resulta más importante, también hace mención a temas de lingüística, pues "el funcionamiento del lenguaje en general" es sujeto de estudio de una ciencia más amplia que la gramática, la lingüística, y a ella compete el resolver temas que aparecen en los libros de texto: "toda lengua es un sistema", "lengua y habla", "el plano de los modelos y el plano de las combinaciones", "los niveles de la lengua", etc. El análisis de los seis objetivos nos demuestra que se ha llevado a efecto una saludable inversión de proporciones, pues mientras antes se hacía hincapié en conocer sólo un aspecto de la lengua, el morfosintáctico, hoy se pretende enseñar a emplearla, a valerse de ella, a manifestar por ella los infinitos matices del pensamiento; hoy se atiende, en una palabra, al aspecto productivo del lenguaje: hay que trabajar con la lengua antes que sobre la lengua. Debe quedar claro sin embargo que se trata de una inversión de proporciones, no de la supresión de la gramática. Es necesario por ende determinar la cualidad y cantidad de información teórica que se debe proporcionar al alumno, y la manera de dosificarla a lo largo de los años de escuela.

II


Dos son las características predominantes en la gramática que debe estudiar el niño: funcional y viva. Debe evitarse la perjudicial atomización de conceptos, la abrumadora carga de complicadas reglas y extensas definiciones para atender a las peculiaridades esenciales del sistema lingüístico. Por otra parte, no conviene perder de vista la necesidad de adaptar las nociones gramaticales a la capacidad lingüística del alumno, utilizando procedimientos preferentemente inductivos y haciendo hincapié en la concepción de la lengua como medio de comunicación, prestando atención a los hechos de la lengua auténtica, es decir, resulta necesario convertir la gramática en algo vivo, ya que todo aprendizaje no es otra cosa que un proceso de desarrollo.

Sin dejar de reconocer que el modelo de gramática debe explicar de manera satisfactoria la estructura de la lengua, y que debe enseñarse gradualmente al estudiante, no puede tampoco, por razones obvias, suprimirse en forma total el aspecto normativo, ya que el estudiante forma parte de una sociedad que establece usos y costumbres, de los que no escapa la lengua.

Aunque parezca a primera vista paradójico, el maestro, encargado de entregar pequeñas y selectas dosis de gramática al estudiante, está obligado a conocerla profundamente. La adecuada elección de nociones gramaticales de carácter fundamental y la manera de enseñarlas suponen en el maestro una gran responsabilidad que sólo puede cumplirse en la medida en que domine la materia. Si se ha sugerido la conveniencia de reducir a lo esencial la información gramatical en el currículo de la enseñanza elemental, resulta igualmente aconsejable fortalecer la formación teórica de los futuros responsables de la enseñanza.

Antes me referí a la inclusión, en los programas y textos mexicanos de enseñanza primaria, de algunos temas de lingüística general, a los que se podrían añadir otros de evidente interés: la oposición lengua hablada / lengua escrita, la dicotomía de lengua y habla, el concepto de lengua estándar, la noción de estructura, la oposición forma/significado, la diferencia entre estructura, superficial y profunda el concepto de competencia lingüística, de creatividad del lenguaje, entre otros muchos. Por ello parece no sólo conveniente sino necesario introducir, en los planes de estudio de la Licenciatura en Educación Primaria y, sobre todo, en la especialidad de Español de la Normal Superior, alguna asignatura que tenga que ver con lingüística general. Ciertamente el tema de la lingüística como tal no es la enseñanza de la lengua. Esto quiere decir que no todo cambio operado por especialistas en el estudio de la lengua debe relacionarse necesariamente con modificaciones en la didáctica de la lengua materna (o de lenguas extranjeras). Pero no hay que olvidar que debido a que la lengua es la materia de estudio tanto de la lingüística cuanto de la enseñanza del idioma materno debe aceptarse la posibilidad de un mutuo enriquecimiento, es decir que cada una de las disciplinas puede aprender algo de la otra. Lo trascendente es que las modificaciones en la enseñanza por parte de los maestros no sigan siendo sólo de carácter intuitivo sino que dependan cada vez más de un acrecentado conocimiento del fenómeno del lenguaje y de su enseñanza.

He mencionado lo plausible que a mi ver resultan los nuevos programas y textos de español en la escuela primaria mexicana, que además de poner especial atención en el aspecto práctico del lenguaje, proporcionan al alumno útiles nociones de lingüística y no sólo de gramática. Estos textos, preparados por lingüistas, deben ser cabalmente comprendidos por los maestros encargados de usarlos. Esto puede lograrse mediante el fortalecimiento de las disciplinas lingüísticas durante su formación profesional.


III


Explicablemente, en comparación con los contenidos del plan de estudios de la Normal Superior, las dosis de linguística y gramática que se daban a los estudiantes mexicanos de Educación Normal Primaria (antes de la actual licenciatura) eran muy reducidas, pues los futuros maestros de nivel elemental debían adquirir muchos otros conocimientos pertenecientes a las diversas áreas que manejan en su ejercicio profesional. El plan de estudios hasta hace poco vigente, aprobado en 1978, contenía ocho semestres lectivos con un total de 252 horas semanales de clases. A la asignatura denominada Español correspondían apenas 18 horas semanales distribuidas en los seis primeros semestres, a razón de tres por cada uno de ellos, es decir un escaso 7% del tiempo que el normalista dedicaba a su formación correspondía al estudio del lenguaje.

Al revisar el programa específico de español, se observa que contenía seis objetivos generales que se iban especificando después en cada uno de los seis niveles o cursos: a) Expresión oral; b) Expresión escrita; c) Lectura; ch) Literatura infantil; d) Literatura general; e) Lingüística. Como se ve, a la lingüística correspondía sólo la sexta parte de las pocas horas dedicadas a la asignatura español, es decir sólo 16% del tiempo asignado a esa materia y un ridículo 1% del tiempo total de la carrera.

Por desgracia, esto no es todo: en esas pocas horas de docencia lingüística debía hacerse caber tanto la información gramatical cuanto las nociones de lingüística general. El análisis de los 24 objetivos particulares, seis por cada una de las cuatro unidades en que se dividían los seis niveles o cursos, permite ver que 19 eran de carácter morfosintáctico y sólo cinco lo eran de contenido lingüístico estricto. Los temas de éstos eran: 1) Lenguaje, lengua, norma y habla, circuito del habla; 2) Ciencia y signos lingüísticos; 3) La doble articulación; 4) Fonema, morfema, palabra, sintagma y discurso; 5) Diacronía. Si se considera que en 1% de la carrera de normal básica debían explicarse 19 temas de gramática y cinco asuntos de lingüística general, muy complejos por otra parte, se estará de acuerdo en que este propósito se reducía en la práctica a unas cuantas conferencias en las que los alumnos más atentos y capacitados podían a lo sumo establecer superficial contacto con algunas confusas ideas, mientras la gran mayoría salía de la Escuela Normal sin conocimiento alguno de lingüística general.

Hace algunos años, el Presidente de la República firmó el acuerdo por el que se creaba la Licenciatura en Educación Primaria. De conformidad con la presentación que se hizo del nuevo modelo académico, entre otras características, pueden mencionarse las siguientes: se trata de un proyecto revolucionario, por cuanto constituye un nuevo modelo pedagógico en nuestro país; asegura el carácter científico de la formación del nuevo educador; la investigación y la práctica de la docencia se ven fortalecidas por el estudio de las bases filosóficas, por la axiología y la teleología de la teoría educativa.

Por lo que toca a la lengua española y a su estudio y conocimiento, se señala textualmente que será uno de los dos lenguajes principales que merezcan atención en el plan de estudios (el otro es el lenguaje de las matemáticas y la estadística), y será interpretado "como una tarea especialmente urgente para fortalecer la capacidad de comunicación oral y escrita del estudiante de pedagogía".

El plan de estudios que cursarán en adelante todos los futuros maestros de Educación Primaria considera ocho semestres que incluyen un total de 442 créditos y 238 horas semanales de clases. A la asignatura denominada Español I y II corresponden ocho horas semanales por dos semestres y 16 créditos (3.6% del total). Poco tiempo, si se considera que, por ejemplo, se concede mayor interés a materias como Apreciación y Expresión Artísticas I, II y III (12 horas y 18 créditos). A esa "tarea especialmente urgente", de que se habla en la presentación de este modelo académico, el estudio del Español, no se asigna más espacio que, digamos, a la Educación Física. Más importante que el tiempo asignado resulta el contenido mismo de la asignatura, al que me referiré con mayor detenimiento.

IV



Me interesa destacar, en el plan de estudios de la Licenciatura en Educación Primaria, el contenido de los cursos de español, lo que los pedagogos denominan el programa de la asignatura. En los objetivos se señala que estos cursos "pretenden proporcionar al estudiante destrezas lingüísticas que le permitan desarrollar actitudes reflexivas, críticas y creadoras que lo conviertan en usuario y generador de cultura en el marco de una educación permanente". El carácter eminentemente práctico queda explicitado en el término "destrezas lingüísticas". Por lo que al enfoque se refiere, han sido diseñados como "talleres de expresión oral y escrita, y de lectura". Esto es, un ámbito donde puedan desarrollarse las "destrezas lingüísticas". Además, el enfoque deberá ser: instrumental (el lenguaje como un medio de comunicación), interdisciplinario (su práctica estará orientada hacia los contenidos de las otras áreas de la licenciatura), práctico (comprenderá "metodologías útiles para el manejo del lenguaje") y nacionalista (el lenguaje que se emplee "deberá ser preferentemente el adoptado por la sociedad mexicana, independientemente de lo 'correcto' o lo 'incorrecto', sin dejar de enfatizar el léxico culto y técnico").

El contenido de las cuatro unidades del curso de Español I es: 1) El análisis y la síntesis; 2) La descripción; 3) La exposición y el comentario; 4) La creación literaria. El de las unidades del segundo curso: 1) Los textos informativos; 2) La compilación; 3) El resumen y la paráfrasis; 4) El informe técnico. Mucho podría decirse sobre estos programas: su dispersión de asuntos de difícil integración en un todo organizado; su carácter poco definido (en la unidad 1 se propone que "el alumno sistematice la práctica de lectura en un proceso psíquico-cultural", por ejemplo); la impertinencia de ciertos libros de las bibliografías básicas (Didáctica de la escritura muscular y script para "análisis y síntesis" o el Curso superior de sintaxis española de Gili Gaya para "exposición y comentario", sea por caso); la impropiedad de designar como "Español" a una asignatura que, en todo caso, pudo llamarse algo así como "talleres de lectura y redacción", etcétera.

Lo que me interesa empero destacar es que, si en los planes de estudio de 1978, el futuro maestro de primaria dedicaba un 1% del tiempo total de su carrera a la lingüística y la gramática (el 16% del espacio concedido entonces a la asignatura español), ahora tales disciplinas están ausentes por completo en los nuevos programas. Independientemente de los conocimientos que los licenciados en Educación Primaria puedan adquirir sobre lingüística y gramática en su bachillerato (cuyos planes, según el acuerdo presidencial, se deberán apegar a los acuerdos 71 y 77 de la SEP), no tendrán otros más a lo largo de su formación profesional. A reserva de analizar con la debida atención los programas del bachillerato pedagógico, puede pensarse que el licenciado en Educación Primaria no tendrá más conocimientos lingüísticos y gramaticales que los que pueda tener un médico veterinario o un contador público, por ejemplo. Lo grave del asunto es que el médico veterinario o el contador público no deberán transmitir a los niños conocimientos lingüísticos y gramaticales, y el maestro sí, mientras no se borren por completo las poquísimas nociones que de estas materias perviven en los planes de estudio de la Educación Primaria.

Siempre he reconocido la conveniencia de que los niños mexicanos de hoy, de conformidad con los planes vigentes, den primordial importancia a la práctica del lenguaje, pues no cabe duda de que es más importante usar la lengua que estudiarla o corregirla excesivamente. Esto no obsta empero para que nuestros estudiantes de primaria cuenten con una información teórica, lingüística y gramatical, cuya cantidad y calidad deben determinarse con todo cuidado. En relación con la teoría y la práctica del lenguaje en la educación elemental, puede hablarse de una saludable inversión de proporciones, si se considera que, hasta hace algunas décadas, esta asignatura era predominantemente informativa, en favor del aspecto práctico, pero nunca de la supresión absoluta de la gramática y la lingüística. Lamentablemente esto es lo que ha sucedido en la nueva licenciatura en Educación Primaria: se ha suprimido cualquier tema relacionado con la lingüística y la gramática. Esto por fuerza conducirá a un mayor empobrecimiento cultural en el país.

V


Independientemente de que, por lo menos en determinados aspectos, la gramática puede resultar útil para una mejor comprensión de lo que se lee o se oye, y para una mayor claridad y precisión de lo que se escribe, es evidente que su presencia en los contenidos de los programas se justifica plenamente por otras razones, que yo me permitiría caracterizar como de cultura elemental obligatoria. Tengo la impresión, equivocada tal vez, de que paulatina pero consistentemente se viene dando en nuestro país un fenómeno que me atrevería a denominar empobrecimiento cultural de nuestros niños y jóvenes. Quizá estemos en un extremo del movimiento pendular, tan típicamente humano: después de un largo periodo (fines del siglo XIX y primera mitad del XX) en que los estudiantes, de manera predominante, se dedicaban a memorizar (partes de la oración, funciones de las palabras, capitales del mundo, nombres de ríos, fechas históricas, huesos y músculos, familias de plantas, especies animales, etc.), hemos llegado al exceso contrario: no interesa que el niño memorice, lo único válido es lo práctico, las llamadas modificaciones en la conducta. Evidentemente el justo medio nunca se logra. Ignoro si, por ejemplo, nuestros estudiantes de sexto grado están en efecto conscientes de los problemas de la polución ambiental, si en verdad se expresan con fluidez, si tienen mejores hábitos de salud, si son más sensibles a las manifestaciones artísticas, si están adentrados en la crisis centroamericana; lo que sí parece cierto es que, en términos generales, son más "incultos" que los niños de décadas pasadas. Si antes el problema era que se exageraba en la memorización de lugares, fechas, personas, clasificaciones, ahora sucede que los estudiantes no saben dónde queda el Amazonas ni quién fue Julio César, no distinguen un paquidermo de un felino, ni una amiba de un insecto.

Entre los conocimientos culturales de carácter enteramente elemental están los lingüísticos y gramaticales. Resultaría inconcebible que los planes de estudio no tomaran en consideración, sea por caso, la historia y la geografía de México, y que por ende los niños y jóvenes de nuestro país estuvieran destinados a la ignorancia sobre nuestros orígenes y carecieran de los indispensables conocimientos que les permitieran identificar su propia patria e identificarse a sí mismos. No cabe duda de que la lengua, el lenguaje doblemente articulado de que habla Martinet, es una capacidad, una función, una característica esencialmente humana. Si no podemos ignorar cómo está constituido nuestro cuerpo, es igualmente indispensable conocer los principales rasgos del lenguaje humano, que viene a ser, en definitiva, aquello que nos diferencia de los animales.

De ahí que se trate de una plausible iniciativa la que tuvieron, hace algunos años, los redactores de los libros de texto gratuitos al incluir, en los programas, nociones elementales y bien dosificadas de lingüística general, sobre todo aquellas que tienen que ver con el carácter sistemático de la lengua y con el fenómeno de la comunicación humana y del circuito del habla. Sin embargo los encargados de transmitir estos conocimientos a los niños, los licenciados en Educación Primaria, no estudiarán lingüística (ni gramática) durante su formación profesional.

VI


Así como la lingüística general explica las peculiaridades esenciales del lenguaje humano que, como capacidad de comunicación, es uno y el mismo para todos los seres humanos, la gramática o —si se quiere— las gramáticas exponen las características de los sistemas particulares, denominados lenguas, por medio de las cuales cada grupo humano, culturalmente diferenciado, realiza la capacidad lingüística de intercomunicación. Innecesario resulta insistir en que, así como el hombre en general queda definido frente a los demás animales por su capacidad lingüística, así cada grupo humano tiene en su propia lengua el mejor baluarte de su identidad.

De todo esto debe cobrar conciencia el niño en la escuela; es éste el tipo de cultura elemental que lamentablemente se está perdiendo de manera cada vez más acelerada. Y esta conciencia no se adquiere por la simple ejercitación lingüística, con la sola práctica oral y escrita. Se trata desde luego de un asunto de naturaleza teórica que, como tal, debe exponerse, en términos adecuados, a los niños y a los jóvenes. Existe la tendencia reprobable de identificar gramática con mala gramática. Esta última es la que ha provocado, como las malas matemáticas, el generalizado rechazo. Hay que reconocer que todavía es poco lo que de las nada nuevas corrientes estructuralistas se ha incorporado a los programas escolares en México. Es necesario ir dotando, cada vez en mayor medida, a los exiguos contenidos de lingüística y gramática de los actuales programas, de marcos teóricos y métodos de exposición modernos que permitan al estudiante captar, casi de golpe, su verdadera y trascendente importancia.

Sin embargo ¿cómo podrá llevarse a cabo esta labor en las aulas escolares de nuestras escuelas primarias si nuestros futuros licenciados en Educación Primaria, durante sus cuatro años de formación profesional, no recibirán, de acuerdo con el publicado plan de estudios, ni siquiera algunos elementos de lingüística general, ni al menos algunas nociones de gramática española? De inmediato se alegará que en su bachillerato serán atendidas éstas y otras cuestiones de cultura general para que puedan así, en sus estudios superiores, dedicar la casi totalidad de su tiempo a asuntos de índole pedagógica. Sigo creyendo que los conocimientos lingüísticos y gramaticales deberían estar presentes en el plan de estudios de la Licenciatura en Educación Primaria. Quizá ni siquiera sea necesario suprimir para ello alguna otra asignatura. Bastaría simplemente con dedicar a aspectos teóricos de lingüística general y gramática una parte al menos del programa de español, ya incluido, que íntegramente está consagrado a talleres de expresión oral y escrita y de lectura. Es lícito pensar, además, que esas destrezas lingüísticas (integración de los tres aspectos de la expresión verbal: hablar, leer y escribir) deberían haber sido adquiridas por el estudiante a lo largo de su formación anterior. Cuando se llega a la licenciatura, supongo, se debería estar ya en posesión de esos indispensables instrumentos del conocimiento. Podría así, es al menos lo que sugiero, destinarse parte de ese espacio a la explicación de problemas fundamentales de lingüística y de gramática, que permitieran al futuro docente interpretar adecuadamente los poco numerosos pero importantísimos asuntos de esta naturaleza que todavía, para bien de una endeble cultura elemental, están presentes en los planes de estudios de la educación básica.

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