¡OH TÚ, del
cielo para mí venida,
dura, mas ingeniosa,
calamidad, a Dios agradecida,
sola, desengañada y religiosa
merced, con este nombre disfamada,
de mí serás cantada,
por el conocimiento que te debo;
y si no fuere docto, será nuevo
por lo menos mi canto
para ti, que naciste al luto y llanto,
a quien da la ignorancia injustas quejas!
Tú, que, cuando te vas, a logro dejas,
en ajeno dolor acreditado,
el escarmiento fácil heredado;
de nadie deseada,
y, a su pesar, de muchos padecía,
de pocos conocida,
de menos estimada;
tú, pues, desconsolada
calamidad, de inadvertidos llantos
flacamente mojada,
risueña sólo en ojos de los santos;
tú, hermosamente fea,
averiguaste lo que a Dios debía
en cautiverio la nación hebrea.
Por ti la vara tuvo valentía,
que armó contra el tirano
de maravillas a Moisén la mano,
al pie que peregrino y doloroso
el desierto pisaba temeroso;
la columna que ardía,
que contrahizo al sol, que fingió al día,
las piedras hizo desatar en fuentes
y vestirse de venas las corrientes;
halagó con las nubes los ardores,
disimuló con sombra los calores,
llovió mantenimiento
con maravilla y novedad del viento.
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