Quevedo
DON FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS, caballero de la orden de Santiago y señor de la Villa de la Torre de Juan Abad, nació en Madrid en 1580 y murió allí mismo en 1645. Su obra es fiel espejo de su vida: ambas polifacéticas, venturosas y aventureras. Por un mal lance, defendiendo su honor de caballero, tuvo que huir a Sicilia, donde estuvo bajo la protección del virrey duque de Osuna. Regresó a España y gozó de favores en la corte de Felipe IV mas su enemistad con el conde duque de Olivares lo hizo caer nuevamente en desgracia.

Su obra cubrió un abanico de géneros literarios, desde escritos políticos, novela picaresca y prosas satíricas, hasta sonetos, salmos y letrillas, con los que se consolidó como uno de los máximos exponentes del género barroco. Quevedo era un amante de las palabras y como tal jugaba y recreaba cada sílaba del lenguaje, preocupado más por el asombro que provocan las palabras que por la confirmación de las cosas a través de ellas. Fue capaz de escribir los versos más enamorados, verdaderos homenajes al más íntimo de los sentimientos, al mismo tiempo que escribía versillos burlones y rimas jocosas sobre las circunstancias más ridículas y cotidianas de su entorno.

A Quevedo no se le relaciona con un libro específico; su grandeza se reparte a lo largo y ancho de todos sus párrafos y líneas. A diferencia de otros autores monumentales, Quevedo está estrechamente vinculado con la lengua castellana; traducirlo a otros idiomas implica no sólo la difícil tarea de equiparar sus rimas o explicar sus juegos lingüísticos, sino, además, ensayar una suerte de psicoanálisis, pues su ánimo y su carácter, la parafernalia de sus letras y los avatares de su existencia difícilmente se entienden más allá de las fronteras hispanohablantes.

En palabras de Jorge Luis Borges: "Acaso nadie, fuera de su ostensible rival y secreto cómplice, Góngora, ha paladeado el castellano, el peculiar sabor de cada palabra y de cada sílaba" como lo hizo Quevedo. FONDO 2000 presenta una selección poética de quien, desde la soledad de su torre y rodeado de libros, escribiera: "Vivo en conversación con los difuntos y escucho con mis ojos a los muertos".