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ÁBRESE el fuego, y salta la burbuja 
metálica de un pez; barre los ojos 
una flor instantánea; doble salto 
mortal, ensaya el corazón. Amigos, 
algo mejor gocemos que un lamento. 

Ya, para no caerme, estoy colgado 
de tu clavo, alegría; de tu absorto 
badajo, de tu azúcar infalible 
de mujer conseguida. 

Has caminado 
de gusto, te has sentado de gusto, 
has llorado de gusto hasta reírte. 
Eras tuya, y bailabas, y las piernas 
no te dolían tanto. Y es domingo. 

Escaleras del aire, pan del día, 
turquesa el vuelo entre nosotros. 

Y de pronto es domingo, 
y hay gente, y es de fiesta 
y fraterna la gente, y es ahora, 
y hay el viaje y la carta recibida 
y el intercambio de la contraseña, 
y la risa espiral regocijada. 

Risa del pobre, cúpula sin suelo 
por sí misma orquestándose; 
música sin orquesta que la amarre, 
deslimitándome, soldándome, 
compacta, el dentro y el afuera. 

Desde la almendra glandular me encumbras, 
desde las cuatro alcobas 
cordiales, me trabajas, alegría; 
plural jarabe, rosa visitante, 
llave de toda cerradura. 

Amigos, ha pasado la nocturna 
concepción de los cantos, y la víspera 
de cristal doloroso, y la semilla, 
y está el deleite con nosotros 
como vino de suyo madurado. 

Y está en las manos el solemne 
fulgor; el número premiado 
en esta lotería de campanas.

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