OJOS que nunca me veis
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis,
hermosos ojos que adoro:
estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla.
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!
Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera;
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
glorificad mi pesar.
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí,
ojos verdes como el mar!
Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza
con lejanías de cielo.
Ojos que al través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.
Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas,
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor del río
que por esquivo me enojas,
luz que la del sol sonrojas,
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.
Octubre de 1894
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