Debate del cuerpo

LAMENTO que entre tumbas se consume 
como época de sombra en una desatada tempestad, 
mi corazón esparce su evidencia, 
su dura flor de roca desolada 
y al desbordarse forma 
un cálido latir sobre la piel; 
golpean más allá del cuerpo sus defendidos límites 
prolongando su extrema vigilancia 
contra un mundo al fin eco de mi sueño. 

En ceniza y olvido ha de morir, 
mas hoy insiste aquí como quien baña 
con un lenguaje mudo sus palabras, 
surgido de una voz que interminable se repite 
acaso en sombra madurando, 
a través de su luz dormida sobre los sentidos 
para crear un mundo de armonía, 
como un deshecho aliento que retoma a su origen 
y vuelve a ser imagen de su fuente. 

Y soy yo mismo su violento impulso 
al anegarme entre mi propia carne, 
viviendo en ella defendido, 
cómplice de mi ser que contra el tiempo me levanta 
con su voraz sentir la vida dentro, 
y me abandona a cóleras y miedos, 
me hunde en témpanos de espadas, 
cuando al mover sus aguas con mis labios, 
en lucha contra mi recuerdo, 
frente a formas ajenas a mi imagen, 
como un abismo ya sin nada cercano al corazón, 
en ella me refugio, convencido 
de que existo en la vida de mi piel, 
habitando el sepulcro de mi cuerpo. 

Aquí me encuentro oscuro e incorpóreo, 
sin un viento que cambie mi identidad continua, 
y luego me someto a su olvidado duelo 
de lágrimas calladas,
como nace un olvido de otro olvido 
y una roca es igual a su dureza. 

Habito mi probable noche, mi laurel de adversario 
sobre la arena trémulo abatido, 
y viajo por mi cuerpo 
en testimonio de que no existe un espejo 
o simple fuente contra mí rebelde, 
porque soy mi enemigo sentenciado, 
mi propia víctima, la orilla 
saciada entre sus límites, en un constante incesto 
o presagio de mar que no requiere playa.

Índice Anterior Siguiente