Retorno

DONDE estoy nada queda 
y existir es vivir en tu recuerdo, 
ver una luz atravesando 
el rumor arrancado de un cadáver, 
escuchar a pesar del miedo 
la palabra de un niño que gemía 
y tener en las manos un hálito, un temblor 
y un profundo lamento ensombrecido. 
Pensar en ti no es pensar
con alguien o con algo 
sino hundirme en mí mismo y mi principio, 
como llegando a un extremo donde fluyen 
una tranquilidad de corazón roído, 
una amargura de rencor oscuro, 
un retornar al hombre desgarrado, 
y recordar que el pensamiento muere 
a través de ese tiempo que a ti te pertenece, 
sin más impulso que tu desamparo, 
como una prolongada enfermedad, 
como sonido que flotara en un abismo. 

Y todo vive inútilmente: 
adonde miro allí me encuentro 
en vano espejo de mi soledad, 
con simulado rostro de Narciso 
o humo que pretende conservarse; 
hallo sólo tinieblas 
y empiezo a caminar por dentro de mi cuerpo, 
y aquí te palpo y me maldigo 
porque vuelves a ser, pero en recuerdo. 

Vivo ahora contigo y nada turba 
la posesión del tiempo en que viviste, 
y nada ha de cambiar mi pensamiento 
cuando pensar en ti es contemplar 
mi propia voz por sueños invadida 
y dolerme de haber creído en mí 
como en algo que existe fuera de todo tiempo, 
de mí mismo nutrido,
seguro de mi voz. 

Amarte hoy sería desertar, 
huir del odio que por mí acreciento 
bajo el latido de mi corazón; 
fuera negar la luz que al rumor sobrevive, 
o afirmar que la flor 
no crecerá jamás en mis entrañas 
con un sabor de imagen prolongada 
a través de la carne, 
sobre el silencio húmedo del túmulo 
de esta mi soledad que resucita y me regresa 
al desierto en que siempre había creído.

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