ROMANCE CATORCE

En que dos caballeros leoneses vencen
a tres condes castellanos
   Riberas de Duero arriba
cabalgan dos zamoranos.
que, según dicen las gentes,
padre e hijo son entrambos;
padre e hijo son los hombres,
padre e hijo los caballos.
Las divisas llevan verdes,
los caballos alazanos;
fuertes armas traen secretas
y encima muy ricos mantos;
adargas ante sus pechos,
gruesas lanzas en sus manos;
espuelas llevan jinetas
y los frenos plateados;
y por un repecho arriba
suben más recios que galgos.
   Salen a mirarlos todos
del real del rey don Sancho;
desque cerca del real fueron
sofrenaron los caballos,
y al cabo de una gran pieza
soberbios ansí han fablado:
—¿Tendredes dos para dos
caballeros castellanos
que quisiesen hacer armas
con otros dos zamoranos,
para daros a entender
que no hace el rey como hidalgo
en quitar a doña Urraca
cuanto su padre le ha dado?
No queremos ser tenidos,
ni queremos ser honrados,
ni rey de nos haga cuenta,
ni conde nos ponga al lado,
si a los primeros encuentros
no los hemos derribado.
Y siquiera salgan tres
y siquiera salgan cuatro,
y siquiera salgan cinco,
no les huiremos el campo;
con tal que no salga el Cid,
ni ese noble rey don Sancho,
que lo habemos por señor,
y el Cid nos ha por hermanos;
de los castellanos otros
salgan los más esforzados.
   Tres condes lo están oyendo,
todos tres eran cuñados:
—¡Los de Zamora, atendednos,
que nos estamos armando!
Mientras los condes se armaban,
el padre al hijo está hablando:
—Volved, hijo, vuestros ojos
a Zamora y sus andamios,
mirad dueñas y doncellas
cómo nos están mirando.
Hijo, no miran a mí
porque ya soy viejo y cano,
mas miran a vos, mi hijo,
qué sois mozo y esforzado.
Si vos hacéis como bueno.
Seréis de ellas muy honrado;
mas si lo hacéis de cobarde,
seréis de ellas ultrajado.
Afirmaos en los estribos,
terciad la lanza en las manos,
esa adarga ante los pechos
y apercibid el caballo,
que al que primero acomete
tienen por más esforzado.
   Apenas esto hubo dicho
ya los condes han llegado;
el uno viene de negro,
el otro viene de blanco
y el otro viene de verde
porque estaba enamorado.
Vanse unos para otros
como hombres desafiados;
a los encuentros primeros
el viejo uno ha derrocado.
Vuelve la cabeza el viejo,
vio al hijo no bien parado;
arremete para el conde,
pasólo de claro en claro.
   El hijo va contra el otro:
ahuyentado lo ha del campo;
por éste que se les iba
el viejo se está mesando.
Preguntaba el padre al hijo:
—Decid, hijo, ¿estáis llagado?
—Eso os pregunto, señor,
que no estoy sino muy sano.
—Pues tomemos a Zamora;
serás, hijo, muy honrado.
   ¡Cuán gran alegría hacen
por torres y por andamios;
que el viejo de armas secretas
era el viejo Arias Gonzalo!
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