| Del llanto de los castellanos  
           
             
				
					
						| Muerto yace el rey don Sancho, Vellido muerto le había;
 pasado está de un venablo
 que a la tierra le cosía.
 Llorando están a par de él
 obispos y clerecía;
 llórale la hueste toda,
 ricoshombres de Castilla.
 Don Rodrigo de Vivar
 es el que más lo sentía:
 ¡Rey don Sancho, rey don Sancho,
 muy aciago fue aquel día
 en que cercaste a Zamora
 contra la voluntad mía!
 ¡La maldición de tu padre
 en mal hora se cumplía!
 Levantóse Diego Ordóñez,
 que a los pies del rey yacía;
 la flor es de los de Lara
 y lo mejor de Castilla:
 Que se nombre un caballero,
 antes que se pase el día
 para retar a Zamora
 por tan grande alevosía.
 Todos dicen que es muy bien,
 mas nadie al campo salía;
 mirando estaban al Cid
 por ver si el reto él haría;
 mas el Cid que los entiende,
 desta manera decía:
 Yo me armé contra Zamora,
 pues don Sancho lo quería;
 muerto mi señor el rey,
 juré de no combatirla;
 grande deudo he con la infanta,
 quebrantarlo no podía.
 Allí hablara Diego Ordóñez
 lleno de melancolía
 Mal habéis jurado, Cid,
 lo que jurar no debíais.
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