ROMANCE DIECINUEVE |
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Si don Diego retaba sin razón, si todos
los de Zamora estaban enteramente limpios de culpa, ¿cómo
Dios consiente la muerte del defensor de la ciudad? El cielo sólo
puede saber si alguien, la cuitada doña Urraca misma, no estuvo
tan ajena como debiera a la traición de Vellido. Y sigue la
historia contando en este cruel reto que Diego Ordóñez
venció asimismo y mató en el campo a Nuño Arias,
otro hijo de Arias Gonzalo, y que el viejo ayo de doña Urraca,
seguro de la lealtad de Zamora, envió después al tercer
hijo, Pedro Arias, a salvar la ciudad. El caballero leonés
fue también muy malherido por el castellano, y, con las ansias
de la muerte, soltó las riendas para alzar con ambas manos
la espada, y así dio tal golpe a Diego Ordóñez
que le hendió un hombro y tajó al caballo la mitad de
la cabeza. El caballo herido comenzó a huir y sacó a
Diego Ordóñez fuera de los mojones del campo, mientras
Pedro Arias, viendo que su caballo corría también sin
riendas, se derribó de él y cayó muerto dentro
del campo. Don Diego quisiera volver dentro de los mojones a lidiar
con el cuarto hijo de Arias Gonzalo, pero los jueces del reto no se
lo consintieron, pues aunque había matado a Pedro Arias, el
muerto quedaba señor del campo y el vivo había salido
fuera. Y por esto los jueces sentenciaron que no había allí
vencedor ni vencido. Mas Dios sólo conoce el corazón
de doña Urraca y el corazón de su hermano don Alfonso,
el desterrado en la corte mora de Toledo. |