DE LOS GATOS MONILLOS*[Nota 5]

En aquella tierra hay gatos de tantas maneras y diferencias, que no se podr�a decir en poca escritura, narrando sus diferentes formas y sus innumerables travesuras, y porque cada d�a se traen a Espa�a, no me ocupar� en decir de ellos sino pocas cosas. Algunos de estos gatos son tan astutos, que muchas cosas de las que ven hacer a los hombres, las imitan y hacen. En especial hay muchos que as� como ven partir una almendra o pi��n con una piedra, lo hacen de la misma manera, y parten todos los que les dan, poni�ndole una piedra donde el gato la pueda tomar. Asimismo tiran una piedra peque�a, del tama�o y peso que su fuerza basta, como la tirar�a un hombre. Dem�s de esto, cuando los cristianos van por la tierra adentro, a entrar o hacer guerra a alguna provincia, y pasan por alg�n bosque donde hay de unos gatos grandes y negros que hay en Tierra-Firme, no hace sino romper troncos y ramas de los �rboles, y arrojar sobre los cristianos, por los descalabrar, y les conviene cubrirse bien con las rodelas, y ir muy sobre aviso, para que no reciban da�o, y les hieran algunos compa�eros. Acaece tirarles piedras, y quedarse ellas all� en lo alto de los �rboles, y tornarlas los gatos a lanzar contra los cristianos; y de esta manera un gato arroj� una que le hab�a sido tirada, y dio una pedrada a un Francisco de Villacastur, criado del gobernador Pedrarias de �vila, que le derrib� cuatro o cinco dientes de la boca; al cual yo conozco, y le vi antes de la pedrada que le dio el gato, con ellos, y despu�s muchas veces le vi sin dientes, porque los perdi�, seg�n es dicho. E cuando algunas saetas les tiran, o hieren a alg�n gato, ellos se las sacan, y algunas veces las tornan a echar abajo, y otras veces, as� como se las sacan, las ponen ellos mismos de su mano all� en lo alto en las ramas de los �rboles, de manera que no puedan caer abajo para que los tornen a herir con ellas, y otros las quiebran y hacen muchos pedazos. Finalmente, hay tanto que decir de sus travesuras y diferentes maneras de estos gatos, que sin verlo es dificultoso de creer. Haylos tan peque�itos como la mano de un hombre, y menores; otros tan grandes como un mediano mast�n. E entre estos dos extremos los hay de muchas maneras y de diversas colores y figuras, y muy variables, y apartados los unos de los otros.

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