Papagayos hay muchos, y de tantas maneras y diversidades, que ser�a muy larga cosa decirlo, y cosa m�s propiada al pincel para darlo a entender, que no a la lengua; pero porque de todas las maneras que los hay, los traen a Espa�a, no hay para qu� se pierda tiempo hablando en ellos. Pocos d�as antes que el Cat�lico rey don Fernando pase de esta vida, le truje yo a Placencia seis indios caribes de los flecheros que comen carne humana, y seis indias mozas, y muy bien dispuestos ellos y ellas, y truje la muestra del az�car que se comenzaba a hacer en aquella saz�n en la isla Espa�ola, y ciertos ca�utos de ca�af�stola, de la primera que en aquellas partes por la industria de los cristianos se comenz� a hacer; y truje asimismo a su alteza treinta papagayos, o m�s, en que hab�a diez o doce diferencias entre ellos, y los m�s de ellos hablaban muy bien. Estos papagayos, aunque ac� parecen torpes, son todos muy grandes voladores, y siempre andan de dos en dos pareados, macho y hembra, y son muy da�osos para el pan y cosas que se siembran para mantenimiento de los indios.