EN LOS
Antis se cr�an los papagayos.
Son de muchas maneras: grandes, medianos, menores, chicos y chiquillos. Los
chiquillos son menores que calandrias y los mayores son como grandes nebl�es.
Unos son de s�lo un color, otros de dos colores, verde y amarillo o verde y
colorado. Otros son de muchos y diversos colores, particularmente los grandes
(que los espa�oles llaman guacamayas) que son de todos colores y todos
finisimos. Las plumas de la cola, que son muy largas y muy galanas, las estiman
en mucho los indios para engalanarse en sus fiestas (de las cuales plumas, por
ser tan hermosas, tom� el famoso Juan Boccaccio el argumento para la graciosa
novela de frate Cipolla).
Los espa�oles llaman a los papagayos de diferentes nombres, por diferenciar los tama�os, a los muy chiquillos llaman periquillos. A otros m�s o menos mayores llaman catalnillas. A otros m�s mayores y que hablan m�s y mejor que los dem�s llaman loros.
A los muy grandes llaman guacamayas. Son torp�simas para hablar, m�s nunca hablan, solamente son buenas para mirarlas por la hermosura de sus colores y plumas. Estas diferencias de papagayos han tra�do a Espa�a para tener en jaulas a gozar de su parler�a. Y aunque hay otras m�s no las han tra�do: debe de ser porque son m�s torpes.
En Potos� por los a�os de 1554 y 1555, hubo un papagayo de los que llaman loro tan hablador que a los indios e indias que pasaban por las calles les llamaba por sus provincias, a cada uno de la naci�n que era sin errar alguna, diciendo: colla, yunca, huairu, quechua, etc., como que tuviera noticia de las diferencias de tocados que los indios en tiempo de los incas tra�an en la cabeza para ser conocidos.
Un d�a de aqu�llos pas� una india hermosa por la calle donde al papagayo estaba. Iba con tres o cuatro criadas, haciendo mucho de la se�ora palla (que son las de la sangre real). En vi�ndola, el papagayo dio grandes gritos de risa diciendo: "�Huairu, Huairu, Huairu!" (que es una naci�n de gente m�s vil y tenida en menos que otras). La india pas� avergonzada por los que estaban delante que siempre hab�a una gran cuadrilla de indios escuchando el p�jaro y cuando lleg� cerca escupi� hac�a el papagayo y le llam� z�pay, que es "diablo". Los indios dijeron lo mismo porque conoci� la india, con ir disfrazada en h�bito de palla.
En Sevilla, en Caldefrancos, pocos a�os ha, hab�a otro papagayo que en viendo pasar un cierto m�dico, indigno del nombre, le dec�a tantas palabras afrentosas que le forz� a dar queja de �l. La justicia mand� a su due�o que no lo tuviese en la calle, so pena de que se lo entregar�an al ofendido.
Los indios en com�n les llaman uritu: quiere decir "papagayo". Y por el grand�simo ruido enfadoso que hacen con sus gritos cuando van volando porque andan en grandes bandas tomaron por refr�n llamar uritu a un parlador fastidioso que, como el divino Ariosto dice en el canto 25, sepa poco y hable mucho. A los cuales, con mucha propiedad, les dicen los indios: "�Calla, papagayo!"
Salen los papagayos de los Antis al tiempo que por todo lo raso del Per� est�
en saz�n la zara, de la cual son amic�simos. Hacen gran estrago en ella.
Vuelan muy recio y muy alto. Las guacamayas, porque son torpes y pesadas, no
salen de los Antis. Andan en bandas (como se ha dicho), m�s no se mezclan los
de una especie con los de otra, sino que cada diferencia anda por s�.