IV. SE�UELO

LA MUERTE nada quiere con los tristes.
Subrepticia y astuta,
aguarda a que riamos
para abrirnos la tumba
y, con su dedo tr�gico, de pronto
se�alarnos la h�meda
oquedad, y empujarnos brutalmente
hacia su infecta hondura.

Mas yo tengo tal gana de que venga,
que voy a ser feliz para que acuda,
para que sea mi re�r se�uelo,
y ella caiga en la trampa de venturas
ruidosas, que en el fondo son tristezas...

�La enga�ar�? �Quiz�, si t� me ayudas
desde la eternidad, oh inmarcesible
amada, oh novia �nica,
cuyos besos de sombra
he de reconquistar, pese a la Enjuta
que te mat� a mansalva hace once meses,
dejando a un infeliz por siempre a obscuras!

                                   7 de diciembre de 1912

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