VIII. HASTA MURI�NDOTE

HASTA muri�ndote me hiciste bien,
porque la pena de aquel ed�n
incomparable que se perdi�,
trocando en ruego mi vieja rima,
llev� mis �mpetus hacia la cima,
puli� mi esp�ritu como una lima
y como acero mi fe templó.

Hoy, muy dolido, mas ya sereno,
por ti quisiera ser siempre bueno,
de los que sufren tengo piedad;
en mi alma hu�rfana, s�lo Dios priva,
nada mi vuelo mental cautiva,
y es mi esperanza cual siempreviva
que se se abre a un beso de eternidad.

                           13 de enero de 1913

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