VIII. LOS MUERTOS

EL PARA�SO existe;
pero no es un lugar (cual la creencia
com�n pretende) tras el hosco y triste
bregar del mundo; el para�so existe;
pero es s�lo un estado de conciencia.

Los muertos no se van a parte alguna,
no emprenden al azul remotos viajes,
ni anidan en los c�ndidos celajes,
ni tiemblan en los rayos de la luna...

Son voluntades l�cidas, atentos
y alados pensamientos
que flotan en redor, como diluidos
en la sombra; son l�mpidos intentos
de servirnos en todos los momentos;
son amores custodios, escondidos.

Son n�menes propicios que se escudan
en el arcano, mas que no se mudan
para nosotros; que obran en las cosas
por nuestro bien; son fuerzas misteriosas,
que, si las invocamos, nos ayudan.

�Feliz quien a su lado
tiene el alma de un muerto idolatrado
y en las angustias del camino siente
sutil, mansa, impalpable, la delicia
de su santa caricia,
como un soplo de paz sobre la frente!

                              18 de enero de 1915

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