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 corrió, hasta que se perdió.  
                   Un año más tarde, don Trino andaba de nuevo cazando en el 
                    cerro de San Miguel. Iba por ahí cuando, cuál sería su sorpresa, 
                    que se topa con su perro. Estaba el animal debajo de un árbol 
                    todo encrespado y queriendo subirse. Y arriba, en una rama, 
                    el gato montés a no dejarlo. Los dos, tanto el perro como 
                    el gato, eso sí, ya secos, bien muertos. 
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