ˇNo me comas, por favor, me voy a casar! Mejor quédate
aquí y cuando oigas las campanas de la iglesia, destapa esta olla
de tamales y cómete los que quieras.
El coyote aceptó al pensar en los tamales, pues sólo tenía un zapote
en la panza. Entonces el conejo se fue al pueblo, dejando sobre
el fogón una olla llena de avispas.
Tiempo después las campanas sonaron llamando a misa. El inocente
coyote abrió la olla caliente y las avispas lo picotearon hasta
dejarlo más hinchado que un sapo.
Con tanto picotazo hasta se arrepintió de comerse al conejo.
|