A partir de ese momento las gallinas y el ganado dejaron de estar
seguros, parecía que había llegado una plaga de coyotes.
Cada vez con mayor frecuencia desaparecían becerros y terneras,
lo que obligó a los rancheros a hacer guardias nocturnas para vigilar
el ganado.
Pasaron varias noches sin que se encontraran rastros de algún animal,
hasta que una noche de luna llena, Simón, uno de los rancheros,
disparó sobre un enorme coyote. No lo pudo matar, pero una bala
se enterró en una de las patas traseras del animal.
Al día siguiente Cuca tomó sus cosas y abandonó el rancho junto
con sus sobrinos. Todos los habitantes del lugar se reunieron para
comentar su partida. Ella antes de irse muy enojada había dicho
que se iba y no regresaría, pues en ese lugar no se podía estar
seguro, porque esa mañana, cuando fue al río a lavar, una bala perdida
la hirió en una pierna.
Por la tarde, cuando llegó Simón y les contó cómo le había disparado
a un coyote, nadie dijo nada; pero todos pensaron en Cuca. Ahora
cuando alguien habla de ella la llaman Cuca Coyota. |