Te lo dije, ese hombre si quiere te mata advirtió
la hembra jaguar.
Pues sigo pensando que él no puede más que yo aseguró
el jaguar.
Y en verdad lo creía así, pues al poco tiempo fue de nuevo a buscar
al hombre. Cuando lo encontró, el hombre intentaba partir un tronco
a la mitad y le había hecho una grieta a lo largo.
¿Qué vas hacer? preguntó el jaguar.
Voy a partir este tronco por la mitad.
¿Tú lo vas a partir?, ˇestás loco!, tú no eres tan fuerte
como yo
alegó el jaguar.
Bueno, pues si eres tan canijo pártelo tú dijo el hombre.
Voy a clavar una cuña en el tronco, en cuanto se abra la grieta
metes tus dos manos. Si eres tan fuerte podrás partir el tronco
tú solo.
ˇVa! aceptó el jaguar—. Pero cuando metió las
manos el hombre sacó la cuña y el animal quedó atrapado en medio
del tronco.
ˇNo puedo abrirlo! gritó el jaguar. ˇNo puedo,
ayúdame a sacar mis garras!
¿No que muy canijo? respondió el hombre—, y en
vez de ayudarlo fue a conseguir una vara de chilillo, de esas que
tienen espinas, luego le puso una friega bárbara al jaguar; ahí
le estuvo pegue y pegue hasta que lo sangró y lo dejó pinto.
ˇYa suéltame hombre! ˇYa suéltame! gritaba el jaguar
y nomás se revolcaba por la chiliza que le habían puesto.
Por fin, el hombre volvió a abrir el tronco con la cuña y el jaguar
pensó: "ˇA correr!". No le importó que sus uñas se quedaran clavadas
en la madera, agarró rumbo a la selva para no acercársele
al hombre jamás.
Con el tiempo, al jaguar le volvieron a salir uñas y tuvo de nuevo
fuertes garras, pero lo pinto ya no se le quitó nunca.
Así es como el jaguar pescó las manchas en su piel, bueno eso dicen.
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