VIII. LA INICIATIVA DE DEFENSA ESTRATÉGICA, O "GUERRA DE LAS GALAXIAS"
EL DÍA
23 de marzo de 1983, el presidente Ronald Reagan anunció en un discurso televisado su intención de promover el desarrollo de un sistema defensivo contra las actuales armas nucleares de modo de volverlas "impotentes y obsoletas". Actualmente, la Iniciativa de Defensa Estratégica(SDI)
es un programa de investigación cuyo objetivo es estudiar los posibles mecanismos para inutilizar los misiles soviéticos que sean lanzados contra los Estados Unidos. Se investiga el diseño y la construcción de armas totalmente desconocidas e inimaginadas, basadas en haces intensos de rayos láser, proyectiles a gran velocidad o haces de partículas subatómicas dirigidas contra los misiles y las cabezas nucleares soviéticas durante el vuelo entre laURSS
y los Estados Unidos. Estas armas defensivas deberían ser capaces de inutilizar el artefacto atacante en algún punto de su trayectoria desde que es lanzado y asciende a la alta atmósfera hasta que se vuelve a sumergir para dar en el blanco. Las nuevas armas estarían instaladas en el espacio sobre cientos de plataformas especiales, o serían lanzadas al espacio al menor indicio de que se inicia un ataque, o permanecerían sobre la superficie para disparar contra las bombas que se aproximen.El anuncio presidencial, además de traer consigo un aumento en el presupuesto para la investigación de sistemas defensivos que ya se realizaba desde hacia unos 10 años en los Estados Unidos, implica un cambio fundamental en la política armamentista. Hasta la fecha, la política nuclear de las grandes potencias ha estado fundada en el concepto de la disuasión (deterrence). La disuasión es un mecanismo para impedir que otra nación adopte ciertas medidas teniendo como base la capacidad ofensiva y la amenaza de una represalia si fuera atacado. El gran tamaño de los arsenales actuales se ha justificado pretendiendo asegurar una respuesta efectiva y destructora aun en el caso de recibir un primer ataque. Si la
SDI
resultase posible desde puntos de vista técnicos, económicos y políticos, la estrategia nuclear pasaría entonces a depender también de la capacidad defensiva y la seguridad que daría la proteccion.La historia de un sistema defensivo contra misiles soviéticos parece haberse iniciado hace unos 20 años y estar íntimamente ligada a la persona de Ronald Reagan. En 1967, recién elegido como gobernador del estado de California, visitó el Laboratorio Nacional de Livermore, fundado 15 años antes por el doctor Edward Teller. Este laboratorio ostenta el liderazgo en la investigación estadounidense con fines bélicos. Según recuerda el propio Teller, en su visita Reagan comprendió claramente la tecnología que se desarrollaba entonces. Durante la campaña presidencial de 1980, la plataforma del Partido Republicano pidió la investigación y la creación de un sistema efectivo contra los misiles balísticos, paralelamente a la superioridad militar y tecnológica absoluta sobre la Unión Soviética. Al comenzar su primer periodo de gobierno, Reagan consultó a varios científicos y expertos sobre la posibilidad de un sistema de defensa con base en el espacio. Entre los más entusiastas con la idea se encontraba Teller, quien creía haber encontrado el modo de terminar con la estrategia de "Destrucción Mutua Asegurada"
(MAD)
que había dominado la política armamentista hasta entonces. E. Teller y un grupo de científicos, industriales, militares y ejecutivos aeroespaciales se entrevistaron con Reagan tres veces durante 1982 y los primeros dos meses de 1983. La primera reunión, en enero de 1982, duró una hora en vez de los 15 minutos programados. Según una fuente familiar con la entrevista, Reagan se interesó mucho en la posible utilización de rayos láser para destruir misiles y aviones. El Presidente recibió en septiembre del mismo año a Edward Teller, en privado. Analistas políticos estadounidenses opinan que los gestores directos del discurso del 23 de marzo de 1983 fueron el doctor G. A. Keyworth, entonces asesor presidencial para Ciencia, quien había sido recomendado para el cargo por E. Teller, Robert C. McFarlane, futuro asesor nacional de Seguridad, y el propio Reagan. A los pocos días del discurso, Teller escribió un artículo para The New York Times felicitando al Presidente y pocos meses después envió una carta a Reagan expresando que "al convertir bombas de hidrógeno en formas hasta ahora sin precedentes, y luego dirigiendo éstas de modo altamente efectivo contra blancos enemigos; se terminará con la era deMAD
y comenzará un periodo de supervivencia asegurada en términos favorables para la alianza occidental".Las nuevas armas a las que Teller se refería son conocidas como armas de "tercera generación", integrando la primera las bombas de fisión, y la segunda las de hidrógeno.
Es interesante recordar en este punto lo que presidentes estadounidenses anteriores opinaron sobre sistemas defensivos. Lyndon Johnson, en 1967, intentó convencer al premier soviético Aleksei Kosygin de que la instalación de sistemas de defensa antimisiles pondría en peligro la estabilidad de la carrera armamentista, ya que cada lado intentaría producir más armas ofensivas para asegurar su capacidad de respuesta. Esto ocurrió durante una de las reuniones "en la cumbre" que fueron parte de las conversaciones
SALT I,
referidas en el capítulo IV. Richard Nixon, a quien correspondió firmar el tratadoABM
que siguió a lasSALT I,
declaraba en 1969 que "aun el sistema más completo que hemos considerado, uno diseñado para proteger nuestras ciudades principales, no podría evitar un nivel catastrófico de víctimas estadounidenses en caso de un ataque soviético total y deliberado. Al oponente, [el sistema defensivo] podría parecerle como el preludio de una estrategia ofensiva amenazando la disuasión soviética". En los 15 años transcurridos entre estas opiniones y el discurso de Reagan, ¿se ha alcanzado alguna nueva tecnología que justifique el proyecto lanzado por el actual Presidente? En opinión de muchos, y tal como se expone al final de este capítulo, la respuesta es un no rotundo.Se lee en la prensa que un hecho determinante para el lanzamiento del plan de defensa estratégica lo constituyó, en noviembre de 1980, el primer ensayo de un nuevo tipo de artefacto. Según un artículo de la revista Aviation Week and Space Technology, en el terreno de pruebas nucleares de Nevada se logró que una bomba nuclear produjera, durante la explosión, poderosos haces de rayos X. Hay quienes aseguran que si la detonación ocurriera en el espacio, estos haces intensos podrían ser dirigidos contra misiles soviéticos en vuelo que resultarían así destruidos. La imagen de esta arma en acción, llamada láser de rayos X, originó el apodo de "Guerra de las Galaxias" con que se conoce a la Iniciativa de Defensa Estratégica. Desde el anuncio de los primeros detalles de su concepción y diseño, la idea de un láser de rayos X encontró oposición en científicos independientes que consideran imposible su construcción y utilización efectiva en un ambiente bélico. Además, en opinión de miembros del Congreso norteamericano, el carácter nuclear del artefacto se contrapone con el proyecto, cuyo objetivo principal es volver las armas nucleares "impotentes y obsoletas". En octubre de 1987, R. Woodruff, ex Director de Desarrollo de Armas en Livermore, declaró que Teller dio a Reagan informes falsamente optimistas sobre los ensayos del láser de rayos X. A la luz de estos hechos, es posible sospechar que una defensa basada en tal artefacto sea en gran medida un quimera soñada por los defensores de la
SDI.
LAS ARMAS DE LA GUERRA DE LAS GALAXIAS: ¿EDAD CONTEMPORÁNEA?
Al considerar las características generales de las armas que deberían constituir el escudo defensivo que el presidente Reagan anhela, se distinguen dos tipos principales de artefactos: las armas de energía dirigida y las de energía cinética. Las armas de energía dirigida deben, primero, producir suficiente energía para destruir un misil y, segundo, ser capaces de dirigir esta energía con precisión devastadora contra el blanco en movimiento. Tanto un haz de energía luminosa intensa (láser) como de átomos o partículas subatómicas podría usarse para tal efecto, ya que los haces llegan al blanco prácticamente a la velocidad de la luz y porque transfieren en un tiempo corto una cantidad destructora de energía. La gran velocidad del proyectil (rayo láser o partículas) impediría cualquier acción evasiva del objeto atacado. La gran energía transportada permitiría que una misma arma se defendiera de varios misiles rápidamente, siempre que contara con suficiente potencia. El rayo láser destruye o daña al irradiar la superficie de su blanco con luz intensa, mientras que el rayo de partículas penetra el objetivo atacado causando daño estructural o destruyendo componentes esenciales en el interior. El segundo tipo de artefacto, las armas de energía cinética, lanzarían proyectiles a gran velocidad contra el misil enemigo y lo destruirían debido al impacto directo. Los proyectiles pueden ser masas de varios kilogramos guiadas por sus propios sensores.
Un sistema defensivo típico basado en armas de energía dirigida, ya sea que esté instalado en tierra o mar, aire o espacio, deberá incluir: la fuente del haz, un sistema de control para dirigir el haz y mantenerlo apuntando al blanco, y un sistema de disparo que debe identificar el blanco y distinguirlo de posibles señuelos. Estos mecanismos tienen que cumplir requisitos muy estrictos ya que, primero, la energía disparada debe dar exactamente en el blanco después de haber viajado distancias en general muy grandes. Segundo, el haz debe estar enfocado sobre el blanco suficiente tiempo como para causar el daño buscado. Por último, deben ser capaces de reenfocar rápidamente, pues quizá el ataque será masivo.
Hay varios tipos de aparatos de rayos láser en estudio dentro del proyecto Guerra de las Galaxias. Uno de ellos es Sigma Tau, un láser químico que construye la compañía Rockwell en un lugar oculto en las montañas de Santa Susana, cerca de Los Ángeles. Este trabajo, encargado por la Fuerza Aérea, comenzó secretamente en 1976 y su objetivo central es demostrar que es posible construir láser potentes y compactos que puedan ser puestos en órbita por el transbordador espacial. El Sigma Tau actual necesita ir montado sobre una plataforma que pesa 150 toneladas para poder mantener el rayo fijo sobre un punto. Como comparación, se puede indicar que la capacidad de carga del transbordador para órbitas polares es de unas 15 toneladas. La Rockwell, que en 1984 ganó 50 000 000 de dólares en trabajos relacionados con la
SDI,
también está encargada de producir fuentes de energía para las plataformas defensivas en el espacio. La solución más probable para este asunto sería la instalación de un reactor nuclear en cada plataforma, ya que las necesidades de energía serán del orden de los 100 000-700 000 watts continuos en cada base. En total, se necesitarán al menos 109 reactores en órbita. Hay que notar que estas plataformas "defensivas" espaciales podrían transformarse en perfectas armas "ofensivas" contra satélites en órbita y blancos en la atmósfera o, posiblemente, sobre la superficie.Ademas de la Rockwell, otras compañías trabajan diseñando modelos de láser que puedan alcanzar los 25 000 000 de watts que son necesarios para destruir un misil. La
TRW,
que tiene contratos por 100 000 000 de dólares con el gobierno estadounidense para artefactos de la Guerra de las Galaxias, ha fabricado un láser químico llamado Miracl que fue el primero en producir más de 1 000 000 de watts de potencia irradiada, y trabaja en otro llamado Alpha, que parece haber resuelto el problema de la extracción de los componentes químicos de la reacción en ausencia del campo gravitatorio terrestre. Otros tipos más novedosos de rayos láser son el excimer y el láser de electrones libres, ambos también en sus primeras etapas de fabricación como instrumentos bélicos.Los haces de partículas subatómicas pueden transferir mayor parte de su energía al blanco que los rayos láser, pues no son reflejados en la superficie del objeto atacado. Las exigencias para un haz de partículas de uso militar entregar una gran corriente en pulsos que se repitan rápidamente son diferentes de aquellas del uso científico de un acelerador y se opina que esta tecnología se encuentra aún más atrasada que la de los rayos láser.
El trabajo más importante en haces de partículas se realiza en laboratorios del gobierno y no en compañías privadas. En Lawrence Livermore ya se construyó el Acelerador de Pruebas Avanzadas, un acelerador lineal de cientos de metros de largo y 50 000 000 de dólares de costo, que produce haces de electrones de 50 MeV de energía y 10 000 amperes de intensidad de corriente. El uso de este aparato es el estudio de la propagación de un haz cargado y pulsado en la atmósfera. En el laboratorio de Los Álamos se lleva a cabo el programa Caballo Blanco, destinado a producir haces de hidrógeno neutro de 2 MeV de energía después de tres metros de aceleración. El objetivo del proyecto es determinar la factibilidad militar de los aceleradores de partículas. Se piensa utilizar estos rayos en la defensa antimisil y antisatélite.
Las armas de energía cinética basan su funcionamiento en la posibilidad de lanzar con precisión absoluta un proyectil interceptor contra un misil enemigo en vuelo. En Florida, la corporación Martin Marietta trabaja diseñando cohetes interceptores de misiles. Hace 20 años esta compañía logró construir el primer interceptor para el ejército. Se llamaba Sprint, alcanzaba misiles a gran altura en sólo unos segundos, y llevaba en su interior una bomba de neutrones que debía explotar cerca del blanco. El Sprint era parte del sistema nacional antimisiles Safeguard, que fue suspendido en 1976 por inútil y costoso. Ahora, la Martin Marietta construye interceptores no nucleares para la
SDI.
Estos cohetes son autoimpulsados y transportan un explosivo químico para destruir al misil. Debido al tipo de carga explosiva, estos interceptores deberán llegar a pocos metros del blanco y a gran velocidad. La compañía también está construyendo un vehículo antisatélites, que es liberado de un avión jet y asciende hacia su objetivo guiado por la temperatura del satélite. La temperatura es medida por telescopios infrarrojos y la dirección es determinada por 56 cohetes computarizados.Una clase importante de armas cinéticas la constituyen los llamados "proyectiles inteligentes" que, después de haber sido disparados, deberían ser capaces de encontrar su blanco mediante el uso de sensores. Estos proyectiles tendrán que pesar algunos kilogramos y ser disparados a altísimas velocidades. El aparato que los lanzará se llama "cañón electromagnético": en vez de utilizar una explosión química, este artefacto usa campos magnéticos sumamente intensos para impulsar los proyectiles a lo largo de guías de metal hasta liberarlos en el espacio. Las aceleraciones que sufra el proyectil dentro del cañón serán millones de veces la aceleración de la gravedad. La compañía Martin Marietta en Orlando se dedica también a esta área de investigación, habiendo logrado acelerar a unas 9 000 veces la gravedad proyectiles normales de unos 80 gramos de peso. El cañón en su estado actual de fabricación mide unos 10 metros de largo y un par de centímetros de diámetro. Uno de los problemas más serios aún no resueltos es la protección de las componentes electrónicas del proyectil inteligente mientras esté sometido a los campos magnéticos intensos de la etapa de aceleración.
Un elemento fundamental dentro del arsenal defensivo es un radar que, orbitando permanentemente en el espacio, sea capaz de crear imágenes de cientos de misiles diferentes a grandes distancias. Un equipo llamado "radar alimentado-en-el-espacio" es fabricado por la compañía Grumman, en Long Island. En vez del plato tradicional para la antena, este radar usa una membrana plástica flexible embebida con antenas pequeñitas, que se puede extender como un rollo de papel. La fuente de potencia para las antenas puede ser solar o nuclear y está incluida en el diseño. La característica principal de este radar es su levedad y al mismo tiempo resistencia estructural. El modelo real, capaz de distinguir entre varios misiles diferentes a distancia, deberá ser del tamaño de varios estadios de fútbol. Los modelos con que se cuenta actualmente, sin embargo, no miden más de un metro cuadrado. El gobierno estadounidense ha gastado unos 15 000 000 de dólares en los últimos 10 años en este proyecto con la Grumman.
Finalmente, mencionamos un elemento esencial para la Guerra de las Galaxias: el computador que deberá, en pocos segundos o a lo más minutos, tomar todas las decisiones que en una guerra normal tomarían miles de expertos, comandantes en jefe de las fuerzas armadas, y jefes de Estado, durante semanas o meses de deliberación. Como seguramente la primera batalla de una guerra nuclear será también la última, el computador deberá estar programado con anticipación para resolver cualquier contingencia, y deberá hacerlo por primera y única vez sin cometer un solo error.
POSIBLES RESPUESTAS DE LA
URSS
Cuatro días después del discurso del presidente Reagan, el entonces líder soviético Yuri Andropov declaraba que, de ser real, la iniciativa de defensa norteamericana abriría las compuertas de una carrera armamentista acelerada tanto defensiva como ofensiva. Ante la duda frente a la capacidad soviética de desarrollar su propio escudo defensivo, hay quienes opinan que actualmente la
URSS
se encuentra en desventaja frente a los Estados Unidos en áreas como telecomunicaciones, sistemas de guía remota, software y computadores avanzados, sensores, rayos láser y óptica, pero que lleva una clara ventaja en su capacidad para poner equipo pesado en órbita. Hoy en día es la Unión Soviética la única nación que cuenta con un sistema defensivo antimisiles ubicado alrededor de Moscú equipado con 68 cohetes antimisiles balísticos. Hay que mencionar que, en opinión de muchos, este equipo defensivo resultaría ser esencialmente transparente a cualquier ataque masivo en su contra.Mucho más sencillo que diseñar un sistema defensivo soviético propio sería establecer estrategias para burlar el escudo defensivo estadounidense. Quizá este sea el punto más difícil de defender para aquellos que creen en el proyecto
SDI.
La primera reacción posible de laURSS
podría ser aumentar el número de vehículos lanzadores de misiles antibalísticos para utilizarlos como señuelos. Se sabe que actualmente existen unos 1 000 cohetes lanzadores que no transportan cargas explosivas y que se producen unos 150 nuevos cada año. LaURSS
podría lanzar un ataque en que se mezclen vehículos lanzadores no armados con cohetes provistos de misiles nucleares y el sistema defensivo estadounidense se vería enfrentado entonces a un ataque masivo en que una fracción de su poder se desperdiciaría en destruir señuelos. Otra contramedida soviética posible sería simplemente aumentar el número de misiles o el número de cabezas nucleares que transporta cada uno de ellos. Hay que recordar que las cantidades límites hoy respetadas se originan en un tratado no ratificado. Además, en los años 70 y como respuesta al escudo defensivo soviético alrededor de Moscú, los Estados Unidos aumentaron en nueve años de 2 000 a 7 000 el número de cabezas nucleares en su arsenal. Otra estrategia antidefensa sería el utilizar en el ataque misiles cruceros capaces de volar a baja altura contra los cuales serían impotentes los mecanismos de defensa con base en rayos láser. Estos misiles podrían ser lanzados por submarinos o aviones.No se descarta tampoco un posible ataque directo a los instrumentos defensivos, mediante la detonación en el espacio de armas nucleares que dañen o destruyan las estaciones orbitales, o un ataque dirigido contra los centros de control y de envío de información que se deberán encontrar estacionados en tierra. La
URSS
podría poner en órbita minas espaciales cercanas al instrumental estadounidense que sean detonadas antes de un ataque o después de éste.En diciembre de 1986, el Kremlin presentó a la prensa internacional un libro titulado Armas en el espacio: el dilema de la seguridad, en que se discuten posibles mecanismos para "eliminar" o "neutralizar" la defensa norteamericana. Los medios considerados por los propios soviéticos son los mismos aquí discutidos. El principio rector de las contramedidas es destruir el escudo defensivo a un costo menor que el pagado por los Estados Unidos en su construcción y mantenimiento.
¿ES REALISTA SIQUIERA PENSAR EN DEFENDERSE?
A partir de los argumentos recién discutidos, parecería que la idea de un escudo defensivo es una utopía, simplemente porque resulta más fácil y menos costoso desarrollar estrategias ofensivas que lo penetren. Basar la seguridad nacional en el poder de la defensa requiere que ésta sea perfecta: una sola falla y todo está perdido. Existe, además, un efecto desestabilizador asociado a un escudo defensivo, aunque no sea perfecto. La nación que lo posea podría intentar un primer ataque contra el oponente, con la seguridad de que su escudo será capaz de defenderla de la respuesta posiblemente imperfecta.
Pero, a pesar de todo lo planteado, ¿es al menos posible desde un punto de vista técnico construir las armas con que el presidente Reagan sueña para su país? Como es de esperarse, la comunidad de políticos, científicos y técnicos asociados a los laboratorios bélicos considera que los avances necesarios para construir e instalar los instrumentos defensivos son posibles si se cuenta con un presupuesto suficientemente elevado. Para el año fiscal 1988 Reagan ha solicitado al Congreso un total de 6 000 millones de dólares dedicados a mantener programas de investigación relacionados con la Iniciativa de Defensa Estratégica, 2 000 millones más que el año anterior, transformando así la Guerra de las Galaxias en el proyecto que reciba si es aprobada la petición presidencial el mayor aumento financiero dentro del Departamento de Defensa.
En abril de 1987 se publicó un informe elaborado por un grupo de estudio de la Sociedad Norteamericana de Física sobre la "Ciencia y tecnología de las armas de energía dirigida". El comité de 15 miembros, que incluía a reconocidos académicos universitarios un Premio Nobel entre ellos y a científicos de los laboratorios nacionales dedicados al desarrollo de armas, trabajó durante año y medio teniendo acceso a documentación clasificada y además recibió asesoría permanente de agencias del gobierno, laboratorios nacionales y contratistas privados.
El objetivo del trabajo era realizar un estudio independiente e imparcial que evaluara el estado actual de la ciencia y la tecnología de las armas de energía dirigida, y que sirviera como punto de referencia técnica para las discusiones públicas sobre asuntos relacionados con la
SDI.
Las conclusiones del estudio están contenidas en un volumen no clasificado de más de 800 páginas y se originan en el estudio del estado actual de los rayos láser y haces de partículas energéticas de gran intensidad. Las conclusiones son contundentes:
Aunque durante las últimas dos décadas se ha logrado progreso substancial en muchas de las tecnologías relativas a las armas de energía dirigida, el Grupo de Estudio encuentra vacíos significativos en la comprensión científica e ingenieril de muchos asuntos asociados con el desarrollo de estas tecnologías. La solución exitosa de éstos asuntos es crítica para la extrapolación hacia los niveles de funcionamiento que se requerirán en un sistema de defensa antibalística efectivo. En este instante no hay suficiente información como para decidir si las extrapolaciones requeridas podrán o no lograrse. La mayoría de los elementos esenciales para un sistema de armas de energía dirigida necesitan mejoras de varios órdenes de magnitud. Debido a que los elementos están interrelacionados, las mejoras deben lograrse de un modo mutuamente consistente. Nosotros estimamos que incluso en las condiciones más favorables, se necesitaría una década o más de investigación intensa para conseguir el conocimiento técnico necesario para una decisión informada sobre la efectividad potencial y la capacidad de supervivencia de los sistemas de energía dirigida. Además, los asuntos importantes de integración global del sistema y efectividad dependen críticamente de información que, por los que nosotros sabemos, aún no existe.Los resultados de este estudio, como puede suponerse, no fueron bien recibidos por los defensores de la
SDI.
La magnitud de los planes pro
SDI
puede apreciarse en la siguiente propuesta conocida en diciembre de 1986. El Instituto Marshall, organismo no gubernamental que apoya la iniciativa de defensa, publicó un informe en que se dan pautas a seguir a corto plazo con el fin de lograr el "debut" de la Guerra de las Galaxias al comienzo de los años 90. Se propone una defensa antimisiles basada en armas de energía cinética organizadas en tres etapas diferentes. Se utilizarán unos 11 000 vehículos cinéticos destructores, por ejemplo: cañones electromagnéticos que lanzarán proyectiles a gran velocidad contra los misiles soviéticos en etapas de despegue y posdespegue. Miles de satélites en órbita y sensores estacionados en tierra y aire enviarán información de las trayectorias seguidas por los proyectiles a las computadoras que calcularán lo que sea necesario para que éstos den en el blanco. Otros 10 000 vehículos interceptores de reentrada se lanzarían desde tierra contra las armas a mitad de camino entre laURSS
y los Estados Unidos. Para destruir aquellos misiles que lograran salvarse de lo anterior, unos 3 000 interceptores defensivos atmosféricos serían lanzados desde la superficie. El costo del sistema inicial propuesto es de 54 000 millones de dólares y el total es de 121 000 millones. Se estima que solamente la operación del sistema completo costaría entre 10 000 y 15 000 millones de dólares adicionales, por año. En abril de 1987, el secretario de Defensa Caspar Weinberger manifestó el acuerdo del gobierno con las sugerencias del Instituto Marshall y ha pedido al Congreso la rápida aprobación del presupuesto solicitado para 1988 de modo de acelerar la "Fase 1" de la Guerra de las Galaxias.En vista de las dudas técnicas sobre el éxito de un plan defensivo como el deseado por el presidente Reagan y otros argumentos de estrategia política, se piensa que el Congreso realizará cortes substanciales en el presupuesto presentado. Son muchos los que opinan que la
SDI
desaparecerá en el momento en que Ronald Reagan deje la presidencia. Mientras Tanto, la Guerra de las Galaxias ya ha costado 5 000 millones de dólares en gastos directos y las peticiones son cada año mayores.
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