¿BUENA SUERTE O DESTINO?
NO HAY duda de que el azar puede, a veces, representar un papel central en el desarrollo de los sucesos que marcan la historia de la humanidad. Este fue el caso con la oportunidad que Charles Darwin tuvo de viajar en el Beagle, sin duda la experiencia más importante de su vida y elemento crucial para el desarrollo de sus ideas sobre la evolución y el origen de las especies.
Charles Darwin ingresó al Colegio de Cristo (Christ College) de la Universidad de Cambridge en el otoño de 1828, para iniciar lo que después calificaría como "los años más felices de mi vida". Con esto y sin saberlo, Charles dio un paso que resultaría fundamental en su vida, pues allí tuvo la oportunidad de conocer a John Stevens Henslow, su tutor y profesor de botánica. Henslow era 13 años mayor que él, y aparte de estimular y acrecentar ordenadamente su afición por la historia natural, fue el conducto clave para que Charles tuviera la oportunidad de realizar el viaje en el Beagle, el cual lo esperaba prácticamente a la vuelta de la esquina. Henslow se ganaba la vida como ministro anglicano e impartía cursos de botánica, que era lo que realmente le gustaba hacer y hacía muy bien, pues tenía una merecida fama de expositor claro y lúcido; esto último representó seguramente un contraste con los profesores de medicina que Charles tuvo que soportar en Edimburgo, y debe de haber influido en el establecimiento de un afecto y una amistad que duraron toda la vida y que fueron intensificándose hasta la muerte de Henslow.
2
Otra razón por la que las relaciones de Charles con Henslow fueron excelentes desde un principio, fue que éste descubrió en el joven estudiante universitario una cualidad que nadie había notado: una asombrosa capacidad de observación crítica. Henslow abría su casa todos los viernes en la tarde a los alumnos interesados en discutir aspectos de las ciencias naturales y les ofrecía té y bocadillos. El "club de Henslow" era una excelente forma de avivar el intelecto de sus pupilos mediante la discusión de temas científicos de interés común y la atención de las necesidades e inquietudes personales de cada uno de ellos. Henslow era un verdadero conocedor de las ciencias naturales, ya que no solamente era experto en botánica y zoología, sino también estaba familiarizado con muchos temas de la química, la mineralogía y la geología, y se mantenía al tanto de los avances más recientes en cada una de esas disciplinas. Henslow influyó en Charles como futuro naturalista, probablemente no sólo por los conocimientos que le comunicó, sino también por su método de trabajo y por su carácter. Darwin relata en su Autobiografía que Henslow tenía "un juicio excelente", y que su mayor talento "radicaba en sacar consecuencias de largas y minuciosas investigaciones". También le impresionó su modestia: "No poseía ni el menor asomo de vanidad o de sentimientos mezquinos; no he conocido otra persona que pensase menos en sí mismo y en sus cosas". Darwin mismo no se diferenció mucho del modelo que vio en quien fue su tutor, profesor, consejero y protector. Sin mayores penas, pero también sin mayor gloria, Charles se graduó como bachiller en artes en enero de 1831.
Los cuatro años en Cambridge fueron fundamentales en la vida de Charles, aunque él mismo no lo hubiera planeado así. No solamente estableció la relación antes descrita con Henslow, sino que su tutor fue un factor importante para que Charles adquiriera confianza en sí mismo y en su capacidad, confianza que en esos momentos tambaleaba, en especial por sus fracasos como estudiante y por la severa evaluación que de ello había hecho su padre, el exigente doctor Darwin. Henslow fue también responsable de que Charles cambiara lo que originalmente era una bien definida afición por la geología, en un sólido conocimiento de la materia. Por intermedio de su tutor, Charles conoció a Adam Sedgwick, uno de los geólogos más famosos de Gran Bretaña, con quien tuvo la valiosa oportunidad de realizar excursiones geológicas en el verano de 1831 al norte de Gales. Ésta era una región con una naturaleza mucho menos modificada por el hombre que su nativo Shropshire, en donde estimuló buena parte de su interés por la historia natural. En estas excursiones con Sedgwick a las montañas galesas, Charles adquirió no solamente conocimientos geológicos, sino también una especial capacidad de "hacerle preguntas a las rocas" para obtener información y definir hechos de los cuales pudiese extraer leyes generales.
En ese verano, Charles también se sumerge en la lectura cuidadosa de las obras de Lamarck y de la Introducción a las ciencias naturales de John Herschel, una obra que era obligada para todo aquel que pretendiese iniciarse en la ciencia, ya que a Herschel se le consideraba el modelo de científico, por su rigor y perfección metodológica; no obstante, lo que Charles leía con particular deleite eran las fascinantes narraciones de Humboldt de sus exploraciones científicas en el nuevo continente. Su mente galopaba en las fantásticas descripciones del famoso naturalista alemán en sus visitas a sitios exóticos y maravillosos como las islas Canarias y los volcanes humeantes de Tenerife. Algún día, pensó Charles para sí, visitaría Tenerife.
Cerca del fin del verano de 1831, Charles se hallaba en su casa, de regreso de una agotadora pero extraordinaria excursión a las montañas galesas con Sedgwick. Era una tibia tarde de agosto y el aire saturado de humedad producía un especial sentimiento de quietud. Se había desplomado cuan largo era en el mullido sillón de la sala y paladeaba una taza de té de Darjeeling, de sabor robusto, que era el que más le gustaba. "Charlie, te ha llegado un voluminoso sobre en el correo de hoy", le dijo su hermana Catherine cuando bajaba las escaleras rumbo a la sala; "aquí lo tienes, el sello de remisión es de Londres". Charles estiró el brazo desde su posición horizontal para tomar la carta de la mano de Catherine y de paso darle un tirón para atraerla y besarla; el ejercicio terminó con ambos hermanos desparramados en el sillón y desbordados de cariño fraternal. Habiéndose erguido y con Catherine al lado, Charles usó el índice como abrecartas; su intriga creció al ver que el sobre contenía dos sobres más. Uno incluía una carta de Henslow para Charles y el otro una carta de George Peacock, astrónomo también de la Universidad de Cambridge, dirigida a Henslow. Al principio Charles no entendió de qué se trataba. Decidió leer primero la de Henslow. Estaba fechada el 24 de agosto de 1831.
Querido Darwin:
Espero poder verlo pronto ya que desearía que acepte gustoso el ofrecimiento, que es muy posible que le hagan, acerca de un viaje a la Tierra del Fuego, para regresar por el Oriente. Peacock, quien habrá leído esta carta y se la remitirá desde Londres, me ha pedido que le recomiende a un joven naturalista como compañero del capitán FitzRoy, empleado por el gobierno para hacer un estudio de la costa del extremo sur de América. He mencionado que considero que usted es la persona mejor calificada que conozco que pueda aceptar dicha posición. Menciono lo anterior no sobre la suposición de que usted sea un naturalista consumado, sino ampliamente calificado para colectar, observar y anotar cualquier cosa nueva que haya que registrar en historia natural. El nombramiento está a disposición de Peacock. El capitán FitzRoy quiere más bien (según lo entiendo) a un compañero que a un mero colector y no aceptará a nadie, no importa que tan buen naturalista sea, que no se le recomiende sobre todo como un caballero. El recorrido durará dos años y si usted se lleva una buena cantidad de libros, tendrá un muy buen viaje. En resumen, creo que nunca ha habido una mejor oportunidad para un hombre con espíritu de trabajo. No deje que lo asalten dudas o falsas modestias acerca de su capacidad, ya que le aseguro que usted es precisamente la persona que buscan. Considere que le ha dado el espaldarazo su guardián y afectuoso amigo,
J. S. Henslow.Las manos de Charles temblaban, había palidecido y tenia la mirada perdida. "¿Charlie, que te pasa?, estás demacrado", le preguntó Catherine. La entrecortada voz de Charles apenas podía articular alguna idea coherente. "No es posible... esta oferta... ¿por qué yo?... ¡dos años!..." Mientras leía la carta de Peacock, le dio a Catherine la de Henslow. para que se enterase de qué se trataba. La carta de Peacock le daba más detalles acerca de lo que Henslow le había comunicado:
La cabeza le daba vueltas a Charles, en sentido opuesto a los giros de su estómago. Los comentarios de reserva de su hermana ante lo peligroso del proyecto solamente empeoraron su sentimiento de angustia.
Charles se debatía entre dos intuiciones contrapuestas: que se hallaba ante una ocasión única que le deparaba el destino, y que su padre seguramente no le autorizaría a embarcarse en ese viaje alrededor del mundo. En ambas estaba en lo correcto. Sin embargo, después de una tensa discusión al respecto, el doctor Darwin había dejado, como era su costumbre y su carácter, un resquicio de esperanza en su argumentación contra la idea de que su hijo se embarcase: si alguien que fuese digno de su respeto avalaba el proyecto del viaje de Charles, él accedería. Quién mejor que Josiah Wedgwood, el querido "tío Jos", magnánimo, comprensivo y ciertamente respetado por el doctor Darwin, para que intercediese como abogado de su causa. De nueva cuenta, la intuición de Charles funcionó de maravilla y la resistencia del doctor Darwin cedió ante la convincente argumentación de su cuñado Josiah. Una más de las piezas del aleatorio rompecabezas del destino de Charles había sido puesta en su lugar, silenciosa y sutilmente.
2
Josiah Wedgwood
Se ha interpretado, por lo general, que la causa de la presencia de Darwin en el barco fue llenar el puesto de naturalista. No parece ser este el caso pues en la tripulación ya existía un naturalista, Robert MacCormick, uno de los médicos del barco. La siguiente hipótesis de lo que pudo haber ocurrido implica que la suerte tuvo un papel importante en el hecho de que Darwin viajase en el Beagle.
Era una costumbre en la Marina Real contar con un personaje que cumpliera el doble papel de atender la buena salud de la tripulación y, al mismo tiempo, realizar trabajos de tipo naturalista, es decir, colectar especímenes de plantas, animales y rocas, así como obtener otros datos de interés científico que se fuesen encontrando en la travesía. MacCormick había tenido ya una amplia experiencia en este sentido en diversos viajes anteriores y había estado recibiendo correspondencia de un naturalista escocés, Robert Jameson, acerca de métodos para la colección y preservación de especímenes durante el viaje del Beagle a América del Sur. ¿Qué motivó que Darwin tuviera un lugar para viajar alrededor del mundo en el Beagle?
Cinco años de travesía en un barco de velas de sólo 242 toneladas de capacidad es mucho para cualquier persona, en especial para el capitán del navío, quien, como era la rígida costumbre de esos tiempos, no podía entablar más que la conversación indispensable y restringida a aspectos de la travesía con sus subordinados, sin poder departir más ampliamente con ellos. Cinco años de comer solo todos los días, de no tener alguien con quien comentar la belleza de la puesta del sol, o referirse a un pasaje del libro que se está leyendo, incluso discutir la trivialidad más rotunda... ¡No, esto era demasiado para Robert FitzRoy, capitán del Beagle, quien había oído demasiadas historias de capitanes desquiciados por la soledad de las largas travesías! De hecho, el anterior capitán del Beagle enloqueció y acabó suicidándose después de permanecer tres años en el Pacífico sur, en un invierno particularmente deprimente. FitzRoy mismo tenía antecedentes familiares de desequilibrios mentales y suicidios. Nacido en una familia de alcurnia, el 5 de julio de 1805, en el condado de SuffoIk, ingresó a la Marina Real a los 14 años, y después de servir como oficial durante nueve años en el Mediterráneo y el Atlántico sur, fue promovido como segundo de a bordo en el Beagle para realizar su primera travesía a la Tierra del Fuego.
Definitivamente, FitzRoy necesitaba un companero, un gentleman de su misma clase social, con el que congeniase razonablemente y que no fuese parte formal de la tripulación, para convivir con él durante el viaje. FitzRoy, quien tenía especial interés en demostrar la calidad científica de su viaje alrededor del mundo, pensó que el pretexto más honorable para contar con un compañero de viaje sería buscar alguien que pudiera pasar por naturalista, a pesar de tener ya formalmente cubierta tal función con MacCormick.
Así fue como la proposición de ocupar el sitio adicional para embarcarse en el Beagle llegó no a Darwin, sino a John S. Henslow, quien por razones familiares no puede aceptar la oferta y la transmite a Charles, ofreciéndose para recomendarlo ante FitzRoy. Sin embargo, otra recomendación de un amigo de Charles a FitzRoy, menciona que Darwin es un simpatizante de los whigs, una corriente política liberal que, entre otras cosas, pugnaba por cambios y reformas electorales, educativos y de formas de gobierno. FitzRoy, un tory convencido, contesta que el puesto ya había sido asignado a otra persona, un tal mister Chester, naturalista bastante reconocido.
11
Robert FitzRoy
Después de todos los esfuerzos invertidos para lograr la autorización paternal y de las esperanzas puestas en el viaje, Charles decide ir de cualquier forma a Londres para tener una cita con FitzRoy en el Almirantazgo y hacer un intento más para lograr unirse a la travesía. El primer comentario que FitzRoy le hace a Charles al recibirlo en su oficina es: "Tiene usted suerte Darwin; acabo de recibir una carta de mi amigo Chester, quien me comunica que le resulta imposible integrarse a la expedición". Después de sutiles exploraciones sobre la firmeza de las convicciones políticas de Darwin y de su disposición a tolerar las incomodidades del reducido espacio del barco, Charles es aceptado como el compañero de viaje de FitzRoy. Un caso claro de suerte tras coincidencia, tras suerte.
El argumento final que sostiene la anterior hipótesis es que aunque al principio de la travesía MacCormick y Charles trabajaron juntos en la obtención de especímenes, muy pronto dejaron de entenderse y Darwin empezó a colectar por su cuenta, contando para ello con el apoyo del capitán. Seguramente cansado de la situación, MacCormick se separó de la expedición en abril de 1832 (apenas cuatro meses después de zarpar de Plymouth), en Río de Janeiro.
No pienso hacer una descripción detallada del viaje del Beagle, del cual existen, aparte del relato del mismo Darwin en su libro Diario de las investigaciones sobre la geología y la historia natural de los países visitados durante el viaje del H. M.S. Beagle, 1832-1836 alrededor del mundo, varias otras, incluyendo la del capitán FitzRoy. Aunque no hay duda de que el viaje, como un todo, fue la experiencia más importante en la vida de Darwin, solamente haré mención de aquellas etapas que, en mi opinión, constituyeron sucesos especialmente importantes en el desarrollo de las ideas de Charles Darwin sobre la evolución y la selección natural.
12
Dibujo del Beagle y corte de la embarcación que ilustra la distribución de camarotes y compartimientos. La cabina superior de popa era la compartida por Darwin y Stokes.
2 Frederick Burkhardt y Sidney Smith (comps.), The Correspondence oh Charles Darwin, 2 vols., Cambridge, Cambridge University Press, 1985.
11 Alan Morehead, Darwin: la expedición en el Beagle (1831-1836), Barcelona, Serbal, 1980.
12 Charles Darwin, Journal of Researches into the Geology and Natural History of the Various Countries Visited by H.M.S. Beagle, Londres, Haffner, 1952.
![]()
![]()