5. PLANOTITLÁN

Donde se reseña y autoctoniza a Flatland, novela clásica de Edwin Abbott, pionera de la fantasía geométrica, aventura multidimensional que se atrevió a sugerir, en 1884, que quizá vivamos en más de tres dimensiones.

MR. A. SQUARE, como su nombre intocable lo implica, es un ser común y corriente, clasemediero clásico, sin gran talento para nada en especial, aunque hay que admirarle que realiza su trabajo, enseñar matemáticas, con gusto, dignidad y quizás hasta pasión; siendo además reconocido por su sociedad. Su vida plácida y su mente cuadrada se ven alteradas violentamente por sucesos tan fuera de lo común que se siente obligado a relatarlos en el libro que traemos entre manos. Empieza describiendo el orden social y físico del mundo en el que vive, Flatland, con la candidez del que cree fielmente en su naturalidad, del que duda poco de la justeza o de la racionalidad de las reglas o leyes que oficialmente lo rigen. Y es a través de su ingenua descripción de un mundo y una sociedad limitadísimos que acabamos encariñándonos con este ser tan falto de visión crítica, tan cotidiano, tan cuadradote, tan criticable y tan cercano a nosotros. Y entonces relata su aventura.

En el año nuevo de un fin de milenio, poco después de un sueño y un incidente premonitorios, al reposar la cena en la soledad de su biblioteca, se le aparece un ser magnífico. No quiere creer a sus ojos, ante los cuales se materializa, cambia de forma, crece y decrece este ser extraño. Dice vivir en un mundo con una dimensión más, que puede ver todo de un golpe, los interiores de las casas y de sus habitantes, sus pensamientos, y que viene a revelarle los secretos, el evangelio, de esa dimensión extra. Entablan entonces una discusión sobre las dimensiones. Square se enterca en que no puede haber más que aquéllas del mundo en el que vive. Y por su parte el extranjero, que se llama a sí mismo Sphere, procede racionalmente por analogía: habla de un mundo de dimensión cero, el punto; de un mundo con una dimensión, la línea, al cual Square acaba de visitar en sueños; del mundo de dos dimensiones, hábitat de Square, e infiere de estos ejemplos algunas propiedades del espacio tridimensional y de los cuerpos que, como Sphere, lo habitan. Al negarse Square a creer en la existencia de una dimensión más, Sphere pasa a los hechos. Se desvanece (ascendiendo un poco sobre el plano de Flatland), aunque su voz siga audible —"parece provenir del corazón", siente Square—, saca objetos de cajas cerradas (simplemente los toma desde arriba), que reaparecen en otro lado, y llega inclusive a tocar las entrañas del aterrorizado Square, quien, encolerizado por los "trucos del mago", se abalanza sobre él en cuanto reaparece, armando así un escándalo. Sphere, entercado como está en demostrar la existencia de la tercera dimensión emplea su último recurso. Desprende a Square, como calcomanía, del plano en el que vive, de su mundo.

Square queda a merced de Sphere, que lo guía en este "extraespacio". Observa su mundo desde "arriba" con una mirada que comprende todo, interiores, exteriores y límites. Le son presentadas las maravillas de los "extracuerpos". En una experiencia mística y gozosa, reconoce en Sphere a una divinidad. No habiendo conocido más que círculos y habiéndolos visto, además, sólo de canto, se postra ante la magnificencia de una esfera y asimila su evangelio. (En este punto el libro alcanza su clímax literario, pues el autor Edwin Abbott es, además de matemático aficionado, teólogo de profesión.) Pero no solamente lo asimila, sino que lo lleva a sus consecuencias lógicas. "Por analogía —le reza a Sphere— como tú, Maestro, me has enseñado, debe existir un Universo aún más amplio, el de las cuatro dimensiones; y sólo tú, Señor, que todo lo sabes, puedes llevarme a él. Apiádate de mí, muéstramelo aunque sea sólo un instante. Sphere, ante esta subversión rampante y absurda, se enfurece y regresa al irrespetuoso Square a su plano de origen. Y aquí, al tratar de convencer a sus coterráneos del evangelio de la tercera dimensión, éste es reprimido. Condenado a cadena perpetua, escribe sus memorias desde su celda, sufriendo el drama de dudar cada día más de sus ambiguos recuerdos, de sus visiones y de sus descabellados razonamientos.

La trama de Flatland no podía ser más clásica. El iluminado que es sacrificado por el statu quo. Sin embargo, Abbott introduce un elemento novedoso. Aunque el libro esté escrito en primera persona, por Square, el lector no puede más que identificarse geométricamente con Sphere, que comparte nuestra dimensionalidad, y vemos entonces el mismo drama pero desde el punto de vista de los dioses que hacen contacto con los seres inferiores. En el momento en que Square nos pide que le mostremos la cuarta dimensión y que lo llevemos a ella, sentimos que su súplica nos trasciende, haciéndose nuestra. Y ante esta insubordinación del planosapiens, del vil cuadrito que obviamente requiere de nuestra imaginación para su "vida'', Sphere actúa como ser humano, desentendiéndose del monito, untándolo de nuevo en su Planotitlán; dejándolo a merced de sus congéneres que se comportan como tantas veces lo hemos hecho en este otro mundo ¿ t r i d i m e n s i o n a l ?

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