PREÁMBULO

Concédeme ver desde la luz más intensa, hasta la más débil, todas las que andan por aquí, delante de nuestros ojos.

Poemas tzotziles

A la Tierra han llegado desde tiempos inmemoriales, provenientes de todas direcciones, lo que hoy en día conocemos como rayos cósmicos y que no son otra cosa, a pesar de su sugestivo nombre, que núcleos de átomos ordinarios despojados de sus electrones. Cada segundo, diez o veinte descendientes de estos subatómicos visitantes del espacio atraviesan nuestros cuerpos sin que nos demos cuenta y es por eso que el hombre no se percató de su presencia sino hasta principios de este siglo, cuando notó que ciertos aparatos experimentales no se comportaban como se esperaba. Es así como se inició lo que Bruno Rossi, uno de los pioneros en el estudio de los rayos cósmicos, ha llamado "una de las aventuras más extraordinarias en la historia de la ciencia".

Esta aventura forma parte de lo que algunos historiadores de la ciencia han denominado el acontecimiento cultural más innovador del siglo XX: la aparición de una nueva perspectiva científica cuyos efectos se han hecho sentir en el pensamiento y la vida de la humanidad. A partir del comienzo de este siglo, los científicos concibieron una nueva visión de la naturaleza y sus leyes que supuso un rompimiento tan brusco con el pensamiento que le precedió, como el de las indagaciones científicas de los siglos XVI y XVII con el pensamiento del Medievo. Según el profesor Herbert Butterfield, "supera a cuanto ha ocurrido desde la aparición del cristianismo y reduce el Renacimiento y la Reforma al rango de meros episodios".

Se advirtieron aquí y allí nuevos fenómenos que no podía descifrar la visión de la naturaleza y sus leyes establecidas anteriormente. Como consecuencia, los hombres de ciencia, lentamente y con vacilaciones, comenzaron a formar una nueva concepción de los procesos de la naturaleza y un nuevo planteamiento de la misma actividad científica. El desplazamiento de la teoría establecida fue sutil, pero caló muy hondo.

En el caso del tema que nos ocupa, la explicación obvia del fenómeno observado, es decir, la del comportamiento anómalo de ciertos aparatos experimentales, no satisfizo a las mentes críticas, aquellas que conducidas racional y rigurosamente han dado lugar a ese cuerpo de ideas llamado ciencia, y es así que después de más de 20 años de explicaciones teóricas y comprobaciones experimentales se llegó a establecer la existencia de un fenómeno nuevo y fundamental: el de la radiación cósmica o, simplemente, de los rayos cósmicos.

Una de las propiedades que distingue a los rayos cósmicos de otros tipos de radiación, y que explica el extraordinario papel que han desempeñado en el desarrollo de la física moderna, es su altísima energía.

Por muchos años la radiación cósmica, como única fuente natural de partículas de muy alta energía, fue de gran importancia en el descubrimiento de nuevas partículas elementales y en el estudio de interacciones nucleares. Pero además, estudios sobre estas partículas energéticas han tenido implicaciones en muchas otras disciplinas, algunas más allá de los confines de las ciencias físicas.

Estudios de la radiación cósmica, en particular aquellos relacionados con su composición química y distribución de energía, han producido resultados espectaculares que han contribuido al entendimiento de las explosiones de estrellas conocidas como supernovas, de la síntesis nuclear en los astros, y de las propiedades de la galaxia, el Sol y el Sistema Solar. Investigaciones de los elementos radiactivos producidos por el bombardeo de los rayos cósmicos a la Tierra, los meteoritos y la superficie lunar, nos han proporcionado mucha información sobre la historia de estos cuerpos. Es así que el estudio de los rayos cósmicos ha abierto amplias posibilidades en el dominio común a la geo, helio y astrofísica. Estas investigaciones han mostrado que los rayos cósmicos son una herramienta muy útil y sensible para conocer las condiciones electromagnéticas del cosmos —espacio que sondean desde que se originan hasta que llegan a la Tierra—, de ahí el destacado papel que han desempeñado los científicos que se dedican a su estudio en lo que ha dado en llamarse era espacial . El título que hemos dado a este libro: "mensajeros de las estrellas", se debe a que los rayos cósmicos son portadores de información de lo que sucede en el Universo.

Con la intención de contribuir al presente esfuerzo de divulgación de la ciencia nos hemos esforzado en elaborar esta obra, tratando de mostrar los campos básicos de interés en la investigación sobre los rayos cósmicos, así como en dar un panorama de la manera en la cual se hace la investigación, y cómo se progresa en el conocimiento científico.

Queremos señalar, además, el carácter incompleto de su contenido. Ello se debe, principalmente, al rápido cambio que presenta nuestro objeto de estudio desde unos años a esta parte; los conceptos están evolucionando continuamente a la vez que aparecen nuevos campos de estudio en esta materia.

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