CLASIFICACIÓN

Tres son los elementos fundamentales para la correcta clasificación de los organismos, a saber: 1) la taxonomía, que elabora gradaciones para ordenarlos; 2) la terminología, que crea palabras para describirlos, y 3) la nomenclatura, que se encarga de los nombres que se asignarán a los seres vivos o fósiles. Las reglas para el empleo y composición de los nombres se basan en acuerdos internacionales de nomenclatura zoológica y botánica. Un ejemplo de esto es el de uno de los dinosaurios más conocidos y populares de todos, el Tyrannosaurus rex, que quiere decir: "rey de los reptiles tiranos".

Las gradaciones de familia, género y especie utilizadas en la taxonomía pueden equipararse a los nombres y apellidos que se utilizan para diferenciar a una persona de las demás. Veámoslo así:

Familia taxonómica:

Tyrannosauridae

Hernández

Género:

Tyrannosaurus

Hernández –Rivera

Especie:

Tyrannosaurus rex

René Hernández - Rivera

De este modo se representa e identifica a cada una de las especies fósiles o que viven actualmente. A los dinosaurios se les ha agrupado en dos órdenes: los Ornitischia (Ornitisquios) y los Saurischia (Saurisquios), pertenecientes a la clase Reptilia (Reptiles). Tomando como base la forma de la cintura pélvica que poseen, se han dividido en dos grupos: tipo reptil para saurisquios y tipo ave para ornitisquios.

 

Algunos investigadores consideraban que, además, los dinosaurios y los reptiles compartían las siguientes características:

 

    • Cuerpo cubierto con escamas
    • Extremidades pares, con terminaciones divididas en cinco dedos
    • Huevo amniótico, es decir, con gran cantidad de yema de la que se nutría el embrión
    • Con al menos dos vértebras en el hueso sacro.
    • Igual que los anfibios y las aves, con un solo hueso en el oído que conducía las vibraciones sonoras, desde el tímpano hasta el oído interno
    • Una mandíbula formada por varios huesos
    • Incapaces de regular su temperatura corporal en respuesta a cambios ambientales, es decir poiquilotermos.

Sin embargo, los más recientes descubrimientos han sorprendido a los científicos, ya que sugieren una nueva forma de clasificarlos. Antes la poiquilotermia era la principal característica para separar a los reptiles y a los dinosaurios de otros vertebrados; también se consideraba que sólo las aves poseían plumas, pero actualmente ambas teorías han cambiado, ya que al parecer los dinosaurios eran capaces de regular su temperatura corporal, y poseían un mecanismo bioenergético complejo que les permitió ocupar una gran variedad de nichos ecológicos; además, algunos dinosaurios pequeños tenían plumas.

También han sorprendido los resultados de las investigaciones en el sentido de que los dinosaurios no desaparecieron totalmente durante la llamada "gran extinción", en el límite de los periodos Cretácico-Terciario, hace 65 millones de años, sino que al menos algunos grupos sobrevivieron y, mediante procesos evolutivos y de adaptación al entorno, dieron lugar a una amplia variedad de formas que hoy conocemos como aves.

En opinión del Dr. Robert Bakker, paleontólogo de la Universidad de Boulder, en Colorado, Estados Unidos de América, para imaginar a un tiranosaurio se debe pensar en un correcaminos de cuatro toneladas, lo que va en contra de las ideas tradicionales que representan a los dinosaurios como animales poco activos. Esa conclusión toma en cuenta que las tres primeras costillas del pecho, que son enormes, albergaban el corazón, tal como ocurre con los animales actuales. Las tortugas, cocodrilos y lagartijas, cuentan con un metabolismo lento: no se mueven mucho ni corren, por lo que les basta con un corazón pequeño. En cambio todos los dinosaurios, sin importar su tamaño, tenían un corazón proporcionalmente grande, lo cual indica que su metabolismo era muy parecido al de las aves. Un buen ejemplo de tales proporciones en peso y medidas, lo encontramos hoy en el rinoceronte africano, que puede correr a velocidades de hasta 50 kilómetros por hora.

Había dinosaurios de diferentes tamaños. Varios eran tan gigantescos como el Supersaurus, del que se recolectaron algunos restos en 1972, en el estado de Colorado Estados Unidos de América y que probablemente medía 30 metros de largo y pesaba alrededor de 50 toneladas. En contraste, también existían otros que apenas alcanzaban el tamaño de una gallina, como el Mussaurus, del que se descubrieron restos en 1977, en Santa Cruz, Patagonia (Argentina), cuyo tamaño era de unos 20 centímetros de largo.