Expansión económica y urbanización


A partir de 1940, y quizá hasta 1960, la economía chihuahuense vivió años de sostenida expansión económica, especialmente en el campo. Por lo menos tres elementos así lo sugieren: el aumento de la producción algodonera, la ampliación de la frontera agrícola en las zonas temporaleras y el crecimiento ganadero.

La agricultura chihuahuense creció a tasas aceleradas, como resultado de las inversiones y las acciones gubernamentales en los años de 1930. El sistema de riego de Delicias, con la terminación de la presa de Las Vírgenes en 1949, fue ampliado hasta las 53 000 hectáreas previstas desde 1928; ya era por mucho el área irrigada más importante de la entidad. Allí la economía algodonera mostró gran capacidad para aglutinar relaciones obrero-patronales, mecanismos financieros y comerciales y para permitir el enriquecimiento de unos cuantos agricultores. La ciudad sede de esta verdaderamente nueva región, Delicias, creció de apenas 6 000 habitantes en 1940 a casi 40 000 en 1960 y a más de 53 000 en 1970. Delicias se "tragó" literalmente a las localidades de origen colonial o del siglo XIX ubicadas en los límites del distrito de riego, como Camargo, Saucillo, Meoqui y Rosales. Era el nuevo Valle de San Bartolomé, aunque ahora sin vínculos estrechos con la actividad minera local. Por efectos de la división del trabajo y de la formación del mercado interno en el país, el algodón se vendía a compañías extranjeras (norteamericanas) que lo exportaban a otros países o bien lo enviaban para el consumo de la creciente industria textil ubicada preferentemente en el corredor de Orizaba-Puebla-ciudad de México.


MAPA 6.1:

División política de Chihuahua (1990)

Mapa que muestra la División Política de Chihuahua en 1990.

1. Ahumada 24. General Trías 47. Namiquipa
2. Aldama 25. Gómez Farías 48. Nonoava
3. Allende 26. Gran Morelos 49.Nuevo Casas Grandes
4. Aquilés Serdán 27. Guachochi 50. Ocampo
5. Ascensión 28. Guadalupe 51. Ojinaga
6. Bachíniva 29.Guadalupe y Calvo 52. Prexedis G. Guerrero
7. Balleza 30. Guazapares

53. Rosario

8. Batopilas 31. Guerrero 54. Riva Palacio
9. Bocoyna 32. Hidalgo del Parral

55. Rosales

10.Buenaventura 33. Hujotitán 56. San Francisco de Borjas
11. Camargo 34. Janos 57. San Francisco de Conchos
12. Carichic 35. Jimenéz 58. San Francisco del Oro
13.Casas Grandes 36. Juárez 59. Santa Bárbara
14. Coronado 37. Julimes 60. Satevó
15. Coyame 38. López 61. Saucillo
16. Cruz (La) 39. Madera 62. Temósachic
17. Cuauhtémoc 40. Maguarichic 63. Tule (El)
18. Cusihuiriachic 41.Manuel Benavides 64. Urique
19. Chihuahua 42. Matachic 65. Uruachic
20. Chínipas 43. Matamoros 66. Zaragoza, Ignacio
21. Delicias 44. Meoqui 67. Zaragoza, Valle
22. Dr. B.Domínguez 45. Morelos  
23. Galeana 46. Moris


Por su lado, la agricultura de granos básicos se expandió notablemente entre 1940 y 1960. Las cifras sorprenden: en 1941 se sembraban 123 000 hectáreas de maíz y 28 000 de frijol; dos décadas después, de maíz se sembraban 236 000 y de frijol 124 000. Tal aumento tuvo lugar en buena medida en el oeste de la entidad, en donde el régimen de lluvias posibilitaba cultivar sin riego, cosa casi imposible en las zona más baja y cálida de Delicias o Ciudad Juárez. En esta amplia zona, acomodada en el suave declive oriental de la Sierra Madre, el reparto agrario propició cambios drásticos en el uso del suelo. Las grandes empresas ganaderas, desarrolladas sobre todo en tiempos porfirianos, fueron sustituidas en algunas partes por un conjunto numeroso de familias campesinas dedicadas a la agricultura maicera, aunque también a la ganadería de pequeña escala. Tal cambio trajo consigo un importante aumento de población y la formación de nuevos municipios, por ejemplo, Gómez Farías en 1951. Este fenómeno de expansión de la frontera agrícola dio lugar a un paisaje más agrario y a una consecuente debilidad urbana. Por ello esta zona se distinguía de las áreas con grandes ciudades, de la porción más baja, como Ciudad Juárez y la capital del estado. La excepción a la regla era justamente una ciudad que había nacido en 1927: Cuauhtémoc. Pero su excepcionalidad puede explicarse en razón de su función comercial en esa vasta región agraria conocida popularmente como "el noroeste", en la que la presencia menonita era un ingrediente importante.

La ganadería empresarial recibió un gran espaldarazo político-jurídico de manos del presidente Cárdenas, el mismo que con su radicalismo agrario ponía en grave predicamento la viabilidad de esta actividad privada que marcó el prototipo del capitalista chihuahuense porfiriano. Los certificados de inafectabilidad agraria, emitidos por un periodo de 25 años a partir de 1937, dieron confianza a los ganaderos, quienes se empeñaron en hacer crecer sus negocios. La ganadería se vio tan duramente afectada por la fiebre aftosa, que obligó a suspender las exportaciones entre 1947 y 1951; a los grandes ganaderos les pareció buen negocio abrir varias empacadoras de carne para insistir en la exportación de ésta al vecino país del norte. Las cifras disponibles muestran el notable aumento de la ganadería de gran escala, que ocupaba enormes porciones de la zona desértica y de la parte norte del estado. El hato conoció mejoras en las variedades. La lenta incorporación de sementales Hereford de tiempos del porfiriato se hizo más veloz en estos años; a fines de los sesenta se introdujeron nuevas razas: la Brangus y la Charolais, esta última gracias a la iniciativa privada del entonces gobernador Óscar Flores Sánchez. Para 1980 se estimaba que más de 40% del ganado vacuno era de raza mejorada. El mercado de esta ganadería, como la del resto del norte mexicano, era la población norteamericana, que ya había popularizado la hamburguesa y el hot dog. Las cifras de exportación se han mantenido, con vaivenes, en torno a las 200 000 cabezas anuales.

En materia forestal, los empresarios locales avanzaron paulatinamente en el control de una rama en la que la depresión de 1929 había debilitado las inversiones extranjeras, como la Mexico Northwestern Railway, que llegó a tener más de un millón de hectáreas de bosques en la sierra, además de las instalaciones forestales ubicadas precisamente en Madera. Entre 1946 y 1952 varios empresarios ligados al Banco Comercial Mexicano adquirieron las inversiones canadienses en ferrocarriles, tierras y fábricas madereras. Entre ellos estaban el general Antonio Guerrero y Esteban Almeida, ambos vinculados a gobernantes de años anteriores. Con estos intereses se formó en 1952 la empresa Bosques de Chihuahua. Ésta vendió el ferrocarril al gobierno federal y obtuvo concesiones y facilidades para explotar los bosques y abastecer de materia prima a las compañías madereras del mismo grupo. La empresa poseía casi 260 000 hectáreas de bosque; el resto de la madera lo obtenía del arrendamiento de propiedades privadas y ejidales. Poco después, estos mismos capitalistas construyeron plantas de celulosa y triplay en la Colonia Anáhuac, junto a la laguna de Bustillos, contando con capital y tecnología de origen italiano.

Sin duda alguna, el surgimiento de Bosques de Chihuahua expresaba el carácter de los aires predominantes de la época: puertas abiertas y estímulos a la iniciativa privada. Los tarahumaras, que apenas habían comenzado a recibir ejidos para formalizar su posesión de siglos sobre estos bosques, quedaron sometidos a relaciones de explotación de increíble dureza. Como pobre compensación, en 1952 se inauguró el centro coordinador del Instituto Nacional Indigenista (INI) en Guachochic. A partir de entonces el INI, dirigido por el antropólogo Francisco R. Plancarte, desarrolló una amplia actividad en materia educativa, de salud, de infraestructura carretera y de apoyo en los trámites agrarios. En ello compartirían méritos con los jesuitas, desde cuyo retorno en 1900 habían insistido en trabajar entre los tarahumaras, tal y como lo habían hecho hasta el momento de su expulsión en 1767. Sin embargo, el deterioro tarahumara, e indígena en general, no alcanzó a ser detenido.

Eloy Vallina es el hombre prototípico del desarrollismo o del milagro económico local. De origen español, Vallina llegó a Chihuahua en 1925 y fundó el Banco Mercantil. Bien casado con una hija de una familia de industriales (Lagüera), Eloy logró atraer a miembros de la élite local y formar con ellos el Banco Comercial Mexicano en 1934. Años después, su banco figuraba entre los cinco más grandes del país. En torno a ese banco se asociaron por igual los Terrazas y los Almeida, sucesores del gobernador derrocado en 1927, y otras familias de gran renombre desde tiempos porfirianos. Con el tiempo el grupo económico organizado en torno al Banco Comercial Mexicano, el grupo Comermex, llegó a contar con 24 000 empleados. Vallina fue asesinado en mayo de 1960.

El auge de este grupo bancario, con sede en la capital del estado, era señal inequívoca de los grandes cambios que ocurrían en la sociedad local. En 1970 la mayor parte de la población chihuahuense (55% si consideramos urbana a la población que se asentaba en localidades mayores de 15 000 habitantes) vivía en las ciudades. En el periodo 1940-1970 se habían desarrollado ampliamente las actividades típicamente urbanas, como los servicios y el comercio. Al mismo tiempo, y al compás de los cambios demográficos nacionales, la población superaría con creces las tasas de crecimiento de los dos auges demográficos anteriores, los de 1790-1823 y de 1880-1910. Después de la disminución de la década revolucionaria, la población chihuahuense aumentó como nunca antes: de 530 000 habitantes en 1930 a 1 600 000 en 1970, es decir, un aumento de 300% en esos 40 años.

Las principales ciudades de Chihuahua eran la capital, la fronteriza Ciudad Juárez, Parral, Delicias y Cuauhtémoc: tres de origen colonial y dos del siglo XX. Ciudad Juárez había entrado en auge en ocasión de la segunda Guerra Mundial. Su población se dedicó de llenó al comercio, a los servicios y al turismo. La vida alegre era una actividad de no escasa importancia. El censo de 1950 mostró que por primera vez Ciudad Juárez era más grande e importante que la ciudad de Chihuahua. Ello expresaba el cambio de los tiempos, era más próspera una ciudad que vivía de la actividad fronteriza con el país más poderoso del mundo en ese tiempo, que la ciudad capital y centro comercial y financiero del estado y beneficiaria de la minería de Santa Eulalia.

Parral, por su parte, se consolidaba como el centro minero y comercial más importante del sur de la entidad. Aunque con un crecimiento menos notable que el de otras ciudades, su función comercial en una amplia área serrana (Guadalupe y Calvo) le brindaba la diversificación económica que bien podría salvarla de un periodo de crisis minera.

Detrás de estas cinco ciudades, que concentraban 93% de la población urbana y 51% de la población del estado en 1970, se ubicaban las poblaciones medianas como Camargo, Santa Bárbara, Jiménez, Casas Grandes y Guerrero. Sus tasas de crecimiento eran mucho menores, en razón quizá de la presencia cercana de una población más dinámica o de plano por el claro predominio de actividades agrarias de sus alrededores.

A inicios de la década de los cincuenta esta red de ciudades estaba comunicada en su mayor parte por carreteras pavimentadas. Desde 1929 comenzaron los trabajos para construir la carretera entre Chihuahua y Ciudad Juárez, no por coincidencia las dos principales ciudades. Más tarde, se abrieron fuentes de trabajo entre Chihuahua y Cuauhtémoc y entre Chihuahua y Parral a través de Camargo. El 5 de mayo de 1951 se inauguró la carretera panamericana que unía la frontera norte con la frontera sur. La vía más tardía fue la de Chihuahua-Casas Grandes, que todavía estaba en construcción a fines de 1952. De lo anterior pueden destacarse dos rasgos: por un lado, la categoría de centro de primer orden de Chihuahua, pues todas estas carreteras la tenían como punto de confluencia; y segundo, que en cierto modo se trataba de la pavimentación del camino abierto por Oñate a fines del siglo XVI en su expedición hacia el Nuevo México. La estructuración espacial del estado, originada con el surgimiento de Chihuahua-Santa Eulalia en 1709, se veía ratificada a mediados del siglo XX. Esta ratificación significaba también que la economía y la política favorecían a la llanura baja, por encima de la Sierra Tarahumara, que así confirmaba también su marginación, su pobreza. La inauguración del ferrocarril Chihuahua-Pacífico, en noviembre de 1961, hizo realidad un antiguo sueño de gobernantes y empresarios, pero no alcanzó a modificar la tragedia tarahumara.


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