IV. EL SIGLO XVIII: MARGINACIóN Y PROSPERIDAD


UN CICLóN SE CERNÍA SOBRE COLIMA y no precisamente iba a entrar por la Mar del Sur que ya tenía acostumbrada a los vecinos; vendría de allende el Atlántico, de la mismísima corte del rey don Carlos III. En efecto, la Corona en manos de fisiócratas instrumentaba una extraordinaria y amplia reforma administrativa y fiscal en todos sus reinos, al tiempo que aires ilustrados la endulzaban. En el fondo de las cosas, la pretensión del gobierno de Su Majestad era mejor administrar para tener mayor riqueza. Con este doble objeto fue necesario modificar comportamientos, actitudes, mentalidades.

Para la sociedad novohispana y la de Colima en particular, las "luces" habrían de traer también su secuela de sombras: el auge de la minería y el libre comercio, la urgente necesidad de reacomodar fuerzas, el surgimiento de personajes y funciones nuevos, adhesiones y rechazos, éxitos deslumbrantes y fracasos estruendosos.

Aquella menguada sociedad de Colima —todavía casi barroca, ceremoniosa, cerrada en sí misma, marginada de la capital de México— empezó a sentir en su interior las amenazas externas y fue paulatinamente reaccionando y desintegrándose. Las rupturas en su seno fueron cada vez más agudas y dolorosas.

En 1772 apareció por las calles de la antigua Villa de Colima, el capitán Miguel José Pérez Ponce de León Manuel y San Miguel, criollo de la ciudad de México, en cuyos libros nobiliarios él y sus ascendientes estaban matriculados como caballeros nobles e hijosdalgos. Venía nombrado como alcalde mayor, cargo que habría de desempeñar durante siete largos y penosos años, trayendo en cartera una delicada comisión: investigar sobre las tierras del Real Patrimonio que habían sido usurpadas en su jurisdicción. Según fue recorriendo aquella villa y su provincia en el extremo occidental de la Nueva España —"tan remoto, pobre y enfermo destino"—, un panorama desolador se le ofrecía.

El primer problema observado fue el siguiente: la provincia de Colima estaba perdiendo a tajos y en forma anárquica su territorio, porque mientras sus antecesores, retirados en la cabecera, se ocupaban "en las quimeras de la Villa" —según el informe de don Miguel José—, "los vecinos de Zapotlán se han ido introduciendo donde les ha convenido, y hasta donde han ido les ha seguido [la] jurisdicción".

Y como sucedía con los de Zapotlán, lo mismo acontecía con el hacendado de Contla y los vecinos de Tamazula, que se habían apropiado indebidamente de mucha tierra que, en derecho, correspondía a la Real Corona porque había sido de los naturales y que "por desolación de los indios, quedó desierta". Otros factores también influyeron en este reacomodo de fuerzas e intereses. Desde el siglo anterior; la Compañía de Jesús —y, en especial, su Colegio de Tepozotlán— había venido acumulando grandes extensiones de tierra en la provincia de Colima, donde tenían actividades diversificadas al menos desde 1670, cuando adquirieron las haciendas de Los Pastores donde tenían ovejas y agostaderos y San Mamés, entre Tuxpan y Zapotiltic. La expulsión decretada por Carlos III, en 1767, trajo consigo que sus bienes pasaran a otras manos. En el caso de Colima esto daría lugar, entre otras cosas, a que el conde de Regla, Pedro Romero de Terreros, comenzara a tener grandes inversiones en esta provincia. Entre la expulsión y la adquisición de la hacienda de Los Pastores por el aristócrata criollo, a quien se le dio posesión de la misma en 1778, corrió un tiempo de anarquía en esta hacienda. Así se explica que, como los de Zapotlán, Contla y Tamazula, algunos vecinos de Colima también ampliaran sus dominios en forma ilegal.

Cuando se habla de los vecinos de la villa, de inmediato resalta la denuncia que hace el alcalde mayor sobre el estado en que viven los indígenas, tiranizados por las autoridades y vecinos, quienes les arrebatan y usurpan sus tierras forzándolos al aislamiento y, en consecuencia, a la ignorancia religiosa y a los vicios. El capitán don Miguel José siente viva su impotencia ante la situación padecida por los naturales, porque "o se ha de proceder a su amparo o no. Si se procede, es multiplicar enemigos que no temen perder a Dios, agavillan otros y todos levantan crímenes, juran sin ley y se vuelve todo confusión"; y el peligro es obvio: al fin y al cabo —argumenta— "el Alcalde Mayor se va y aquellos tiranos, siempre jueces, se quedan para sus venganzas".

La villa y provincia de Colima, según el juicio de este alcalde mayor, a mediados del siglo XVIII atravesaba por una situación muy grave. ¿Por qué se había llegado a esta situación? ¿Qué factores estaban en juego en aquella sociedad marginal y marginada de la Nueva España en los albores de las reformas borbónicas? Veámoslo.

Colima: su gente y sus oficios
Camino Real de Colima
El auge de las salinas
El rostro bonancible de la Villa de Colima



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