Al comienzo de 1936 se padecía lo que, siendo tragedia por sus consecuencias, ya era rutina por su repetición: la pérdida casi total de lo sembrado. Esta vez no se debía tanto a las heladas, sino a la irregularidad de las lluvias. En algunos lugares, como Zumpango, hubo inundaciones lamentables. Sobre el raquítico cuadro de producción, el movimiento agrario se intensificaba: numerosas dotaciones y continuas invasiones. La consecuencia fiscal era el bajo rendimiento del impuesto predial. En el caso de las invasiones resultaba prácticamente imposible cobrar algo, "ni a propietarios ni a invasores".
No obstante, el gobierno de Eucario López superaría la crisis desplegando intensa actividad, "para hacer efectivos los adeudos a cargo de causantes morosos", y buscando con diligencia mejores cauces de tributación. Nuevos arbitrios se gestionaron con el gobierno federal por el camino de las participaciones. Simultáneamente, el gobierno aumentó el impuesto a los licores y en cambio se mostró liberal con las cervecerías. Por primera vez en varios lustros, el gobierno saliente hacía entrega del poder con la hacienda pública nivelada.