El 19 de junio del mismo año llegó aquí en oficio, que se había firmado la Independencia en Guadalajara y la orden estrecha de que se hiciera lo mismo. Se congregó el Ayuntamiento, asistió el vecindario, se acordó el día y solemnidad con que debía de hacerse. Se pasó aviso al Comandante D. Gonzalo Ulloa, quien respondió que la tropa no quería jurar. Nombró el Ayuntamiento una Comisión; la recibió el Comandante y Oficiales y volvió con la contestación de que la tropa no quería jurar, que tampoco podía presenciar la jura, que se saldría fuera para que obrase el Ayuntamiento y vecindario.
Como ya se había publicado el día de la jura y se había pensado los males que traería el diferirla y la salida de la tropa, se acordó fijar rotulones en que se decía que se difería la jura y se daba la causa. El fin era meditar con atención lo que había de hacerse.
A los cuatro días se hizo la jura con la mayor solemnidad y la tropa lo
hizo igualmente porque en este tiempo ocurrieron en dos ocasiones a la casa
del Cura Dr. D. José María Vázquez Borrego el Cabo Ponciano Calzada, el
Sargento Gregorio Aceves y el de igual clase Carlos Andrade a pedirle consejo,
porque sabían que los rotulones del ayuntamiento afirmaban que se había
suspendido la jura por resistencia de la tropa, y que era falso. Dijéronle
también que el día de Corpus que había sido el 21 de junio, iban a dar el
grito cuando marchaban en la procesión y que no lo hicieron por no haber
hablado con su Cura, pero que lo harían esa tarde a la hora de lista si
el Cura no veía cómo se hacía todo sin estrépito. El Cura, en tan
penosas circunstancias, hizo llamar al Sacristán Mayor, Padre D. Agustín
de la Peña, y al escribiente Margarito Celis. Dispuso que repitieran los
Sargentos cuanto habían dicho; tomó razón de ello y lo firmaron, y les prometió
que luego haría lo que le pareciera conveniente. Se conformaron los Sargentos,
se les encargó la subordinación y el orden público y lo prometieron.
La revolución estaba en receso cuando la revolución liberal en España volvió a levantarla en 1821. Agustín de Iturbide, oriundo de Valladolid (hoy Morelia), trazó un plan de independencia conocido como Plan de las Tres Garantías. Unión, Independencia, Religión o Plan de Iguala, por el lugar donde fue proclamado.
Unión de los españoles y de los americanos en la nueva nación mexicana; independencia de España; religión católica respetada por ser el lazo común a todos los habitantes. Así Iturbide se ganó el apoyo de todos, de los españoles, a quienes se les garantizó el respeto a su vida y fortuna, de la Iglesia y de los viejos insurgentes que peleaban por la Independencia.
En el occidente, y especialmente en la región de Tepic, la ejecución del Plan de Iguala fue fácil, ya que el ejército y las autoridades siguieron en bloque a Iturbide. No hubo que usar la fuerza, más que en San Blas.
El 22 de junio de 1821 se juró en Tepic el Plan de Iguala y luego en Ixtlán, Ahuacatlán, Compostela, Santa María del Oro, San Pedro Lagunillas, Jalisco, Santiago Ixcuintla y Acaponeta.
El 27 de septiembre de 1821 Iturbide, al frente de un numeroso ejército, hizo su entrada en la ciudad de México y declaró al día siguiente: "que es nación soberana e independiente de la antigua España, con quien en lo sucesivo no mantendrá otra unión que la de una amistad estrecha en los términos que prescribieren los tratados".
Un ilustre sacerdote de nuestra región, el padre Francisco Severo Maldonado, pensador original y profético, pudo exclamar: "Americano, mostraos dignos del gran presente que el cielo acaba de haceros [...] reflexionad que sólo al despotismo, sólo al bárbaro y horrible despotismo ha sido dado desnaturalizar a los hombres para hacer a los hijos embriagarse con la sangre de sus padres, y al hermano traspasar con una bala el pecho de su hermano. Huya, huya para siempre a sepultarse en el abismo el espíritu infernal de la persecución y de la discordia".
Una inmensa alegría inundó todos los pueblos y todas las ciudades de esa Nueva España, ahora México, manifestada en desfiles y misas de acción de gracias, con innumerables cohetes y el repique continuo de las campanas de Tepic, Ahuacatlán, Ixtlán, Compostela y Santiago, entre otros pueblos.