Porfiriato: Carlos Díez Gutiérrez, el espejo de Porfirio Díaz


Carlos Díez Gutiérrez, originario del Valle del Maíz, era hijo de Rafael Díez Gutiérrez Barragán y Agustina López Portillo, miembros de poderosas familias de terratenientes y mineros. Tempranamente mostró aspiraciones políticas, estudió derecho y fue diputado en el Congreso para el periodo 1869-1871. El 8 de noviembre de 1871 tomó parte en el Plan de la Noria que desconocía la validez de la reelección del presidente Juárez. Proclamado el Plan de Tuxtepec, en enero de 1876 recibió el cargo de comandante militar de San Luis Potosí. Emprendió una campaña victoriosa por la Huasteca, ocupó el Valle del Maíz, ubicó su cuartel general en Rioverde y finalmente ocupó la capital del estado el 24 de diciembre de 1876.

Al organizar la administración estatal, logró que el Congreso abriera sus sesiones en marzo de 1877 y que convocara elecciones de inmediato, que lo llevarían a la gubernatura el 18 de abril de 1877.

Ocupó el cargo hasta su muerte en 1898 pues sólo durante el periodo 1880-1884 alternó el cargo con su hermano Pedro Díez Gutiérrez; en ese lapso, durante la presidencia del general Manuel González —quien tenía extensas propiedades en la huasteca potosina—, desempeñó el ministerio de Gobernación.

El estado de San Luis Potosí se dividió entonces en los siguientes partidos políticos: Capital, Salinas, Venado, Catorce, Guadalcázar, Cerritos, Santa María del Río, Rioverde, Ciudad del Maíz, Hidalgo, Valles, Tancanhuitz y Tamazunchale. Los tres últimos se designaban partidos de oriente y correspondían a la Huasteca. A partir de 1885 se creó el cargo de jefe político, nombrado directamente por Porfirio Díaz de común acuerdo con los gobernadores, para hacerse cargo de los partidos y cuya principal característica, de acuerdo con Alan Knight, era la lealtad.

Estos funcionarios, que fueron la base del sistema porfirista, tenían como misión más importante el mantenimiento del orden público; no obstante, por lo que respecta al estado de San Luis, particularmente en la Huasteca, aparecieron rebeliones indígenas y campesinas cuya beligerancia obligó a la intervención de las fuerzas federales.

Por primera vez desde la declaración de Independencia, el estado de San Luis vivió periodos largos de estabilidad política en los cuales la oligarquía regional, encabezada por el gobernador, asumió un proyecto que se sustentaba en la inversión extranjera, propiciada por la política porfirista de infraestructura en comunicaciones. La estabilidad política, más que el resultado de una vida institucional con representatividad política, fue la estrategia que condicionó un crecimiento económico. Díez Gutiérrez así como Porfirio Díaz, más que promover el fortalecimiento de las instituciones públicas, acentuó los mecanismos de control político.

Durante su mandato se realizaron obras públicas de primera importancia que implicaron un valioso esfuerzo de ingeniería civil y de otras profesiones asociadas que, con el tiempo, fueron la base de una sólida tradición científica y tecnológica. San Luis quedó comunicado con el resto del país y el mundo a través del telégrafo, el teléfono y, sobre todo, el ferrocarril.

La ciudad de San Luis Potosí tenía 34 000 habitantes en 1877, cuando el estado tenía un poco más de medio millón; en 1895 llegó a tener 69 000 mientras que la población del estado no había crecido en la misma proporción, pues había apenas 568 449 habitantes. Esto nos indica una tendencia de la época hacia el desarrollo de los conglomerados urbanos.

Los caminos principales de rueda que atravesaban el estado comunicaban a la ciudad de San Luis Potosí con las ciudades de Querétaro, México, Monterrey, Zacatecas, Aguascalientes, Tula y Tampico. Los caminos menores que comunicaban las principales poblaciones del estado iban de San Luis Potosí a Guadalcázar; de San Luis Potosí a Rioverde; de Rioverde a Guadalcázar; de Rioverde a Rayón y La Palma; de Rioverde a Ciudad del Maíz; de Rioverde a San Luis de la Paz; de Rioverde a San Ciro y Santa María Acapulco; de Ciudad del Maíz a Valles; de Ciudad del Maíz a Tula; de Ciudad del Maíz a Matehuala; de Valles a Rioverde; de Valles a México, vía Tamazunchale; de Valles a Tampico y de Axtla a Tampico.

Los arrieros y los conductores de diligencias constituyeron un grupo importante en el desarrollo de las actividades económicas del estado; sin embargo, éste desapareció con la introducción del ferrocarril. El único servicio de diligencia que permaneció fue el de Tula a Cerritos.

En febrero de 1878 se realizó el contrato entre el gobierno federal y el de San Luis Potosí para la construcción de un ferrocarril que partiera de la capital del estado hasta donde el río Tamesí es navegable y de ahí a Tampico. Esta concesión se traspasó a la Compañía del Ferrocarril Central Mexicano —de capital estadounidense— el 31 de diciembre de 1880. En febrero de 1881 se realizó el contrato para la construcción de la vía que uniría las ciudades de San Luis Potosí y Aguascalientes, contrato cuya concesión se traspasó a la Compañía del Ferrocarril Central Mexicano. Se hicieron los trabajos del ferrocarril a Tampico que comunicaría a San Luis Potosí con el Golfo y asimismo se realizó el tendido y la apertura de la línea del Ferrocarril Nacional Mexicano, también de capital estadounidense, que unía la ciudad de México con Laredo y cruzaba todo lo largo del territorio potosino. Esta línea se inauguró el 1° de noviembre de 1888. La vía a Tampico comenzó a funcionar el 16 de abril de 1890.

El trazo, la construcción, el mantenimiento y la explotación de los ferrocarriles nos permite asomarnos a un importante conjunto de relaciones socioeconómicas y de intereses en los que con frecuencia los ámbitos privados y públicos se confunden. Así lo demuestran los protocolos de distintos notarios públicos que dio a conocer el historiador potosino Ricardo García:

Don Carlos Díez Gutiérrez, por su parte, fue uno de los principales accionistas de la Compañía Explotadora Carbonífera San Carlos, S. A., cuyo objeto era la explotación del carbón de piedra y todos sus derivados. Esta compañía fue establecida formalmente el 17 de octubre de 1895, tal vez con la finalidad de abastecer al ferrocarril de combustible para las locomotoras. La empresa tenía su asiento principal en San Nicolás Tolentino. El 29 de agosto de 1887, siendo gobernador del estado, vendió, en representación de la señora Rosa Acuña y del esposo de ésta, general Lorenzo García, tres casas al ayuntamiento y éste a su vez las cedió a la Compañía Limitada del Ferrocarril Central Mexicano para construir la estación.

El ferrocarril también trajo nuevas relaciones en la organización del trabajo:

La infraestructura ferroviaria y su expansión estuvo estrechamente vinculada con las inversiones en el ramo minero y comercial. Las minas de Santa Ana en Real de Catorce y la Compañía Minera de Santa María de la Paz en Matehuala fueron dos de las empresas mineras más importantes en la época. En las primeras se introdujo hacia 1895 la electricidad como fuerza motriz. A éstas habría de sumarse la Hacienda Metalúrgica de los Morales y la Sociedad Metalúrgica Mexicana —sucursal de la American Smelting Company— controlada por la familia Guggenheim que, en poco tiempo, dominó la industria minera potosina. A fines del siglo pasado y principios de éste obtuvieron las concesiones para la explotación del petróleo Waters Pierce, Edward L. Doheny y C. A. Canfield. Otros extranjeros, como Carlos Canahk, tuvieron el beneficio de la exención fiscal para establecer una fábrica de azúcar en gran escala. A Thomas F. Ryder, representante de la compañía minera El Tiro General, se le dio una concesión para construir un ferrocarril de la Estación de los Charcas a las minas de la compañía con un ramal a la ciudad de Charcas; James A. Kilton obtuvo una concesión para el establecimiento de una Metalúrgica en Matehuala; F. L. Shaffer recibió franquicias para una fábrica de calzado que trabajaran después los hermanos Coghlan, con la denominación de Compañía Manufacturera de Calzado, S. A.; M. Elsasser y Cía. recibió la concesión para establecer una hacienda de beneficio para minerales de antimonio. Enrique Deutz estableció una fábrica de clavos. Thomas Williard recibió la concesión para una fábrica de hilados y tejidos de lino. Junto a ellos, muchos otros extranjeros y potosinos, amparados por el régimen porfirista, impulsaron el desarrollo industrial del estado.

Cuando Carlos Díez Gutiérrez ocupó el ministerio de Gobernación, promovió la inmigración europea a México. En 1881, el gobierno de la república concedió tierras al este de Ciudad del Maíz a 461 inmigrantes italianos. En el territorio nacional se establecieron seis colonias italianas de las cuales sólo tres sobrevivieron hasta fines del porfiriato: la Colonia Porfirio Díaz en Morelos, la Carlos Pacheco en Puebla y la Díez Gutiérrez en San Luis Potosí. Esta última fue la más exitosa y tuvo una extensión de casi 3 000 has. En sus tierras se cultivó maíz, frijol, garbanzo, vid, chile, tabaco, morera, caña de azúcar y durazno. También se criaba ganado, aves de corral y se hacía explotación maderera. Hacia 1904 se avecindaron ahí algunos inmigrantes austríacos. La Colonia Díez Gutiérrez, como experiencia de colonización extranjera gregaria, fue el único caso en la entidad potosina y su ubicación geográfica la relacionaba con las grandes propiedades que los Díez Gutiérrez tenían en la región de Ciudad del Maíz.

Aunque la minería fue una actividad muy arraigada en San Luis Potosí, no siempre logró sostener sus periodos más productivos, ya fuera por agotamiento de los veneros o por problemas sociales y tecnológicos. En enero de 1893 se incendió una de las minas más importantes de Real de Catorce, la mina de la Concepción, propiedad de la familia Arriaga. Ese mismo año el gobierno federal decidió clausurar la Casa de Moneda de San Luis Potosí y concentrar toda la acuñación en la ciudad de México. En 1894 comenzó el abatimiento de la minería con la baja de los precios de la plata y la fuerte crisis mercantil que trajo aparejada.

A pesar de que la riqueza del subsuelo del altiplano potosino hizo de la minería una de las actividades fundamentales de la región desde el siglo XVI, el desarrollo de las actividades agrícolas y ganaderas en las zonas fértiles del estado fue muy importante durante este periodo. La mayor parte de las obras de ingeniería hidráulica que se observan actualmente en las ruinas de las instalaciones de dichos centros agrícolas y ganaderos fuera construida en esta época: norias, pozos, canales de riego, presas, abrevaderos, acueductos e incluso obras que aún están en uso como la Presa de San José. Los terratenientes que explotaban sus propiedades combinaban sus ganancias con otras actividades económicas complementarias como la minería, la industria, el comercio, los bienes raíces y las finanzas.

Los agricultores e industriales del estado de San Luis Potosí se unieron para fundar el Centro Agrícola e Industrial potosino el 27 de mayo de 1905, con el objeto de procurar el progreso y el adelanto de la agricultura y la industria del estado. Tenía el respaldo del gobierno y agrupaba a las familias más ricas del estado. El nuevo Centro Agrícola e Industrial acogió inversiones estadounidenses en la industria local como las de la fundación Guggenheim, la fundación de Fierro de San Luis y la Compañía Zapatera E L. Schaffer.

En 1890 se concedió el abasto del agua a Santiago Wastall, con la esperanza de solucionar las carencias, pero hacia 1894, como no hubiera grandes progresos, se otorgó a Felipe Muriedas y Matías Hernández Soberón la concesión para construir una presa en Escalerillas que, en 1903, fue concluida.

El 80% de los habitantes del estado vivía en el campo y el 98% de las familias campesinas carecía de tierras. Los hacendados, es decir, los grandes propietarios, constituían un cerrado círculo de familias vinculadas en lo económico y lo político así como entrelazadas por los matrimonios. Había importantes propiedades fuera de estos vínculos y aun las que pertenecían a grupos corporativos en los que la participación extranjera llevaba un papel relevante. En la Huasteca, la hacienda de Rascón tenía 465 075 has; la hacienda de la Angostura, en Rioverde, propiedad de los hermanos Espinosa y Cuevas, tenía 178 050 has; la hacienda de Illescas, en el norte del estado, tenía 245 786 has y pertenecía a Hermenegildo Gutiérrez; la de Guanamé alcanzaba las 251 051 has y era propiedad de Mariano Hernández Cevallos. Los pequeños propietarios dispersos en todo el territorio tenían un papel significativo en la vida social y económica del campo. De entre estos últimos así como del campesinado emergerían muchos de los líderes que condujeron revueltas y rebeliones durante el porfiriato y la Revolución mexicana.

De 1899 a 1902 las actividades constructivas imprimieron a la ciudad de San Luis Potosí la imagen que la caracteriza hoy: la estación de ferrocarril, el Teatro de la Paz, la Penitenciaría, la Escuela Industrial Militar, el Edificio Ipiña, el Palacio de Cristal y varias casas notables que hoy son edificios públicos, como la que ocupa el Museo Nacional de la Máscara, el Instituto de Cultura, el Archivo Histórico del Estado y las construcciones en la antigua calle de la Concepción, hoy Zaragoza. En 1890, la introducción de la electricidad aportó también una fisonomía inédita a la ciudad.

Las tradiciones sociales —mestizas y criollas—, basadas sobre todo en las costumbres regionales, se mezclaban con el afán cosmopolita fomentado por el régimen porfirista y por el aumento de los intercambios sociales y económicos. Mientras que en la Huasteca se describen celebraciones en las que

En la ciudad de San Luis, encontramos la siguiente descripción, tomada de Las memorias de María Asunción, recopiladas por Matilde Cabrera Ipiña de Corsi y María Buerón Rivero de Bárcena. En ellas se narra el baile "extraordinario" celebrado en La Lonja con motivo de la inauguración del ferrocarril y con la presencia de Porfirio Díaz:

Hacia 1881 se estableció la Escuela de Artes y Oficios con el fin de mejorar la calidad de la educación de la juventud. Al año siguiente se inauguró el teléfono, la sucursal del Banco Nacional y se formó la Compañía Limitada de Tranvías para el establecimiento de una red de transporte urbano.

Las manifestaciones artísticas de este periodo son notables: Julián Carrillo, Manuel José Othón, María Luisa Escobar, Flavio F. Carlos, Joaquín Villalobos, Ambrosio Ramírez, Francisco Pascual García, Germán Gedovius, Margarito Vela.

El músico Flavio F. Carlos nació hacia 1861 en la hacienda de Guanamé. Su primer maestro de música fue su padre y posteriormente Félix Guerrero. En 1881 ingresó como organista de la parroquia de San Luis Potosí, y de 1884 a 1888 en la de Ahualulco, donde enseñó música y tuvo entre sus discípulos a Julián Carrillo. En 1888 volvió a la ciudad de San Luis Potosí donde perfeccionó sus conocimientos técnicos bajo la dirección del maestro Juan Hernández Acevedo, graduado en el Conservatorio de París. En 1894 escribió su Teoría de la transposición.

Julián Carrillo Trujillo nació en Ahualulco hacia 1875. Comenzó sus estudios en su tierra natal y los prosiguió en el Conservatorio Nacional de la ciudad de México con Melesio Morales y el violinista Manzano. En 1899 el presidente de la república le concedió como premio especial una beca para ir a Europa. Realizó estudios en Leipzig y Gante, donde obtuvo el primer premio en el concurso internacional de violín en 1904. Ese año regresó a México y después de actuar dos años como violinista ocupó los cargos de inspector general de música de la ciudad de México, director del Conservatorio Nacional y profesor de las clases de composición.

Estos trazos biográficos nos permiten ver que, a pesar de la ausencia de instituciones académicas artísticas, algunos individuos de talento pudieron desarrollar su creatividad en el marco de las redes sociales que propiciaban los intercambios porfiristas: apoyos financieros, tutorías, becas para estudiar en el extranjero, particularmente en Europa, intercambios gremiales y relaciones familiares.

Uno de los poetas y escritores más notables de San Luis Potosí fue Manuel José Othón. Periodista y abogado, en 1880 publicó su primer libro de poesía, pero también cultivó el género narrativo. Ocupó diversos cargos públicos como director del registro público de la propiedad, escribano público de Durango y diputado. A partir de 1900 perteneció a la Academia de la Lengua. Formó y fomentó sociedades literarias. Entre sus obras más importantes en el ámbito de la literatura mexicana, destacan sus Poemas rústicos.

Sobre los artistas plásticos, Salvador Gómez Eichelmann, en su Historia de la pintura en San Luis Potosí, refiere que durante el último cuarto del siglo XIX creció la inclinación por el arte europeo sobre las tendencias populares y nacionalistas que predominaron en los años anteriores. Uno de los pintores de la época, Margarito Ramírez, mejor conocido como Margarito Vela, dejó una numerosa producción, entre la que destacan obras de carácter simbólico y retratos notables como el de Francisco I. Madero que se conserva en el Museo Nacional de Historia y el de Manuel José Othón que se exhibe en el Museo Othoniano de San Luis. Margarito Vela participó en un acontecimiento singular de su época: la experiencia religiosa de Concepción Cabrera de Armida. El biógrafo de la llamada Sierva de Dios, el padre Padilla, describe los sucesos que involucraron a la hermana de Concepción —Clara— quien, a solicitud del padre Mir, confesor de Concepción Cabrera, dibujó la segunda Visión de la Cruz revelada en el templo potosino de la Compañía de Jesús a su hermana:

Concepción Cabrera de Armida es fundadora de dos importantes órdenes de la Iglesia católica: Las Madres de la Cruz y Los Misioneros del Espíritu Santo.

Otros pintores célebres de San Luis fueron Cleofas Almanza, Rodrigo Gutiérrez y Germán Gedovius, reconocido como maestro de importantes pintores mexicanos que brillaron durante la primera mitad del siglo XX. Con el auspicio del obispo Montes de Oca y Obregón, escritor y protector de las artes, trabajaron en San Luis los artistas italianos Claudio Molina o Molinari y José Compiani. El obispo también adquirió en Europa obras de gran mérito artístico.

Francisco Peña, Manuel Muro y Primo Feliciano Velázquez realizaron importantes obras de investigación, recopilación e interpretación histórica sobre San Luis Potosí. Sus obras son hasta la fecha, por el manejo de sus fuentes directas, un valioso instrumento para la investigación y el análisis histórico contemporáneos.

En San Luis Potosí se vivió un periodo de gran desarrollo científico. Los trabajos de personas como Francisco Estrada, Daniel García, Antonio F. López, Alberto López Hermosa, Gustavo Pagenstecher, Isidro Palacios y Javier Espinosa y Cuevas estuvieron a la altura de los científicos más destacados del país y del extranjero. En 1896 se inició la publicación de los Anales del Hospital Infantil de San Luis Potosí, que destaca por haber sido la primera revista pediátrica publicada en México, dirigida por el doctor Mariano Otero, fundador del Hospital Infantil cuyas investigaciones en torno al tifo —una de las terribles enfermedades que asolaron la región en estos años— fueron un gran avance para la identificación de sus causas.

Las publicaciones periódicas de la época acusan la diversidad de debates, discursos e ideologías, toleradas o sancionadas por un sistema que abrigaba el deseo de dar una imagen progresista. Conservadores y liberales, científicos, artistas, industriales, artesanos, mineros, profesionistas, comerciantes, católicos y protestantes publicaron en las imprentas y los periódicos de San Luis Potosí, Matehuala, Rioverde, Catorce, Cedral, Cerritos, Venado y Villa de Reyes.

Jean-Pierre Bastian, en Los disidentes. Sociedades protestantes y revolución en México, 1872-1911, refiere que el misionero Thomson vino a San Luis Potosí atraído por la abierta actitud que el general Juan Bustamante, ex gobernador juarista de la entidad, había mostrado hacia la distribución de la Biblia y hacia las actividades religiosas liberales. Aunque minoritarios, los grupos protestantes que se formaron en San Luis ejercieron su influencia, sobre todo entre familias de escasos recursos. A partir de 1879, los protestantes se expandieron a las huastecas potosina e hidalguense. Uno de sus activos propagandistas, Hexiquio Forcada, fundó sociedades religiosas presbiterianas en Rioverde, Tamazunchale, Ciudad Valles y Rayón. En esta última población organizó un frente anticatólico con los liberales del municipio. En la escuela que había fundado se esforzó por proporcionar una educación rural verdaderamente popular. No es de extrañar que Librado Rivera, originario de Rayón y uno de los fundadores del Partido Liberal Mexicano, mantuviera estrechos lazos con los miembros de la sociedad liberal que Hexiquio Forcada había fundado en Rayón. Sociedades liberales y congregaciones protestantes estuvieron íntimamente ligadas con los delegados al Congreso Liberal de 1901, celebrado en San Luis Potosí.

Estas congregaciones religiosas protestantes fundaron en muchas ciudades importantes del país, y entre ellas en San Luis Potosí, escuelas secundarias, normales y comerciales. En San Luis establecieron el Colegio Wesleyano y el Colegio Inglés, en Rioverde fundaron el Seminario y Colegio Preparatorio y también en Matehuala organizaron una congregación protestante.

Por su parte, sin verse ciertamente amenazada por la presencia de los protestantes, la iglesia católica había restablecido toda su influencia en las esferas del gobierno. El obispo Ignacio Montes de Oca fue la expresión más viva de la política de conciliación entre la iglesia católica y el régimen de Díaz. Sin embargo, también se manifestó una importante corriente católica social que criticó severamente al porfiriato. Un ejemplo de ésta fue el director del periódico El Estandarte, Primo Feliciano Velázquez, quien fue encarcelado en varias ocasiones por sus artículos en contra del sistema.

Ignacio Montes de Oca y Obregón fue enviado por el papa León XIII a la diócesis potosina en 1884 después de ocupar las de Tamaulipas y Linares. Reorganizó los estudios en el Seminario; propició la fundación del colegio del Sagrado Corazón para niñas, que se estableció en las ruinas del convento del Carmen, junto a la iglesia. Se encargó de la restauración de los templos de la Compañía de Jesús, Tercera Orden, del Sagrado Corazón, de San Agustín, de Nuestra Señora de Guadalupe y el del Carmen, así como el antiguo palacio episcopal, que destinó a asilo infantil cuando trasladó su residencia al edificio contiguo a la catedral que compró al ayuntamiento. En este nuevo edificio logró formar una colección de obras de arte y una valiosa biblioteca.

En el verano de 1900 Montes de Oca fue acusado formalmente por los liberales de manipulaciones ilegales de bienes raíces, acusación de la que fue exonerado, no obstante que en los libros de catastro se encuentran propiedades a su nombre tasadas en alto valor.

Hombre de una amplia cultura, amante de las letras, enemigo a ultranza de masones y protestantes, político sagaz, fue una indudable figura polémica. Perteneció a la Academia Mexicana de la Lengua y a la Academia Mexicana de Historia. Tradujo obras griegas y latinas, escribió obras pastorales, oratoria y poesía bajo el seudónimo de Ipandro Acaico. En 1900, en París, en el marco de la Asamblea General del Congreso Internacional de las Obras Católicas, manifestó públicamente la prosperidad de la Iglesia mexicana. Por encima de la crítica acérrima que le hiciera el liberal Antonio Díaz Soto y Gama, la declaración del obispo revelaba los buenos términos de las relaciones entre el Estado y la Iglesia en el país.

Los notables desarrollos artísticos, científicos, sociales y materiales de esta etapa dejan ver tan sólo una cara de la moneda. Para la realización de la obra pública, el gobierno de Díez Gutiérrez tuvo que superar varias crisis financieras. Por ejemplo, contrató un préstamo en libras esterlinas con la casa Gibbs & Son de Londres, que empleó para la construcción del Teatro de la Paz y el establecimiento del Monte de Piedad que dejó las finanzas públicas en mal estado y al gobierno en entredicho; sin embargo, no fue ésta la peor crisis de su gobierno sino aquella, reiterada y crónica, originada por los continuos malestares sociales de los sectores menos favorecidos y más explotados de la población.

El proceso de revaloración de las tierras promovido por el régimen de Díaz, ya fuera por el tipo de cultivo, por sus cercanías con las vías del ferrocarril, o por la presencia de inversionistas extranjeros, provocó graves conflictos entre los terratenientes y las comunidades locales cuyas propiedades fueron afectadas.

En el periodo comprendido entre 1870 y 1893 hubo serios levantamientos en Tamazunchale, Ciudad del Maíz y Salinas. Su demanda fundamental fue el derecho a la propiedad de sus tierras usurpadas por terratenientes no indígenas de la zona, apoyados en la Ley de 1865 de desamortización de los bienes de comunidad y en el establecimiento del Código Civil de 1872 que prácticamente dejaba a los campesinos al arbitrio de los dueños de las tierras en las que se desempeñaban como jornaleros, peones, aparceros o medieros.

Mauricio Zavala, sacerdote oriundo de la ciudad de San Luis Potosí estuvo estrechamente vinculado a algunos de estos levantamientos. Hacia 1875 se hizo cargo del curato de Ciudad del Maíz en el que se dedicó a ayudar a los más desprotegidos. También fundó una escuela militar que sostenía y dirigía. Como presidente de instrucción primaria en el partido abrió 37 escuelas, una academia de canto y una escuela de oficios. Desde la presidencia de la comisión de caminos, tendió seis caminos nuevos en el partido. Luchó por mejorar las condiciones de vida y de trabajo de los peones: jornadas más cortas, mayores salarios y mejor pago por tareas arduas. Inició un proyecto de reforma agraria para el reparto de los latifundios en la región. Entre 1870 y 1890 encabezó revueltas en Ciudad del Maíz y sus alrededores y quemó los libros de las haciendas, con lo que desaparecieron las listas de deudas que los peones tenían. Mantuvo relaciones con el gobernador indígena Juan Santiago, quien se rebeló en 1879. En febrero de 1882, Zavala encabezó una rebelión con peones de las haciendas de La Hedionda, San Nicolás y Salto del Agua, ubicadas en Valle del Maíz. Intentó proclamar y hacer efectivo su Plan de la Revolución Agraria, pero su revuelta fue sofocada al cabo de un año. Resulta muy significativo que el campo de acción de Mauricio Zavala sea precisamente el área de origen e influencia de los gobernadores Díez Gutiérrez y Espinosa y Cuevas, los líderes políticos del porfiriato, el mismo sitio en donde habrían de surgir, unos años después, los levantamientos revolucionarios de la familia Cedillo.

El levantamiento encabezado por Juan Santiago en la región de Tamazunchale es quizá el de mayores proporciones y, sin duda, el más dramático. Gobernador indígena, originario de Huitzitzilingo, municipio de Tamazunchale, Juan Santiago dirigió una sublevación de indígenas que se inició en Tamazunchale el 5 de julio de 1879. El objetivo era recuperar los terrenos que pertenecían a las antiguas comunidades indígenas y que habían pasado a ser propiedad de los hacendados. En la articulación de su protesta, Juan Santiago contó con los consejos del cura Mauricio Zavala.

En el informe que rinden los representantes indígenas de la villa de Tampamolón al visitador general de la Huasteca, en diciembre de 1879, se dice:

El 5 de julio de 1879 más de 400 indígenas se apoderaron de la plaza principal de Tamazunchale. El jefe político ordenó su dispersión y nombró representantes para gestionar una solución. Juan Santiago traía unos títulos de propiedad de las tierras y una carta apócrifa del presidente Porfirio Díaz otorgándole facultades para arreglar el problema utilizando incluso las armas, si fuere necesario. El 26 de julio 800 indígenas atacaron la guarnición del partido de Tamazunchale con la consigna "¡Muerte a todo el de pantalón!". Mataron a varios empleados e hicieron huir desnudo al jefe político. A principios de agosto los sublevados eran 3 000. Varios pueblos del partido y otros del estado de Hidalgo se habían unido al movimiento. Intervinieron fuerzas federales de San Luis Potosí, Querétaro e Hidalgo. El general Ignacio Ugalde le advirtió que traía órdenes del presidente de atacarlo, pero quería saber antes la verdadera causa de la sublevación. Juan Santiago le señaló, en una carta, que de muchos años atrás eran dueños de los terrenos de Tamazunchale y que sufrían ataques continuos por el establecimiento de nuevas fincas y que querían que les reconocieran los límites de sus propiedades. Además, se quejó de la insufrible especie de esclavitud en que se les tenía, el desprecio con el que se les miraba, sin que se preocupara nadie de su mejoramiento, la falta del privilegio de vivir en sociedad o el de contar con los representantes en el cuerpo municipal y de soportar, sin embargo, los altos impuestos. Aceptó la realización de una conferencia para negociar un arreglo pacifico que se llevó a cabo el 29 de agosto de 1879. Estuvieron presentes Ugalde y dos representantes indígenas. Ugalde los intimidó con ejercer represalias contra los sublevados en caso de no aceptar las condiciones de paz. El mismo día, los indígenas firmaron un acta de sometimiento en la que reafirmaban el carácter agrario de su sublevación, pedían seguridades para la recuperación de sus tierras y negaban haber desconocido a las autoridades locales y federales. En septiembre de ese mismo año iniciaron la entrega de armas —casi todas inservibles— ante el arribo del coronel Bernardo Reyes. Algunas poblaciones fueron atacadas por los sublevados, por lo que Reyes intentó un arreglo definitivo ofreciendo a los indígenas el reparto equitativo de sus tierras mientras procuraba aislar a Juan Santiago mediante tratos con otros indígenas.

Finalmente, Reyes planteó al ministro de Guerra destruir sus rancherías, aniquilar sus siembras y acabar con su ganado, seguro de que no aguantarían mucho tiempo sin rendirse a discreción. Estas medidas no se llevaron a cabo porque a principios de octubre la columna reyista recibió órdenes de salir de la región.

A mediados de octubre de 1879 el gobernador Díez Gutiérrez comisionó como visitador de aquella región al licenciado Víctor J. Martínez, que se hizo acompañar del cura Mauricio Zavala para intentar un arreglo. Su llegada estuvo precedida por nuevos ataques a los sublevados. Del 21 de noviembre hasta mediados de febrero de 1880 se tomaron medidas para pacificar la región; entre las inmediatas, Martínez depuso al jefe político J. J. Terrazas y al administrador de rentas de Tamazunchale, decisión que Juan Santiago y sus seguidores agradecieron, pues habían sido hostilizados por ellos. Sostuvo una abundante comunicación epistolar con Juan Santiago y lo invitó a conferenciar. Juan Santiago puso como condiciones el nombramiento de empleados indígenas en el municipio, ser recibido por los hacendados con música de viento y autorización para llegar con 50 hombres armados, propuesta que fue rechazada por el visitador. A fines de junio de 1880, las autoridades locales informaron que Juan Santiago preparaba parque, por lo que desde Tampacán intentaron otro arreglo pacífico. Mientras tanto, los indígenas, habían obstruido los caminos con árboles y reclutaban armas, dinero y gente. Hasta mediados de 1881 los intentos de sublevación indígena fueron sofocados rápidamente por el gobernador Pedro Díez Gutiérrez. A fines de agosto y principios de septiembre de ese mismo año en la sierra de San Francisco, Juan Santiago se reunió con los indígenas de Tamazunchale y sus aliados de Las Moras, Jacala y Molango, en Hidalgo, y amenazaron con bajar a tomar la cabecera del partido. En San Vicente, partido de Ciudad Valles, los grupos indígenas se aprestaban para seguirlo. Los peones de la hacienda de Santa Isabel se agruparon para lanzarse sobre las poblaciones de Tancanhuitz y San Antonio, partido de Tancanhuitz. Entre el 24 de agosto y mediados de septiembre hubo muchos enfrentamientos en todo el partido y en parte de los distritos de Jacala y Molango. Hubo fuertes represiones; no obstante, el 18 de octubre de 1881, 300 indígenas atacaron Matiapa, partido de Tancanhuitz, de donde desalojaron a 100 nacionales y atacaron las fincas. Al día siguiente, al grito de "¡Ley Agraria y Gobierno Municipal!", 500 de sus seguidores asediaron Tamazunchale. Toda la guardia potosina e hidalguense reforzada con armas provenientes de Ciudad del Maíz sofocaron el movimiento. A principios de noviembre la insurrección había sido desmantelada y muchos de sus líderes fueron ejecutados. Se indultó a los rebeldes que lo solicitaron y muchos se dispersaron o pasaron al estado de Hidalgo.

Años más tarde, en agosto de 1905, en la hacienda de Minas Viejas, partido de Ciudad del Maíz, un grupo de campesinos dirigidos por Pascual Reyes quiso proclamar la Ley Agraria que guardaban desde la revolución de Zavala y Cortina.

Hacia 1893 Elías Fortuna encabezó en la Región Media del estado, en los municipios de Ciudad del Maíz, Rioverde, Tamasopo, Guadalcázar, Lagunillas, Ciudad Fernández, Alaquines, Cárdenas y Cerritos, un movimiento armado por motivos agrarios que se extendió hasta los municipios limítrofes del estado con Tamaulipas y Guanajuato. Este movimiento estuvo vinculado a la rebelión promovida en 1882 por Mauricio Zavala en el Valle del Maíz.

Los conflictos vividos por las sociedades rurales tuvieron, en menor escala y beligerancia, su correspondiente urbano en el seno de un incipiente proletariado, nacido de la industrialización, la inversión extranjera, la minería y los transportes. Hacia 1870 los trabajadores organizaron la primera central obrera en la ciudad de México, El Gran Círculo de Obreros de México que, para 1871, ya tenía círculos subsidiarios en Toluca y San Luis Potosí. En 1876 hubo un incremento importante en el movimiento obrero en San Luis Potosí. Obreros, ferrocarrileros y mineros comenzaron a organizarse y a promover huelgas. Se presentaron huelgas de mineros en Charcas y Matehuala en 1884, en Catorce en 1886 y 1891; en 1901 en Matehuala y en 1903 en la Compañía Metalúrgica de los Guggenheim. Las protestas por lo regular respondieron a las malas condiciones de trabajo y a los altos precios del maíz en los centros laborales.

Durante la ultima década del porfiriato se desarrolló un movimiento obrero intenso entre los ferrocarrileros. Organizaron huelgas en 1903, 1906, 1907 y 1908. Destaca por su cercanía con otros acontecimientos nacionales el enfrentamiento de 1907 entre trabajadores ferrocarrileros mexicanos y estadounidenses en Cárdenas.

Sin embargo, la insurgencia obrera tardó algunos años en convertirse en un movimiento organizado que pudiera llevar sus propuestas a un ámbito político y legislativo, más allá de las demandas inmediatas y localizadas. No sucedió lo mismo con la protesta rural que, soterrada o manifiesta, perduró a lo largo de todo el porfiriato y habría de surgir en la primera década del siglo XX como la principal fuerza social de la Revolución mexicana.

A la muerte del general Carlos Díez Gutiérrez, el ingeniero Blas Escontría fue nombrado gobernador interino del estado, cargo para el que resultó electo en el periodo constitucional que iniciaba el 1° de diciembre de 1898. Fue reelecto para concluir en 1906, pero esta vez sólo permaneció en el cargo hasta 1905, pues el 15 de marzo tomó protesta como nuevo ministro de Fomento en sustitución del general Manuel González Cosío.

Desde 1901, José María Espinosa y Cuevas había ocupado el cargo de gobernador interino del estado en las ausencias del titular Blas Escontría; cuando éste se separó del cargo para ocupar el ministerio de Fomento, se hizo cargo nuevamente de la gubernatura en forma interina. Fue electo constitucionalmente para los periodos 1906 a 1910 y de 1910 a 1914.

La estabilidad política que representó el gobierno de Díez Gutiérrez comenzó a mostrar signos de debilidad en los primeros años del siglo XX. Nuevamente, los gobernadores se veían impedidos para concluir sus periodos constitucionales y, al mismo tiempo, empezaban a enfrentar una oposición política organizada en la capital del estado, proveniente de las propias clases y organizaciones sociales que crecieron durante el porfiriato.


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