9. Borrar el pasado

9. Borrar el pasado


Estos hechos tuvieron dos consecuencias de importancia. En primer lugar, como si se quisiera borrar el pasado inmediato, hubo un excesivo número de peticiones para que los templos católicos fueran abiertos al culto, y reconstruidos los que habían sido abandonados, y para hacer nuevos y realizar manifestaciones religiosas. Asimismo, se crearon organizaciones de damas y juntas católicas; incluso, en 1942, la señora María Estrada viuda de Hernández fue consignada a la autoridad en Tacotalpa porque divulgaba entre la población que hacia milagros. Durante la década de los cuarenta fueron usuales asuntos como los mencionados y, al igual que años atrás, Gobernación pedía a Hacienda su opinión en cuanto a las autorizaciones, y poco a poco se fue sustituyendo la situación prevaleciente durante el dominio de Garrido Canabal.

Ahora, el formato de petición era diferente y se presentaba ya sin temores, aunque con el mismo corte oficialista y con la certeza de que el presidente Manuel Ávila Camacho se había declarado creyente. La Junta Católica de Tacotalpa se dirigió al presidente de la República en junio de 1941 con el siguiente motivo:

Pero no fue fácil para el presidente "caballero" resolver todos los problemas, como el del barrio San Román de la colonia Las Barrancas, de Villahermosa. Los vecinos se quejaban en 1942 de las dificultades para traer la imagen del santo del mismo nombre, que había estado escondida desde la época de la persecución garridista. Contaron con el apoyo del gobierno de Trujillo para recibir a los curas e instalar de nueva cuenta la imagen venerada, pero el obispo auspició la formación de otro barrio, denominado Mundo Nuevo, donde pretendía instalar a San Román. Esto fue considerado inaceptable y la población se dividió entre los avilacamachistas, que seguían al gobernador, y los partidarios del candidato presidencial que perdió, Juan Andreu Almazán quien también era de las simpatías del obispo.

La segunda consecuencia resultó todavía más compleja. El garridismo había dejado un vacío cultural e ideológico que otras sociedades no católicas comenzarían a llenar, pero esto no significa que haya sido responsable único de lo acontecido durante casi tres décadas en Tabasco en relación con el anticlericalismo desbordado; la historia de la Iglesia católica en la entidad comparte la responsabilidad.

Si bien es cierto que desde el siglo XIX se encuentran rastros de la presencia de otras iglesias diferentes a la católica, a partir de la reapertura de los cultos se hizo más evidente esta tendencia. Ya en 1938 José Pérez Bastar, presidente municipal de Teapa, se quejaba de que el "sabatismo" había tenido un fuerte incremento a raíz de la presencia de dos pastores procedentes de Puebla que hacían propaganda y recogían diezmos. Consideraba esa religión, al igual que a las otras, como una farsa, pero según él ésta tenía mayores consecuencias porque "los embaucados" no trabajan ni el sábado, ni el domingo, ni el lunes; los obligan a comer alimentos fríos y, además, amenazan a sus seguidores con el fin del mundo y con que "el sol se va a calentar más y otras estupideces por el estilo". Se reunían todos los sábados en dos rancherías a las que llegaba mucha gente.

Las nuevas iglesias se empeñaron en documentar su presencia mediante permisos solicitados a Gobernación para llevar a cabo sus actividades, como el caso, el 16 de octubre de 1944, de los evangélicos pertenecientes a las Asambleas de Dios de la República mexicana. Igualmente solicitó autorización La Torre del Vigía para "hacer propaganda bíblica" en Villahermosa durante ese mismo año. También en la capital se solicitó permiso para construir un templo evangélico presbiteriano el 25 de enero de 1947, el cual fue concedido. Las rancherías Acachapan y Colmena, del municipio del Centro, también solicitaron autorización para realizar trabajos evangélicos de la Iglesia de Dios. En el ejido Puente Grande, del municipio de Teapa pidieron se les permitiera abrir un recinto dedicado a la religión adventista.

Todavía en 1941, los evangelistas de Comalcalco solicitaron que se les devolviera su templo, construido en el terreno donado nada menos que por el coronel Gregorio Méndez. El sínodo general de la Iglesia presbiteriana explicó que desde 1936 el templo había sido retirado para pasar al servicio de la entidad, aunque ésta lo había abandonado. De la intolerancia vivida durante el régimen de Garrido se pasó a una tolerancia confesional que abrió brecha a los adeptos a otras religiones. Incluso, varios colaboradores cercanos al líder del sureste pasaron del anticlericalismo más radical a engrosar las filas de las nuevas asociaciones religiosas.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente