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          La imposibilidad de proseguir la comenzada vía 
          por obstáculos de orden moral no ha sido, ciertamente, menos 
          fecunda en sugestiones dichosas. La Rochefoucauld fue uno de los caudillos 
          de la protesta aristocrática bajo la dominación de Richelieu. 
          En el hervor de ambiciones de la Fronda vio naufragar su ascendiente 
          y sus sueños de acción política; y entonces, anhelando 
          el bien del olvido, lo buscó en la vida de sociedad, tan llena, 
          en aquel país y aquel tiempo, de estímulos intelectuales; 
          y allí el acicate de la conversación espiritual despertó 
          en él el talento de observación y de estilo: La Rochefoucauld 
          fue gran escritor por no haber logrado ser grande hombre de estado. 
          Semejante a éste es el origen que se atribuyó en la Antigüedad 
          a la vocación de escritor de Salustio. 
         La condición de católico de Moore, que le cerraba, 
            como a los demás irlandeses de su credo, las puertas de la 
            vida pública, la cual hubiera él preferido, da lugar 
            a su dedicación a las letras. Catinat, el futuro vencedor de 
            Filipsburgo, abogado novel, fracasado cuando su iniciación 
            en la tribuna jurídica, toma de esta mala ventura el impulso 
            que le lleva a aspirar eficazmente a la gloria de las armas. 
         
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