COMO rumor de muchedumbre, o ruido  
						de torrentes huyendo, se construye,  
						sobre el silencio del durmiente,  
						el silencio de afuera: el que levantan  
						los dispuestos en cerco, los que miran  
						despertando sus armas en tu contra. 
						 Herencia mía, mi plegaria,  
						hembra fundada en extensiones  
						hostiles, respirando entre insidiosos  
						oleajes de ahogo, desarmada.  
						Ciudad encomendada a mi vigilia,  
						a salvo junto a mí, con su riqueza  
						de cuerpos maternales, y de enfermos  
						tiernamente guardados,  
						y de suntuosas luces coronadas  
						y de manos de huérfanos en sueños.  
						Voy y vengo delante  
						de ti, sobre mis pasos, en tu orilla,  
						cómplice de tu cuerpo silencioso;  
						soy, en tus bordes, atalaya  
						que te cubre de lejos; voz velando,  
						llamando, transmitiendo  
						su noticia nocturna  
						de centinela sobre el muro.  
						No para ti los perros de la furia  
						ni los enrojecidos  
						humeantes jinetes al asalto;  
						no la puerta rajada, ni el relámpago  
						de la espada en la alcoba,  
						ni el temblor de las sábanas terribles  
						bajo la violación, ni los gemidos.  
						Aquí velo, aquí estoy, aquí me aguanto  
						mi corazón. Clavado a la mirada  
						mía, y a mis pasos,  
						y al grito de mi boca, y a mi oreja.   |