ALGO insiste en morder menudamente;  
						algo, serpiente o pájaro,  
						con alhajada dulcedumbre insiste   
						sobre mi corazón. Y me relumbra,  
						entre claras mayúsculas,  
						la inicial embriaguez de estar despierto,  
						sin recordar el modo, en otra parte.  
						Yo, que estaba dormido. 
						 Amigos, era cierto;  
						nada tenemos nuestro para siempre.  
						El morir procuramos, con tan sólo  
						querer el otro día. 
							
         
       que me acerca a mañana,  
						es ya mañana un poco en que me acabo. 
						 Un juego de ventanas y reflejos  
						y encenizado cielo se complica  
						del todo. Adquiere,  
						con un silencio aparte, una medida  
						espaciosa y solemne.  
						Sí; por casualidad nos encontramos  
						aquí, y es breve el tiempo que tenemos,  
						amigos, en la vida. Nos miramos  
						apenas un instante, en el florido  
						encuentro de los rostros,  
						y echados somos de la fiesta  
						antes de tiempo siempre, y sin remedio.  
						Fiados a la moneda que decide  
						el salto del volado,  
						y al caer de los oros,  
						ceremonial, y las espadas,  
						en el ganado albur que amanecemos.  
						Porque todo es prestado; se nos prestan  
						la casa, el despertar, la compañía,  
						el sentimiento temeroso, el simple  
						cambio de la amistad, y el júbilo  
						de ganarse otra vez, y nuevamente  
						el alegre perder al encontrarse.  
						Inevitablemente imprevisibles,  
						en riesgo y bajo llave,  
						son el vino y la boca y aquel día,  
						como si fuera nuestro, que disfruto.  
						Y que nadie me llame en esta hora  
						en que, tal vez, me esperas.   |