ESPINAS, alas; acto incorruptible  
						de la contemplación. En el secreto  
						a voces cardinales, he probado  
						lo que soy, en verdad, sobre la tierra. 
						 El camino de ida era regreso  
						ya, desde siempre; viaje  
						trazado y recorrido; penitencia,  
						humo de sacrificio que propicia  
						nuestra amistad, y aclara  
						la verdad en que estoy al encontrarte.  
						He soltado despacio  
						el vuelo de mis pájaros de oro  
						rayando el jaspe oscuro.  
						Orfebre y piedra para el toque  
						tu corazón. Oíste.  
						Y planeta de anillos enjoyados  
						soy, y sierpe anillada me recubre  
						de esmeraldas febriles, y en delicia  
						las costillas me angosta.  
						Voy malherido, pido que me mates;  
						que, si te habrás de ir, antes de irte  
						acabes ya conmigo.  
						Tú, mis oídos; tú, mi boca  
						para poner mi lengua; tú, mis ojos.  
						Alas de oro ensayo en tu presencia,  
						espinas de metal precioso.  
						¿Por cuánto tiempo el huésped en tu casa  
						ha de permanecer; cuál es el plazo  
						que para estar allí me señalaron?  
						Acaso como lluvia he de caerme  
						de una vez para siempre; acaso entonces.  
						Ojalá que nunca despertara.  
						Y en pecado mortal hallo la dicha  
						que santifica los altares  
						violados, y las cuerdas  
						concierta y armoniza, y el concierto  
						de las concordes ánimas gobierna.  |